(El origen del género)
05/05/2025@11:11:00
Disentir de don Marcelino Menéndez y Pelayo constituye mucho más que una temeridad, supone arroparse con el basto indumento de la jactancia, enlodarse en la indeseada hybris; con todo, permítasenos recaer en tamaño gesto de soberbia. En las páginas iniciales de su monumental (e ineludible, sin duda alguna) Orígenes de la novela (Emecé editores, Buenos Aires, cuatro tomos, 1945) afirma sin hesitar: "La novela, última degeneración de la epopeya, no existió, no podía existir en la edad clásica de las letras griegas.” Admite, a marcha forzada, algunos antecedentes de “la novela misma” en la brillante parodia que encierra Historia verdadera, de Luciano, de Samósata (siglo II d. C.) o en las alegorías que aquí y allá ilustran y matizan los diálogos platónicos (las cuales, a nuestro entender, operan como interpolaciones –memorables, en la mayoría de los casos- que difícilmente puedan calificarse como novelas, aun en agraz). Por cierto, el maestro santanderino no ignora la existencia de novelas griegas, pero las desestima en bloque: “novelas bizantinas que nadie lee y con cuyos títulos es inútil abrumar la memoria”, e incluso subraya que un libro como Dafnis y Cloe “puede salir mejorado en tercio y quinto de manos de sus traductores”. Pero, con ser una de las más relevantes, las reticencias de Menéndez y Pelayo respecto a la materia no son de él privativas.
En el transcurso de la cálida primavera el año 399 a. C., cuando fue condenado a muerte por la justicia de Atenas, Sócrates “no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo”. Las razones profundas de la condena se siguen discutiendo hasta el presente, las líneas que siguen –apenas un bosquejo de ideas- no alientan la descabellada pretensión de dirimirlas, pero acaso puedan aportar algunas referencias en torno a tan disputada materia.
«Reírnos de las ridiculeces, ésta es nuestra divisa; ser leídos, éste es nuestro objeto; decir la verdad, éste es nuestro lema». Mariano José de Larra
PALABRAS DEBIDAS
A David Acebes Sampedro (Valladolid, 1976) lo considero mi hermano de letras. Decir esto, es decir mucho, para mí. Por una parte, quizá no sea yo la persona idónea, por neutra, para firmar este atrio; pero por otra, y no es por presumir, pocas personas conocen la dimensión humana y literaria del autor que nos ocupa, como quien suscribe; razón por la cual me siento plenamente legitimado.
Yo he leído los libros de Azorín muchas veces; yo he descubierto que debajo de sus libros hay una filosofía sistemática, ordenada, presta a dar certeza a sus lectores. He, me repito cada vez que leo sus gozosos libros, visto que la imaginación, a la que hoy llaman "inconsciente", trabaja mucho más de lo que… ¿diré "imaginamos"?
|
Ed. Punto de Vista. 2022
Uno se queda, felizmente perplejo y admirado del exquisito cuidado, con el que esta editorial nos presenta todas sus obras; y por lo que felicitó a su editor muy cordialmente.
Miguel Catalán González nace en Valencia en 1958. Realiza sus primeros estudios en el Patronato de la Juventud Obrera. Trabaja como aprendiz en la imprenta Sucesores de Vives Mora antes comenzar su etapa como profesor en el Instituto Luis Vives de su ciudad natal. Leer a filósofos como Bertrand Russell, Schopenhauer y Nietzsche le lleva a matricularse en la licenciatura de Filosofía. Comienza a escribir ficciones bajo la influencia de Thomas Mann y Marcel Proust, lecturas juveniles que marcarán su estilo narrativo. Se licencia en Filosofía Pura en 1984 y realiza su tesis doctoral sobre la teoría moral del pragmatista norteamericano John Dewey; la publicación de esta tesis bajo el título Pensamiento y acción supondría su debut editorial en 1994. Actualmente, Catalán sigue ejerciendo su labor docente en la Facultad de Ciencias de la Información en la Universidad CEU Cardenal Herrera.
|
|
|