Visitamos de su mano la Escuela Internacional de Lutheria de Cremona donde vemos cómo se siguen confeccionando con mimo unos extraordinarios violines; después nos desplazamos a la Casa Antonio Stradivari -situadda en el centro histórico de la ciudad-, en ambos sitios nos deleitamos con ambas audiciones de estos angelicales violines. Fabricio von Arx saca de su urna el Stradivarius “El Ángel” para tocar varias obras, dejando con la boca abierta a los periodistas desplazados hasta allí. Terminamos con un sucinto recorrido por el Museo del Violino – Fondazione Stradivari. Palazzo dell'Arte, en Piazza Guglielmo Marconi. Los violines, violas y violonchelos Stradivarius son unas joyas musicales que podemos disfrutar en contadas ocasiones. El arte de la fabricación de estos violines cremoneses ha sido reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Que debemos preservar para poder seguir disfrutando de ellos. Entre visita y visita hemos podido entrevistar al autor de una novela que nos acerca a los conocimientos de los luthiers cremoneses que siguen fabricando estas joyas. El Palacio Real de Madrid custodia 2 violines de Antonio Stradivari, más una viola y dos violonchelos, uno de ellos sin decorar. Todo lo que rodea a los Stradivarius tiene un aura sobrenatural. ¿Esa aura es lo que ha querido imprimir en su novela? Me enteré de la historia durante la pandemia, por una noticia que leí en mi teléfono: el asesinato de un lutier alemán y su hija de 14 años, en una localidad en las afueras de Asunción del Paraguay, motivados por el robo de unos violines Stradivarius. Dos cosas me generaron una enorme curiosidad. La primera, saber qué hacían semejantes instrumentos musicales en ese lugar remoto, qué había pasado para que llegaran hasta ahí. La otra, fue un deseo por conocer más la historia de los violines fabricados por Antonio Stradivari, rodeados por ese halo fascinante. Fue una curiosidad personal que se convirtió en una de esas obsesiones que quise responder con la novela. La novela incluye un prólogo de Mario Vargas Llosa. ¿Qué supone para el autor que un Nobel prologue su obra? Es un gran honor haber recibido esas palabras de Mario Vargas Llosa, no solo por su distinción como Nobel de Literatura, sino por su calidad humana, puesta de manifiesto en la honestidad con que defendió siempre sus convicciones, teniendo el valor de ir en contra de la mayoría, reconocer sus errores y cambiar permanentemente, hasta derivar en un decidido alegato en favor de la democracia. A Mario le hicieron llegar uno de los primeros borradores de El misterio del último Stradivarius y se entusiasmó tanto que preparó un hermoso prólogo, del que se seleccionó un fragmento para la novela. Tengo entendido que es lo último que escribió. Sus palabras, más allá de un profundo análisis del libro, son un reconocimiento a mi persona y a mi trayectoria de vida, dedicada a la literatura y a otros campos de la cultura. Novela negra y novela histórica. ¿Ha sido difícil conjugar ambos estilos? Creo que ese fue el mayor desafío al escribir la novela. Siendo muy distintos, los pasajes históricos, dedicados al pasado, y, por otra, los que ocurren en la actualidad, vinculados a la historia del asesinato; debían estar equilibrados, retroalimentándose, contribuyendo a mantener la tensión narrativa, hasta el momento del desenlace. ¿En cuál de esas dos partes ha disfrutado más? Probablemente en los pasajes históricos que comienzan en Cremona, cuando Antonio Stradivari se propone construir su último violín y se entrega con devoción a su arte, hasta crear la obra más perfecta posible. Luego, éste recorre distintos escenarios por los que el violín deja su huella, como la invasión napoleónica de Venecia, el atentado contra el archiduque Francisco Fernando, que inició la Primera Guerra Mundial, la aparición del fascismo o la vida en la Risiera di San Sabba, el único campo de concentración que existió en Italia. Parte de un hecho real violento y sin sentido. ¿Ha querido salvaguardar la memoria de Bernard Raymond von Bredow? La noticia del asesinato de Von Bredow me animó a escribir el libro, pero no quise profundizar en su vida para mantener libre mi capacidad de novelar. Sé que Von Bredow fue un personaje interesante, con múltiples facetas. Se dedicó a la confección de instrumentos musicales, pero también fue un conocido arqueólogo, que descubrió el esqueleto de un mamut, pero no quisiera emitir ningún juicio sobre su persona. Hasta el día de hoy, para mí sigue siendo un misterio cómo entró en posesión de esos violines Stradivarius que le costaron la vida y por qué decidió afincarse en un lugar remoto del Paraguay. Este es el protagonista de una de las partes de la novela; el otro, el propio Stradivari. ¿Qué comparten y en que difieren ambos luthieres? El protagonista principal de la novela es el violín Stradivarius, el último fabricado por el luthier cremonés, en el que vierte todos sus conocimientos, su pasión y su sabiduría, lo que resulta en un instrumento excepcional, que motivaba la codicia y compasión de los hombres y simbolizaba la eterna pugna entre la bondad y la maldad. Recorre algunos de los acontecimientos más trascendentales de la historia de Europa en los últimos 250 años y funciona como un hilo invisible que parece traer consigo una especie de fatalidad. El otro protagonista es el comisario Tobosa, que se encarga de la investigación del crimen del luthier alemán en el Paraguay. Él busca el violín y, al encontrarlo, enfrenta decisiones trascendentales que le permiten encontrarse a sí mismo. "Los Stradivarius están en una categoría especial: la de las obras de arte que exceden a sus creadores"Se han perdido o han sido robados varios Stradivarius, ¿Utiliza esta circunstancia para escribir sobre el último de ellos? Los Stradivarius están en una categoría especial: la de las obras de arte que exceden a sus creadores, que sobreviven generación tras generación y son inmortales. Es sorprendente que, habiendo pasado tanto tiempo y con los vertiginosos avances tecnológicos, nadie haya sido capaz de imitar su sonido celestial. Creo que, como está planteado en la novela, el violín es una metáfora de muchas cosas, especialmente de la capacidad que tiene la belleza, así sea de manera efímera e individual, de corregir la fealdad del mundo y hacer mejores a las personas. ¿Hay que amar la música y tener una sensibilidad especial para comprender en toda su profundidad la novela? Para nada. Esta no es una novela para especialistas, la escribí para que cualquiera pudiera disfrutarla y conmoverse. Seguramente, hacerlo ayude a amar la música, pero, ¿quién no la ama? El misterio del último Stradivarius sigue la trayectoria de un instrumento musical, pero es una novela que, con ese pretexto, busca ahondar en las distintas facetas de la personalidad humana.
¿Alejandro G. Roemmers entiende la vida sin música? ¿Existe un día sin música para usted? Me haces recordar la frase del epitafio de Kurt Vonnegut: «La única prueba que necesitó para probar la existencia de Dios fue la música». El mundo podría subsistir sin el arte, pero la vida no sería igual. Un día sin música, poesía, cine o alguna forma de arte, sería un día perdido. ¿Cómo ha construido la partitura de su novela? El mayor reto fue la convivencia de ambas historias: la del violín que participa en algunos de los acontecimientos centrales de la humanidad y la de la investigación emprendida por Tobosa para descubrir al asesino del luthier alemán. Siendo tan diferentes, debían estar equilibrados y funcionar coordinados, retroalimentándose y contribuyendo a elevar el misterio y la tensión narrativa de la novela. Esta es una novela con un final abierto, el violín sigue vivo, su trayectoria continúa, esperemos que para el disfrute de las personas. Todos los escritores aprenden cuando escriben. ¿Qué mensaje le deja a usted “El misterio del último Stradivarius”? El ser humano es capaz de lo mejor y lo peor y el arte es una de las cosas que pueden acercarlo a lo mejor de su esencia. El arte ya estaba en las cuevas de Altamira, el ser humano siempre sintió la necesidad de expresarse. Poder hacerlo libremente es una de las cosas que lo acercan a lo mejor de su naturaleza. Para Alejandro G. Roemmers, la música es… La música está en todas partes, yo la he disfrutado desde muy pequeño. Mi mamá toca muy bien el piano, y yo tomo lecciones desde que era un niño. Además, nuestros padres siempre estimularon ese gusto llevándonos a conciertos y a la ópera. En 2008, con Daniel Doura, compuse «Sinfonía Argentina», para piano, orquesta y coro, que fue estrenada en Teplice, en la República Checa, y causó un gran impacto por sus proporciones épicas. Posteriormente, la orden franciscana me encomendó musicalizar «El cántico de las criaturas», sobre el poema de San Francisco de Asís, que trabajé con un compositor. La música es una forma de arte omnipresente, que está en la sonoridad de las palabras de la poesía y que incluye la posibilidad de sentarse en silencio, mirar y disfrutar la belleza de la creación que nos rodea, que es la apreciación del arte de Dios e incluye el sonido de los pájaros, el rumor de las olas, el rumor de las hojas que el viento arrastra. Puedes comprar el libro en:
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