www.todoliteratura.es

"Alandalus", de Emilio González Ferrín

Shackleton Books. 2024
martes 18 de noviembre de 2025, 22:21h
Alandalus
Alandalus
El profesor Emilio González Ferrín presenta una teoría sobre el nombre de su obra, y lo que significa, totalmente aceptable y, quizás hasta rigurosa. La palabra islam representa a la religión surgida del pensamiento de Mahoma, su profeta, y su adjetivo sería musulmán, sometido a la voluntad de su Dios, Allah. Islam se referirá a la civilización ad hoc, e islámico sería su adjetivo, y el árabe sería el idioma.

De forma muy sutil, pero aceptable, la batalla de Guadalete, en el año 711, no conllevó una victoria islámica, ya que el Islam todavía no era una civilización, pero sí musulmana, aunque parece ser que Tariq ibn Ziyad al-Layti, el liberto bereber vencedor del Rey visigodo Rodrigo, era cliente del gobernador o wali de Africa, Musa ibn Nusair, y perteneciente al clan amazigh. Espero y deseo que el doctor González Ferrín sea tan riguroso para definir los Reinos de León, que nunca desapareció ni se subsumió en nada global superior, y del incrementado falsamente Reino de Castilla; negando, a la par, la ahistórica Corona de Castilla, lo que no sé si ha hecho hasta ahora. De esta forma, este medievalista, que realiza el presente estudio asumirá sus, por supuesto, muy elaborados conceptos historiográficos, que son inteligentemente obvios. Esta obra comprende el hecho histórico en el que la lengua árabe formaba parte de la vida cultural de Hispania. Se puede considerar que abarca desde el siglo IX/756 hasta finales del siglo XV/1492.

Pero contemos el relato oficial para, después, resaltar su inconsistencia: en el 711, el último rey visigodo, Rodrigo, habría muerto en la batalla de Guadalete, en combate con las tropas invasoras norteafricanas, árabes y musulmanas, lideradas por Tariq y Musa, lo que dio inicio al largo período de dominación musulmana de Hispania, conocida como Alandalus desde entonces. Habría quedado un resquicio de resistencia al norte, en torno a la figura del príncipe astur Pelayo, que desde que frenó a los invasores moros en Covadonga, Asturias, habría mantenido la esencia cristiana y latina de Hispania, dando comienzo a la lenta Reconquista -de ocho siglos-, representada hoy en la iconografía asturiana por la célebre cruz de la Victoria. Desde 1388, el heredero al trono de Castilla recibiría el título de Príncipe de Asturias en homenaje a tal origen, y la España moderna acabó asimilando así tradición y leyenda”.

En primer lugar, el título de Príncipe de Asturias no proviene de nadie alusivo al trono de Castilla, por variadas razones, sobre todo porque ese título le adviene por ser el Asturorum Regnum o el Asturia Regnum, que es la esencia regia antecesora del Regnum Imperium Legionensis, por lo tanto, es el heredero de los Reinos de Castilla y de León. Tampoco es Pelayo Príncipe Astur, por no poseer ese título los ástures cismontanos-augustanos y transmontanos, y además es muy posible que fuese un espatario visigodo, hijo del dux Fáfila o un hispano-romano, ‘Belay el-Rumí’. Además, tras la muerte del hijo de Pelayo, Favila muerto por un oso, ya colaborará con ellos el duque Pedro de Cantabria, y su hijo, yerno de Pelayo, Alfonso I “el Católico el Mayor” será el primero monarca de ese reino, desde Cangas de Onís. -Item nomina regum catolicorum legionensium (siglo IX d.C.): 1. Pelagius filius Ueremundi nepus Ruderici regis Toletani. Ipse primus ingressus est in asperibus montibus sub rupe et antrum de Aseuba. 2. Deinde filius eius Fafila. 3. Deinde Adefonsus gener Pelagi. 4. Post illum frater eius Froila. 5. Deinde Aurelio. 6. Post Aurelio Adefonsus Castus, qui fundabit Oueto, Etc. Hacia el año 930 ya tenemos a uno de los grandes en el trono emiral omeya de Córdoba; pero, su poder es tan grande que la única solución es que retome el título de califa o comendador de los creyentes, su nombre es Abd Al-Rahman III o Abderramán al Nasir li din Allah, que será el vencedor sobre los infieles en el nombre de la religión de Allah-Dios. En el norte ya existe, desde finales del siglo IX, una entidad sociopolítica no diferenciada en dinastía del Ovetao Regnum o Reino de Oviedo, del gran soberano Alfonso II “el Casto” o Ramiro I, y se trata del Reino de León, que otorgará carta de naturaleza al neogoticismo imperial legionense. La dinastía ástur trasladará sus reales al castro de la Legión VII Gémina Pía Félix, rodeado de ríos, tales como Torío, Bernesga y, sobre todo, el Ástura-Esla. El monarca encargado de ello lo será Ordoño I, quien repoblará ese lugar y, asimismo, Amaya Patricia y Astúrica-Augusta. El hecho es muy claro con Alfonso III “el Grande”, que repoblará y vivirá en la gran fortaleza de Zamora, a orillas del río Duero. ‘Allá en tierra leonesa un rincón se me olvidaba, Zamora lleva por nombre, Zamora la bien cercada’. En la gran urbe de los ástures cismontanos/Ocellum Durii creará su caput regni, y dividirá su regio territorio en tres zonas de influencia: León para García I, las Galicias para Ordoño II, y Oviedo para Fruela II. En lo relativo a las Crónicas asturianas, no existe ese concepto en ninguna circunstancia, ya que los cronistas y las crónicas son legionenses: Najerense, Sampiro, Pelayo de Oviedo, de Alfonso III o a Sebastián, Albeldense, o el Cronicón de San Isidoro-Isidro de León o Chronicon sancti Isidori Legionensis anonymum etc.

En realidad, cuando García I se instaló en la ciudad de León e impulsó desde ahí su reino, lo que implicó realmente fue la incorporación de Galicia al juego geopolítico del centro peninsular. Tengamos en cuenta que la lengua oficial de León sería el gallego hasta la época de Alfonso X (m. 1284), y que dos condados desgajados de León vertebrarían la vida política peninsular mucho después: Castilla y Portugal. Tengamos también en cuenta que, para la vieja Roma, la Galicia sueva existente era la proyectada hacia su natural prolongación en el actual Portugal, que se vertebraba por la llamada calzada atlántica, pero no ocurría así en el norte peninsular, aislado del centro meseteño por una calzada no costera, dado que astures y vascones no formaban parte de la España romana ni de la posterior visigoda. Los suevos sí, de alguna manera alternativa, en el equilibrio atlántico y con vida propia desde Galicia hacia el sur, entre las calzadas atlántica y la ruta de la Plata. Así, los primeros reyes de León sabían lo que hacían, al abrirse al mundo incorporando a Galicia, proyectándose así hacia el sur y alimentándose narrativamente de unos mitos fundacionales astures que tuvieron su momento estelar en la forja de la llamada cruz de la Victoria”.

Desde la Galicia lucense, su soberano estará sometido a García I de León como territorio secundario. El condado de Castilla no se desgajará del Reino de León, porque su titulación, ya con Sancho II como monarca se circunscribirá únicamente a lo que es la actual provincia de Burgos, eso hasta Golpejara, ya que desde ahí hasta el Cerco de Zamora solo signará como Rey de León: ‘Imperando el príncipe Sancho en Burgos, y mi hermano el emperador Alfonso en León’. Los ástures participarán en las tropas auxiliares de Roma, por ejemplo en Germania, de ahí la estela funeraria de Pintayo. Cuando nacen las lenguas romances, dentro de la Corona de León, en la Galicia lucense nace el gallego, en el Territorio Portucalense el portugués, pero en el núcleo central legionense, el romance será la llingua llionesa o llionés o leonés, variantes dialectales al margen es asimismo el asturiano o, como se dice en la actualidad, astur-leonés, pero en ninguna circunstancia es el gallego, con el primer texto nato en romance leonés, que lo es en el monasterio de Rozuela, en Ardón, la extraordinaria Nodicia de Kesos, y más adelante, entre otros textos lo será el del Fuero de Avilés, sancionado por el Rey Alfonso VII “el Emperador” de León, y, lógicamente, los castellanos diversos lo son en las tierras de Al-Qila.

«España, aquella que se llamó una vez Iberia, después Hispania y más tarde Spania, se forjó en buena medida desde el Mediterráneo. A través de ese mar, vehículo indiscutible de la continuidad civilizadora grecolatina de la Antigüedad, surgió el extraordinario Alandalus, el escenario en el que se desarrolló una de las culturas más sofisticadas y avanzadas de la época. Sin embargo, sus casi ocho siglos de pervivencia han sido tradicionalmente omitidos en la crónica de la historia de España. En este libro, el prestigioso historiador Emilio González Ferrín se propone colmar esa laguna e invitarnos a descubrir uno de los períodos más excepcionales de nuestra historia, mediante un diálogo a contracorriente entre disciplinas y una lectura no inducida de las fuentes. El resultado es una interpretación de la historia de Alandalus (y de España) que se aleja de la tradición escolástica y de los relatos míticos. Se nos presenta así un episodio crucial de nuestra historia, Alandalus, que no fue sino un Oriente en Occidente, desprovisto de guerras santas, cruzadismos, conquistas y reconquistas».

En la página 140, se indica que existió un centralismo andalusí cordobés, y uno menor leonés. El hecho de no existir este pseudocentralismo leonés se objetiva en la existencia, inclusive hasta la actualidad, de identidades diferentes en todas las gentilidades del Reino de León, verbigracia: Galicia, Portugal, Asturias y Extremadura, en Castilla, salvo la Vasconia, no existe ese hecho diferenciador: “Y como decía Stanley G. Payne: ‘El Reino de León concedió mayor reconocimiento legal a los intereses de sus distintas regiones, ciudades y clases sociales que cualquier otro sistema de libertades locales en la Europa de la Alta Edad Media”. En suma, otro libro sobre la rica Historia del Medioevo, que enriquece, por ser diferentes estudios analíticos, lo que representó toda esa época en la Hispania del momento. Es preciso conocer este libro. «Venari, lavari, ludere, ridere hoc est vivere».

Puedes comprar el libro en:

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios