Rafael Alberti: Hacia la poesía socialRafael Alberti nace en el Puerto de Santa María (Cádiz) el 16 de diciembre de 1902, lugar en el que fallece el 27 de octubre de 1999. Sus ceniza fueron esparcidas en la Bahía de Cádiz -el mar de su juventud-, según su propio deseo. [Y no es casual que el poema con que concluye Marinero en tierra lleve por título “Funerales”.
Toro en el mar
(Elegía sobre un mapa perdido)
1
Eras jardín de naranjas. Huerta de mares abiertos. Tiemblo de olivas y pámpanos, los verdes cuernos. Con pólvora te regaron. Y fuiste toro de fuego.
2
Le están dando a este toro pastos amargos, yerbas con sustancia de muertos, negras hieles y clara sangre ingenua de soldado. ¡Ay, qué mala comida para este toro verde, acostumbrado a las libres dehesas y a los ríos, para este toro a quien la mar y el cielo eran aún pequeños como establo.
3
Habría que llorar. Sólo ortigas y cardos, y un triste barro frío, ya siempre, en los zapatos. Cuando murió el soldado, lejos, escaló el mar una ventana y se puso a llorar junto a un retrato. Habría que contarlo.
4
... y le daré, si vuelve, una toronja y una jarra de barro vidriado, de esas que se parecen a sus pechos cuando saltan de un árbol a otro árbol. Pero en vez del soldado sólo llegó una voz despavorida que encaneció el recuerdo de los álamos.
5
¡Ay, a este verde toro le están achicharrando, ay, la sangre! Todos me lo han cogido de los cuernos y que quieras que no me lo han volcado por tierra, pateándolo, extendiéndolo a golpes de metales candentes, sobre la mar hirviendo. Verde toro inflamado, ¡ay! que llenas de lamentos e iluminas, helándola, esta desventurada noche
donde se mueven sombras ya verdaderamente sombras, o ya desencajadas sombras vivas que las han de tapar también las piedras. ¡Ay, verde toro, ay, que eras toro de trigo, toro de lluvia y sol, de cierzo y nieve, triste hoguera atizada hoy en medio del mar, del mar, del mar ardiendo!
Rafael Alberti: Entre el clavel y la espada.Buenos Aires, Editorial Losada, 1941.
Rafael Alberti a los quince años se traslada con su familia a Madrid. Hasta 1923 su actividad principal es la pintura, que cambiará pronto por el quehacer poético. En 1925 obtiene el Premio Nacional de Literatura por Marinero en tierra. A partir de 1931, y ya afiliado al Partido Comunista, empieza a trasladar a la poesía sus preocupaciones político-sociales. Como consecuencia de la Guerra Civil se exilió primero en Argentina -hasta 1962- y, después, en Italia -en Roma desarrolló tanto su vertiente creativa de pintor como de poeta-, hasta que en 1977 regresa definitivamente a España. Los avatares políticos, los cambios de residencia y el paso de los años en ningún momento han condicionado la continuidad de su labor poética y literaria. El retiro en la sierra de Guadarrama (1923-1924) por motivos de salud y, como consecuencia del mismo, la nostalgia del mar -de su Cádiz natal-, están en el origen del primer libro orgánico de poemas: Marinero en tierra (1924). Los temas y las formas populares continúan en los siguientes libros: La amante (1925), El alba del alhelí (1927). Y si con Cal y canto (1926-1927) Alberti rinde homenaje a Góngora y cultiva además los motivos de la vida moderna en una lírica claramente vanguardista, con Sobre los ángeles (1927-1928) logra una de las obras maestras de la poesía surrealista. A sus últimos años de estancia en España previos al exilio corresponden varios libros de inspiración revolucionaria: El poeta en la calle (1931-1935), De un momento a otro (1934-1939), etc. En su exilio americano, Alberti sigue publicando libros de extraordinaria belleza lírica, muchos de los cuales revelan la nostalgia de su patria: Entre el clavel y la espada (1939-1940) -al que pertenece el poema que hemos seleccionado para su comentario-, Pleamar (1944), A la pintura (1945-1952) -bellas glosas líricas de la obra de célebres pintores-, Retornos de lo vivo lejano (1948-1956), Coplas de Juan Panadero (1949-1953), Ora marítima (1953), Baladas y canciones del Paraná (1953-1954), etc. De su estancia en Roma sobresale la obra Roma: peligro para caminantes (1968). Desde su regreso a España, Alberti publica varios libros, el mejor de los cuales tal vez sea Versos sueltos de cada día (1979-1982). Alberti es, asimismo, autor de un sugestivo libro de memorias (La arboleda perdida, 1951) y de algunas obras de teatro (El hombre deshabitado, 1931; El adefesio, 1944) etc. La obra poética de Rafael Alberti es, pues, extraordinariamente variada, y revela una gran maestría para abordar los más diversos temas y estilos, en una permanente renovación a lo largo de su dilatada existencia, oscilando entre el neopopularismo de Marinero en tierra, el gongorismo de Cal y canto, el surrealismo de Sobre los ángeles, el compromiso político de El poeta en la calle... Y es común a toda la poesía de Alberti una gran destreza verbal, un sorprendente dominio de la forma que le permite los más audaces virtuosismos técnicos con la mayor espontaneidad (por ejemplo, el manejo de las “enumeraciones caóticas”, y una poderosa capacidad plástica y sensual que entronca con su pasión por la pintura. El poema “Toro en el mar” nos sitúa ante un tipo de poesía “comprometida”. La obra a la que pertenece está escrita en fechas muy significativas para el poeta: 1939-1940. Y no esd casual que lleve el subtítulo “Elegía sobre un mapa perdido”: el de su patria española, de la que por motivos políticos se encuentra alejado, tras la cruenta Guerra Civil y la instalación en el poder del bando de los vencedores. Cinco secciones conforman un poema que suma un total de 48 versos; si bien, cada sección tiene sus peculiaridades métricas. La primera sección consta de 6 versos, todos los cuales son octosílabos, salvo el cuarto, que es pentasílabo (“los verdes cuernos”, un verso que hace las veces de pie quebrado, y en el que la verdura de los campos en que se movía el toro con libertad se ha trasladado a las astas); y los versos pares riman en asonante /é-o/ (“abiertos/cuernos/fuego”). La segunda sección tiene 9 versos (del 7 al 15) heterométricos (entre 4 y 15 sílabas); y podemos considerar los versos 8 (pentasílabo: “pastos amargos”, con asonancia interna /á-o/) y 10 (tetrasílabo: “negras hieles”, por su ubicación en la agrupación estrófica y su relevancia significativa, como versos de pie quebrado. Asimismo, destaca el diferente ritmo acentual de los tres endecasílabos: verso 11, heroico (“y clara sangre ingenua de soldado”); verso 14, sáfico (“para este toro a quien la mar y el cielo”); verso 15, enfático (“eran aún pequeños como establo”). Los versos con que arranca la estrofa (7-8: “Le están dando a este toro / pastos amargos”) combina la contundencia de la aliteración de dentales con la dureza semántica de su contenido dentales; mientras que los cuatro versos finales (del 12 al 15), entre exclamaciones que aumentan el patetismo de su contenido, desplazan la atención hacia el verso 12, un alejandrino que se inicia con la interjección “ay”, como expresión de una dolorosa aflicción (“¡Ay, qué mala comida para este toro verde…!”). Y salvo dos versos blancos (el 7 y el 13), los demás se agrupan en diferentes asonancias que ayudan a sostener el ritmo y la eufonía: /á-o/ (versos 8, 11 y 15: “amargo/soldado/establo”), /é-o/ (versos 9 y 14: “muertos/cielo”), /é-e/ (versos 10 y 12: “hieles/verdes”). La tercera sección tiene 8 versos (del 16 al 23), seis de los cuales son heptasílabos (16, 17, 18, 19, 20 y 23) ) y los dos restantes, endecasílabos: 21 (enfático, con una doble antirritmia: “lejos, escaló el mar una ventana”) y 22 (melódico: “y se puso a llorar junto a un retrato”); y riman en asonante /á-o/ los versos 17 (“cardos”, 19 (“zapatos”), 20 (“soldado”), 22 (“retrato”) y 23 (“contarlo”): mientras que los versos 16, 18 y 21 quedan libres. La aliteración del fonema vocálico /o/ hace más patético el contenido del verso 17: “Sólo ortigas y cardos”, patetismo que se prolonga al verso 18 y que remarcan las palabras que comienzan con la cabeza silábica compuesta tr- (“triste”) y fr- (“frío”), así como la vibrante múltiple /rr/ de la palabra “barro”. Finalmente, las perífrasis verbales obligativas de los versos 16 (“Habría que llorar”) y 23 (Habría que contarlo”) sirven para recriminar algo que se debería haber hecho en el pasado (“llorar” y contar[lo]”) y no se hizo o, al menos, no lo suficiente, lo que supone una actitud crítica con carácter retrospectivo y, así, el lamento adquiere una mayor fuerza. La cuarta sección consta de 7 versos (del 24 al 30), todos endecasílabos, a excepción del 28, que es heptasílabo (“Pero en vez del soldado”), y actúa como verso de pie quebrado. Y riman en asonante /á-o/ los veros 25 (“vidriado”, 27 (árbol”), 28 (“soldado”) y 30 “álamos”); mientras que los otros tres (24, 26 y 29) quedan libres. Y, de nuevo, un verso con enorme fuerza expresiva, a la que contribuye la aliteración del fonema vocálico /o/: el 29, un endecasílabo enfático (“sólo llegó una voz despavorida”). Y los tres puntos suspensivos con los que se inicia esta cuarta sección -y letra inicial minúscula- crean una pausa transitoria que rompe de forma abrupta el pensamiento anteriormente desarrollado. Y así se logra aumentar la expresividad de unos versos que focalizan la atención en dos de ellos: el 28 (que se inicia con conjunción adversativa) y el 29: “Pero en vez del soldado / sólo llegó una voz despavorida”. Y llegamos a la quinta sección el poema, compuesta por 18 versos (del 31 al 48) que adquieren una tonalidad fuertemente elegíaca, y en los que la conjunción “¡ay!” se reitera hasta 5 veces (versos 31, 32, 38, 44 (por partida doble, formando una anadiplosis: “¡Ay, verde toro, ay…!”). En estos 18 versos, el más largo de los cuales alcanza las 16 sílabas (el 41: “donde se mueven sombras ya verdaderamente sombras”) predomina el ritmo heptasilábico (son heptasílabos los versos 31, 35, 37, 44, 45), y alejandrinos -con cesura central que los divide en dos hemistiquios de 7 sílabas-, los versos 36 y 39; cuatro son los endecasílabos con diferentes ritmos (versos 32, 33, 34 y 43); dos, los eneasílabos (versos 38 y 40); y 1 decasílabo (verso 42). Esta distribución de versos y su ubicación ayudan a conferir a la expresión un ritmo lento de salmodia, a la que contribuyen eficazmente la continua reiteración de palabras (en especial en los versos 41-42 y 47-48); la abundancia de adjetivos (en ocasiones situados a ambos lados del nombre al que acompañan; así, en los versos 42: “desencajadas sombras vivas”, y 47: “triste hoguera atizada”); algún adverbio en “-mente” (verso 41: “verdaderamente”); media docena de los gerundios (versos 32, 35, 36, 37, 39 y 48); e incluso el hecho de que la esticomitia de los versos solo se vea alterada por encabalgamientos oracionales (versos 40-41, 42-43, 44-45). De esta forma, el poeta logra comunicar un contenido que se va haciendo angustioso por momentos, hasta cerrar el poema con los momentos de máxima tensión emocional. Consideremos ahora el poema desde una perspectiva metafórica. Una metáfora poco original (España convertida en toro; la forma del mapa de España se parece bastante a una piel de toro) le sirve a Alberti, por su continuidad a lo largo de las cinco secciones del poema, para poner en pie una alegoría de impresionante fuerza dramática. La dichosa evocación del toro que figura en los versos iniciales -España es “jardín de naranjas”, “huerta de mares abiertos”, “tiemblo [temblor] de olivas y pámpanos”- da paso a un toro que sólo se alimenta de “mala comida” (verso 12), de “pastos amargos, / yerbas con sustancia de muertos” (versos 8-9), a una España que no es sino una “triste hoguera atizada hoy en medio del mar, / del mar, del mar ardiendo” (versos 47-48), y en la que ha desaparecido la alegría vital de lo que antaño fue “toro de trigo, / toro de lluvia y sol, de cierzo y nieve” (versos 45-46). Y Alberti se conduele con el recuerdo de los muertos que siembran la geografía española -aunque la guerra ya haya terminado-: todo el “mapa perdido” -el poema lleva por subtítulo “Elegía sobre un mapa perdido”- ha sido regado con “clara sangre ingenua de soldado” (verso 11). Y el dolor del poeta se extiende a los versos finales de la cuarta sección: “Pero en vez del soldado / sólo llegó una voz despavorida / que encaneció el recuerdo de los álamos” (versos 28-30). Es, no obstante, en la última estrofa del poema, de carácter claramente elegíaco, en donde la voz de Alberti resuena con más patetismo: la patria está siendo martirizada; al toro “me lo han volcado / por tierra, pateándolo” (versos 34-35). Y el léxico se hace por momentos más y más desgarrado -como ya lo era en la sección tercera, trágica expresión de su dolor por el soldado muerto-: la “desventurada” noche en que España queda sumida está llena de heladores lamentos; una España “donde se mueven sombras ya verdaderamente sombras, / o ya desencajadas sombras vivas / que las han de tapar también las piedras” (versos 41-43). La densidad conceptual y fuerza expresiva de toda la quinta sección -en verso libre, con clara tendencia hacia el verso extenso, y un ritmo entrecortado, acorde con el contenido semántico de los versos- recuerda a Miguel Hernández y anticipa la poesía social de Blas de Otero.
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Un poema muy difundido de Alberti es el que lleva por título “Galope”, sobre todo desde que Paco Ibáñez lo interpretó, en compañía del propio Alberti, en el Olimpia de París, en 1969; una interpretación en directo a la que podemos tener acceso a través de este enlace: http://www.youtube.com/watch?v=RXuA4eiZfgA
Galope
A galopar Las tierras, las tierras, las tierras de España, las grandes, las solas, desiertas llanuras. Galopa, caballo cuatralbo, jinete del pueblo, al sol y a la luna. ¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar!
A corazón suenan, resuenan, resuenan las tierras de España, en las herraduras. Galopa, jinete del pueblo, caballo cuatralbo, caballo de espuma. ¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar!
Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie; que es nadie la muerte si va en tu montura. Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo, que la tierra es tuya. ¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar!
Alberti usa la rima interna en este poema (“Galopa, caballo cuatralbo, / jinete del pueblo”), una invitación a las clases obreras a no desfallecer, a perseverar en su espíritu de lucha por lograr conquistas sociales. El ritmo acelerado que el galope de ese caballo -“jinete del pueblo”- confiere a los versos y la continua presencia de palabras con fonemas vibrantes acentúa aún más la carga emocional del poema.
********** Podemos completar esta breve inmersión en la “poesía comprometida” de Alberti leyendo el análisis que efectuamos del poema “Desprecio y maravilla”, que da título al libro publicado en edición bilingüe español-italiano en Roma, en 1972. (Seix Barral lo publica en 2002 en la Colección Biblioteca breve, con prólogo de Pere Gimferrer). Puede accederse a él consultando el Boletín del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados de Madrid, núm. 311 (mayo-junio, 2024), en las páginas 42-44; y en el siguiente enlace: https://cdlmadrid.org/revista-colegial-mayo-junio-2024/
Rafael Alberti regresa a España, desde el exilio, en 1977. [“Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta, tendida a la amistad de todos”. Alberti aceptó presentarse como cabeza de lista del PCE en Cádiz a las elecciones de junio de 1977, y aunque ganó su escaño, renunció en septiembre y se lo cedió a Francisco Cabral Oliveros, dando paso así al primer jornalero en Cortes: “Pueblo, yo cedo mi voz/a otra mano que también / alza el martillo y la hoz”].
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