El libro se llama “Cambio dramas por croquetas” ¿cómo se le ocurrió el titulo? En mi caso, los títulos son un trabajo de equipo. Y menos mal, porque a mí se me da fatal lo de poner títulos. El libro gira en torno a las cosas de la vida adulta que nos cargan de hartura, en contraposición a lo sencillo que era ser feliz con muy poquito cuando éramos peques. Dando vueltas a esta idea con mis editoras, el título acabó llegando. ¿Es un libro de terapias? Es un libro de comedia, y la risa siempre es terapia. Y además, en mi humilde opinión, la base es la autocrítica, y reírse de una misma es especialmente sanador. ¿Cómo se le ocurrió el escribir este libro? No diría que se me ocurrió: como digo, es comedia y autocrítica. Es, básicamente, lo que soy. Este libro es una extensión de mi persona. Es un negro sobre blanco de lo que pienso cada día. ¿En qué se diferencia de otros parecidos? En que lo he escrito yo, caray. Voy a tirar aquí de lo que me suele decir la gente: yo consigo tocar temas personales, muy comunes, pero a la vez muy complejos, desmenuzarlos, simplificarlos y hacerlos accesibles a la reflexión, a través de escenas cotidianas, desde un humor muy mordaz, ácido, a veces incluso negro. Es una fórmula, por lo visto, muy poco común. ¿Se puede cambiar el rumbo de la vida leyendo un libro? Si tengo que dar una respuesta breve, digo que no. Se puede cambiar el rumbo de la vida conociéndose, identificando qué es lo que falla, queriéndose, siendo capaz de anteponerse cuando hace falta, reconociendo las fortalezas y las limitaciones. Y, aun así, tu contexto siempre te va a condicionar: a veces tus circunstancias no permiten, por mucho que tú quieras, cambiar el rumbo de tu vida, y solo puedes aspirar a capear la tormenta sin perder el timón, pero no a cambiar de destino o de ruta. Quien te venda lo contrario, en mi opinión no pedida, te vende humo. ¿Se ve reflejada en alguno de los capítulos del libro? Coño, Mari, en todos. Este libro se lo dedica a sus animales de compañía ¿son los mejores psicólogos para resolver problemas? No. Los mejores psicólogos son los buenos psicólogos. Pero, ¿sabes?, tener animales es, si no necesario, muy recomendable para quererse a una misma. Porque ellos te recuerdan constantemente quién eres. No te ven a través de los ojos de la sociedad, no tienen expectativas sobre ti que tengas que esforzarte por cumplir. A ellos les da igual que seas escritora, camarera o presidenta de la Unión Europea: te quieren solo porque eres tú. Y te ayudan a recordar que mereces amor, aunque tengas la cuenta en números rojos o nadie, dentro de cien años, vaya a recordar tu nombre. ¿A qué tipo de lector va dirigido? A cualquiera que quiera algo ligero, fresco y divertido. Si luego te llevas alguna reflexión que te ayude a mejorar un poco tu día a día, pues miel sobre hojuelas. Y, sobre todo (a juzgar por lo que pasó con mis libros anteriores), por lo visto es el libro perfecto para regalar a esa amistad por su cumpleaños o por Navidad, cuando no sabes qué regalar. En su libro se cuestiona muchas preguntas ¿en realidad somos tan machacones preguntándonos cosas? Pues no sé el resto de la gente, pero yo me paso la vida haciéndome preguntas. No se puede ir por la vida con las respuestas por bandera si primero no te has cuestionado las cosas, ¿no? En su libro afirma que hay un salto generacional a la hora de hacerse adulto ¿Es igual para todas las personas o por el contrario depende de la formación social que cada uno tenga? Las cosas no suelen ser categóricas: la formación, la personalidad y, supongo, especialmente el contexto y las circunstancias nos condicionan. Que yo esté lloriqueando porque Papá Noel me trajo un pijama feo es una frivolidad cuando hay personas que no pueden llenar la nevera a fin de mes. Lo que he intentado en el libro es, precisamente, redirigir un poco la dimensión que le otorgamos a ciertas cosas y recordar que podemos ser felices solo con lo necesario. Ojo, que no hablo de conformarse ni mucho menos de resignarse, sino de no perder de vista que siempre queda algo, en nuestro interior, capaz de encontrar alegría en las pequeñas cosas. Por curiosidad, ¿cómo le gustan las croquetas? Por fuera crujientes, claro, doradas sin estar quemadas (porque la acrilamida me da miedo), con la bechamel sedosa, que no esté pasada de sal, y con tropiezos que se deshagan bien en la boca. ¿Se le ha quedado algo en el tintero que le hubiera gustado plasmar en este libro? Siempre queda algo pendiente. Pero eso es bueno: lo dejo para el próximo libro. Puedes comprar el libro en:
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