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"El hombre nuevo", de Grigore Dumitrescu

Ed. Omen. 2024
martes 09 de septiembre de 2025, 21:20h
El hombre nuevo
El hombre nuevo
Estamos ante un destacado libro sobre uno de los regímenes más autocráticos y criminales que produjo la Europa del siglo XX y, porque no decirlo, formando parte de toda una pléyade de sistemas del comunismo, y este es el de Rumanía. Es un volumen publicado por una nueva editorial, muy comprometida con la cultura, y que merece todos los parabienes y la fortuna del éxito.

Esta ideología comunista, genocida donde las haya, sigue teniendo mejor prensa, inexplicablemente, que las denominadas de derechas, nazismo, franquismo, fascismo, pinochetismo, etc., todas tan similes. Este libro nos refiere la vida de represalias padecida por Grigore Dumitrescu, nacido el 24 de mayo de 1923 en Cepari, y arrestado en 1948 por no haber denunciado a su hermano que estaba realizando acciones contra el régimen, y que no deberían ser otras que intentar obtener libertad y democracia en la Rumanía de los antiguos y prerromanos dacios. Por todo lo que antecede, se le acusó de omitir la denuncia contra su hermano. Como suele ocurrir, de forma paradójica, en los regímenes autoritarios, se le hizo una ficha lo más pormenorizada posible, indicando hasta un estudio fenotípico sobre el detenido. La obra, escrita con una magnificente exposición de todo tipo de datos, es del propio sufriente represaliado.

La fecha de inicio de la condena (que coincide con la de su detención) es el 2 de octubre de 1948, solo que el reo Dumitrescu no abandonará la cárcel hasta el 30 de septiembre de 1953. Hay también una mención a ‘cómo ha trabajado y al oficio aprendido’, y de él se afirma que ‘ha cumplido’ y que su ‘conducta ha sido satisfactoria’. La huella digital de su pulgar derecho y una firma legible, realizada con pluma gruesa y tinta negra, completan tan sucinta información, que, en muchos casos son los únicos rasgos que, en general, han quedado de cada uno de los desafortunados que dieron con sus huesos en las prisiones comunistas. Cientos de miles de vidas y almas destruidas, de los que apenas han quedado algunas líneas y algunos recuerdos difusos, sean propios o de sus descendientes, junto a decenas de miles de tumbas sin cruz: esto es lo que dejó el comunismo a su paso por Rumanía”.

El prólogo más que esclarecedor, es prístinamente apodíctico, lo ha realizado el Doctor Marius Oprea, historiador y fundador, a la sazón, del Instituto para la Investigación de los Crímenes del Comunismo en Rumanía. Grigore Dumitrescu pretende, con esta obra paradigmática, desenmascarar, total y absolutamente, al comunismo rumano que pretendió, sensu stricto, domeñarlo y anular su mente y su espíritu. Será en la pavorosa cárcel para estudiantes reivindicativos de Pitesti donde se le intenté reeducar, pero no lo podrán conseguir. Existe un indubitable milagro de la divinidad que se produce cuando consigue huir a la Alemania occidental, a mediados de los años sesenta, escondido con su esposa en un vagón de madera. Todos los recuerdos de su calvario comunista carcelario los irá acumulando en su ágil inteligencia, y así podrá publicarlos en este libro, que verá su nacencia en la capital del Estado alemán de Baviera, Muchich/München, en el año 1978. Está claro que el comunismo sometió a los rumanos y, a tantos millones de seres humanos, a una total deshumanización, ya que era preciso acabar con la individualidad y subsumirla en el sentir colectivo adocenado. Rumanía padecería, gravemente, lo que representó para Europa, tras el año 1945, la caída del criminal nacionalsocialismo y la substitución por la otra ideología, de la misma calaña, que iba protegida y enaltecida por el Ejército Rojo de Josif Stalin.

Siguiendo un plan minuciosamente concebido en Moscú -que apostaba por la sumisión total de los países que orbitaban en torno a la URSS- la ‘sovietización’ supuso, en primer lugar, la aniquilación de cualquier oposición al invasor. Para ello, la élite política y económica debía ser físicamente eliminada tanto en las cárceles como en los campos de concentración. La instauración de las ‘democracias populares’ vino acompañada de un sinfín de tribulaciones: empobrecimiento de la población, expropiaciones, destrucción de la Iglesia y sustitución de la fe en Dios por la fe en Stalin, el nuevo ‘salvador de los pueblos’. Quien solo se atrevía a no creer podía figurar en la interminable lista de los ‘enemigos del pueblo’ y acabar en una cárcel o en un campo de trabajos forzados, si es que era declarado ‘apto’ para convertirse en un esclavo y ser ‘reeducado’ a través del trabajo. En el vocabulario comunista, la ‘reeducación’ tuvo una clara connotación propagandística: el término fue empleado por los comunistas para describir el proceso de inclusión de las antiguas categorías socio-profesionales de la sociedad ‘burguesa’ en el nuevo orden social democrático-popular”.

Se exigía a los rumanos, sin ambages, que respetasen al nuevo orden comunista establecido y, por ende, aceptasen someterse al régimen de ocupación soviético-comunista. Lo que no se suele analizar, sucintamente, es porque se produjo esto, tras la necesaria y pertinente derrota de la Alemania nacional-socialista en la IIª Guerra Mundial entre 1939 y 1945; permitiendo al pseudo-staretz georgiano del Kremlin de Moscú, nacido en Gori, que se quedase y sometiese, casi hasta el exterminio identitario a naciones tales como: Polonia, la antañona Checoslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria, creando un telón de acero, y el hecho lamentable es prístino, y estriba en que la indignidad de Winston Churchill permitió a Stalin que crease un cordón de autodefensa, regalándole países que no deseaban pasar del poder de Hitler al de Stalin, en ese comportamiento egoísta del premier británico se encontraron las facilidades que obtuvo la URSS para arrollar libertades innumerables en la Europa de los años 40 a 70. Con la reeducación se pretendía tener un conocimiento bastante exhaustivo sobre que, era lo que pensaban aquellos jóvenes encerrados en los lugares de concentración. Sea como sea, las actuaciones de los regímenes comunistas, que existieron en Europa, siguen teniendo algún tipo de seguridad aceptada por parte de algunos colectivos, que consideran que era preciso defenderse del capitalismo que les rodeaba. En el penal de Pitesti se conjugó, sin circunloquios, una crueldad sin límites contra los disidentes políticos allí condenados.

«Entre 1949 y 1952, Rumanía se vio sumida en el horror de la primera oleada de represión comunista. Miles de personas, desde la élite hasta el ciudadano común, fueron víctimas de encarcelamientos, deportaciones, torturas y asesinatos en nombre de la ‘dictadura del proletariado’. En el mapa del gulag rumano, el centro penitenciario de Pitesti ocupa un lugar especialmente siniestro. Sus reclusos, muchos de ellos jóvenes estudiantes, fueron sometidos a un monstruoso experimento de ‘reeducación’ a través de la ‘autocrítica radical’ y la tortura recíproca. El objetivo no era otro que convertirlos en una masa informe e infrahumana, materia prima para modelar al ‘hombre nuevo’, un clon poshistórico al servicio de la distopía comunista. Cada víctima se convertía en verdugo, en un macabro juego donde nadie podía escapar de la culpa. Los resultados de lo que René Girard denominaría un ‘laboratorio de la violencia mimética’ fueron parcialmente replicados en otros centros penitenciarios. ‘El hombre nuevo’ es el primer testimonio de una de las víctimas de Pitesti, una desgarradora historia de su supervivencia que a la vez sirve como llamada a la reflexión y a la memoria: un recordatorio imperecedero de las atrocidades que puede cometer la humanidad cuando se ve arrastrada por dogmas totalitarios. La reeducación consistía, sencillamente, en poner al torturador en la misma celda que el torturado y no darles descanso. Malraux afirmó que nadie puede resistirse a una tortura incesante, pero lo que ignoraba en aquel entonces era que en Rumanía acabarían encontrando el secreto del éxito total: bastaba con hacer que los prisioneros se torturaran unos a otros. A nadie se le permite olvidar que entre 1949 y 1952 la experiencia tuvo lugar en Rumanía y que en medio de un archipiélago de horror, una de las islas más odiosas se llamaba Pitesti».

El protagonista había nacido en 1924. El autor escribe en febrero de 1978, en la capital de Baviera, que este libro reproduce, con la mayor fidelidad que le ha sido posible, lo que padeció en Pitesti, aunque manifiesta que ha modificado los nombres de los penados que, en ese momento histórico, todavía estaban vivos. La obra también nos ofrece diálogos reales sobre lo que acaeció. Como es de rigor esperar, la Seguridad del Estado rumano, la Securitate, causante responsable de tanto dolor, suele ser exonerada por algunos de sus antiguos miembros, que se disculpan indicando que ellos defendieron a Rumanía, con su máximo esfuerzo de lo que califican como ‘legionarios y espías’, y para agravar más la cuestión, ninguno de los convictos acepta haber formado parte de la temible policía política de la Rumanía comunista. En suma, indicar que estamos ante una obra sobresaliente sobre el gulag comunista rumano, que es preciso estudiar y conocer pormenorizadamente. ¡Magnífico libro! «Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?».

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