Una relectura de la poesía neopopular de Rafael Alberti viernes 25 de abril de 2025, 11:38h
Rafael Alberti (Puerto de Santa María/Cádiz, 1902-1999) se trasladó a los quince años con su familia a Madrid. Hasta 1923, su actividad principal es la pintura, que cambiará pronto por el quehacer poético. En 1925 obtiene el Premio Nacional de Literatura por Marinero en tierra. A partir de 1931, y ya afiliado al Partido Comunista, empieza a trasladar a la poesía sus preocupaciones político-sociales. Como consecuencia de la Guerra Civil se exilió primero en Argentina -hasta 1962- y, después, en Italia -en Roma desarrolló tanto su vertiente creativa de pintor como de poeta-, hasta que en 1977 regresa definitivamente a España. Los avatares políticos, los cambios de residencia y el paso de los años en ningún momento han condicionado la continuidad de su labor poética y literaria. El retiro en la sierra de Guadarrama (1923-1924) por motivos de salud y, como consecuencia del mismo, la nostalgia del mar -de su Cádiz natal-, están en el origen del primer libro orgánico de poemas: Marinero en tierra (1924), acogido por Juan Ramón Jiménez con gran entusiasmo; una obra en la que el propio Alberti reconoce la influencia de los poetas anónimos del Cancionero y Romancero españoles del XV. Los temas y las formas populares continúan en los siguientes libros: La amante (1925) y El alba del alhelí (1927). Y estas son las tres obras que proponemos para su lectura, en las que ya resplandece ese sorprendente virtuosismo técnico que fluye con gran espontaneidad y esa destreza verbal y poderosa capacidad plástica y sensual que entronca con su pasión por la pintura. Nos vamos a centrar, pues, en estas tres obras, que que constituyen el núcleo del quehacer poético inicial de Alberti, compuestas por poemas breves, rítmicos, de corte musical, en los que se reinterpretan los motivos tradicionales con un sello personalísimo; poemas en que se combinan la inspiración popular y la expresión culta, la sencillez más extrema junto a la máxima condensación expresiva, y que, a nuestro personal entender, constituyen lo mejor de su obra. Tenemos delante la edición publicada en Madrid por la editorial Castalia en 1972 (la quinta edición es de 1990), en la colección Clásicos Castalia, núm. 48; una edición con introducción y notas a cargo del hispanista Robert Marrast. Marinero en tierra: Temática, génesis, estructura y valoración crítica de la obraAlberti se instaló en San Rafael de Guadarrama -para recuperarse, en un sanatorio de la sierra madrileña, de una enfermedad pulmonar- durante los veranos de 1922 a 1924; y allí escribió los poemas de un libro inicialmente titulado Mar y tierra -y que, al publicarse, en 1925, tras obtener el Premio Nacional de Literatura, llamará Marinero en tierra-. El propio Alberti explica, en sus memorias -La arboleda perdida- la génesis de esta obra: “Como su nombre daba a entender, Mar y tierra se dividía en dos partes. La primera agrupaba los poemas debidos directamente a la serranía guadarrameña, junto a otros de diversa temática, y la segunda -que titulaba Marinero en tierra-, los que iba sacándome de mis nostalgias del mar de Cádiz, de sus esteros, sus barcos y salinas [...] Lejos andaba yo por aquellos días de toda injerencia o desorden ultraístico, persiguiendo una extremada sencillez, una línea melódica clara, precisa, algo de lo que Federico García Lorca había ya conseguido plenamente en su Baladilla de los tres ríos. Pero mi nueva lírica naciente no solo se alimentaba de canciones. Abrevaba también en Garcilaso y Pedro Espinosa. (Góngora vendría luego) [...] A los ultraístas, que suponían una violenta y casi armada reacción contra las formas clásicas y románticas, escribir un soneto les habría parecido cometer algo peor que un crimen. Y eso hice yo, poeta al fin y al cabo más joven, libre, además de desconocido”. El tema principal de la obra es la nostálgica añoranza del mar: el vivir tierra adentro desde los quince años había creado en el espíritu del poeta un recuerdo imborrable de esa bahía de Cádiz que le vio nacer -y cuyas cenizas, con el correr de los años, albergará en su seno-, y que se difunde, con gran acierto, por la mayoría de los poemas, especialmente de los que integran la “segunda parte”. Este tema principal -la actitud sentimental de Alberti frente al mar, de irreprimible añoranza- se articula en torno a una serie de “motivos marineros”, que el propio poeta enuncia así -de nuevo, en sus memorias-: “Aquella novia apenas entrevista desde una azotea de mi lejana infancia portuense se me fue transformando en sirena hortelana, en labradora novia de vergeles y huertos submarinos. Empavesé los mástiles livianos de mis canciones con gallardetes y banderines de los colores más diversos. Mi libro comenzaba a ser una fiesta, una regata centelleante movida por los soles del sur […] Me imaginé pirata, robador de auroras boreales por mares desconocidos. Entreví un toro azul -el de los mitos clásicos- por el arco perfecto de la bahía gaditana, a cuyas blancas márgenes, una noche remota de mi niñez, saliera yo a peinar la cauda luminosa del cometa Halley. Vi, soñé o inventé muchas pequeñas cosas más, sacadas todas de aquel pozo nostálgico, cada día más hondo, según me iba alejando de mi vida primera, tierra adentro”. Componen el libro 102 poemas, que se agrupan en dos partes. La primera parte se divide en nueve secciones: “Sueño del marinero” (poema en tercetos encadenados que sirve como de prólogo a la obra), “Sonetos alejandrinos” (tres), “Sonetos” (diez, en versos endecasílabos), “El pino verde” (doce poemas), “Jardín de amores -macetas-” (cinco poemas), “Los héroes” (tres poemas), “Nanas” (ocho poemas), “Tres poemas sueltos”, y “Atlas” (siete poemas); y la segunda parte, que alcanza un total de 50 poemas, comprende tres secciones: la primera, integrada por 25 poemas; la segunda, constituida por tres sonetos de factura clásica: “Triduo de alba, sobre el Atlántico, en honor de la Virgen del Carmen”; y la tercera, que está compuesta por otros 22 poemas. La métrica empleada por Alberti constituye otro de los indiscutibles aciertos poéticos de Marinero en tierra. Los poemas son, por lo general, breves: entre cinco versos -como en el poema “Mi amante”- y hasta quince, aunque predominan los poemas de once, trece y quince versos; y solo en algunos casos se ronda o supera la treintena de versos: así sucede en “Sueño del marinero” -poema que encabeza la obra, formado por doce tercetos encadenados, con un total de treinta y siete versos-, y en la emotiva “Elegía del niño marinero” -compuesta por cuarenta versos, distribuidos en diez cuartetas-, y también en el poema que cierra el libro, “Funerales” -con otros veintiocho versos agrupados en siete cuartetas-. Las estrofas suelen constar de dos y cuatro versos, en la línea de la lírica primitiva de tipo tradicional, a la que también responden el uso de construcciones paralelísticas, de frecuentes estribillos -a modo de las “vueltas” de los villancicos-, y de glosas breves de versos tomados de fórmulas transmitidas por la tradición folclórica; todo lo cual confiere a los poemas un ritmo sencillo, muy adecuado para contribuir al logro de ese clima de afectividad y acendrado lirismo que se diluye por toda la obra. En cuanto a la rima, se emplea indistintamente la asonante y la consonante, y son muchos los poemas en los que, gracias a su adecuada distribución, se obtienen sorprendentes efectos musicales -por ejemplo, el titulado “Dondiego sin don”-. Y aunque el verso más usado es el octosílabo, son también frecuentes los heptasílabos, tetrasílabos, hexasílabos y eneasílabos; y no resulta inusual la heterometría en un mismo poema -por ejemplo, la combinación de versos de cuatro, seis, cinco, ocho, nueve y tres sílabas en el gracioso poema “¡A volar!”, compuesto de quince versos, agrupados en tres conjuntos estróficos de cinco, siete y tres versos-. De Marinero en tierra dijo Juan Ramón Jiménez: “Poesía popular, pero sin retorno innecesario: nueva; fresca y acabada a la vez; rendida, ágil, graciosa, parpadeante: andalucísima”. Y es obra que revela la extraordinaria capacidad de Alberti para abordar la lírica popular, utilizando como cauce expresivo la graciosa métrica aprendida en los Cancioneros medievales y en Gil Vicente. No es, por tanto, la poesía de Marinero en tierra fácil de construir técnicamente; porque bajo su aparente sencillez, late una depurada técnica literaria que logra hacerla cercana al lector, permitiéndole disfrutar de un fresco y tierno lirismo. Los poemas de Marinero en tierra podrían condensarse en uno solo -titulado “El rey del mar”-, que simboliza el deseo del poeta de sumergirse en el puro mundo marino: Los marineros lo han visto / llorar por la borda, fiero. / ¡Por las sirenas malditas, / matádmelo, marineros! / Que él quiere ser el rey del mar / y yo también quiero serlo. [] ¡Mis hombros de hombre de mar! / (Un manto de agua salada, / para vosotros, mis hombros). / ¡Mi frente de rey del mar! / (Una corona de algas, / para ti, mi sola frente). La amante: Temática, génesis, estructura y valoración crítica de la obraLas formas populares exhibidas por Alberti en Marinero en tierra tienen su continuidad en los poemas de La amante, que son fruto de un viaje que Alberti realiza por tierras de Castilla y por las provincias vascas; y en ellos recoge las impresiones que le causan los pueblos -más de un centenar- por los que pasa, así como sus gentes: cazadores, carreteros, leñadores, pastores, lavanderas... Son poemas muy breves -que no suelen sobrepasar los diez versos-, de gran sencillez estilística -sin adornos inútiles-, y que, en todo momento, rehuyen la interpretación más o menos filosófica de los paisajes y personas que va descubriendo. La amante -como Marinero en tierra- es obra que también anticipa esos rasgos comunes a toda la futura poesía de Alberti que ya señalábamos: destreza verbal, dominio de la forma y capacidad plástica y sensual; poesía -insistimos- de una difícil construcción formal, pero a la que el lector se acerca con suma facilidad para disfrutar de su evocador y delicado lirismo. Repárese, por ejemplo, en este breve poema, que el poeta sitúa marco geográfico de Peñaranda de Duero: ¿Por qué me miras tan serio, / carretero? // Tienes cuatro mulas tordas, / un caballo delantero, / un carro de ruedas verdes, / y la carretera toda / para ti, / carretero. / ¿Qué más quieres? El alba del alhelí: Temática, génesis, estructura y valoración crítica de la obraEsta tercera obra de inspiración popular llevó como primitivo título el de Cales negras. Se compone de tres secciones: “El blanco alhelí”, “El negro alhelí” y “El verde alhelí” -conjunto de 53 “Playeras” que nacen de la visita que, por espacio de dos meses, realiza Alberti a su hermana, en Almería-; y, a diferencia de las canciones de Marinero en tierra, las de esta otra obra recogen una realidad vivida. A este respecto, escribe Robert Marrast: “En El alba del alhelí, le preocupan más los aspectos de la realidad ruteña que chocaban ya con su innato sentido de la libertad y de la justicia. Simpatiza con la húngara, en la que ve el símbolo de la vida sin trabas, al margen de una sociedad de moral rígida; le interesa la suerte del prisionero que desearía ver, como él, en libertad; le indigna la reclusión de 'la encerrada', víctima de un orden que impone leyes inhumanas a una muchacha cuya única culpabilidad se debe a que es hermosa y joven”. [Recordemos que tras las catorce canciones que, con el título genérico de “Navidad”, encabezan “El blanco alhelí”, se encuentran las diez canciones dedicadas a "La húngara" -este es su título-, “preciosa muchacha magiar, vagabunda con su familia dentro de un carro verde ornamentado de flores, pájaros y espejitos” -señala Alberti en La arboleda perdida-. Por otra parte, son seis los poemas de la serie “El prisionero”, incluidos en “El negro alhelí” -segunda parte de El alba del alhelí-, reservada casi en su totalidad a motivos ruteños de tono dramático. Hablando de su primera estancia en Rute, escribe Alberti -en La arboleda perdida-: “Una de las paredes de mi cuarto, aquella en que apoyaba la cabeza para dormir, correspondía a una celda de la cárcel. Gritos y voces comenzaron a entrárseme en el sueño”. Y, más adelante, añade Alberti que fue “sugerida esta serie por aquella celda de la cárcel que yo sabía detrás de una de las paredes de mi cuarto”. Finalmente, la muchacha que inspiró las once canciones de “La encerrada” -y que forman parte, también, de “El negro alhelí”- es la misma que, más tarde, inspiraría la obra teatral El adefesio]. Lo cierto es que -continúa Robert Marrast-, “más o menos consciente y totalmente, Alberti proyecta su propia personalidad en estos personajes que, por las costumbres o los prejuicios erigidos en código estricto, se ven condenados a renunciar a su personalidad. Y no solo descubre 'el problema de no poder comunicar', sino la razón fundamental de la existencia de tal problema: la incompatibilidad de ciertas reglas sociales con el armonioso desarrollo del individuo”. De las 53 “Playeras”, reproducimos la 17 (el poeta quiere cabalgar sobre las olas, e incluso interpela al viento, a quien confía sus anhelos marineros; pero el suyo es un deseo irrealizable): ¡Quién cabalgara el caballo / de espuma azul de la mar! // De un salto / ¡quién cabalgara la mar! // ¡Viento, arráncame la ropa! / ¡Tírala, viento, a la mar! // De un salto, / quiero cabalgar la mar. // ¡Amárrame a los cabellos, / crin de los vientos del mar! // De un salto, / quiero ganarme la mar. Algunas ediciones disponiblesAdemás de la edición de referencia de Castalia (EDHASA/Castalia), hay ediciones disponibles en Espasa Libros (2004). Solo de Marinero en tierra, en Lumen (1980), Plaza & Janés (1995), Alianza editorial (2016), Visor (2017), Biblioteca nueva (2017). Y solo de La amante, en Alianza editorial (2002) y Aguilar (2008). La Comunidad de Madrid publicó en 2004 un libro de descarga gratuita, titulado La enseñanza del español como segunda lengua a través de ‘Marinero en tierra’: https://www.madrid.org/bvirtual/BVCM001349.pdf
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