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"Baltasar de Zúñiga", de Rubén González Cuerva

Ed. Polifemo. 2012
viernes 03 de octubre de 2025, 21:20h
Baltasar de Zúñiga
Baltasar de Zúñiga
La editorial Polifemo nos ofrece otra de sus magnas obras, que suelen ser de referencia. Estamos en ese caso. Y, obviamente, voy a presentar unos datos apriorísticos sobre este magnate del Reino de León: -Baltasar de Zúñiga y Velasco (Salamanca/Reino de León, 1561-Madrid, 7 de octubre de 1622): -Comendador Mayor de León en la Orden de Santiago. -Consejero de Estado del Rey Felipe III Habsburgo. -Presidente del Consejo de Italia. -Ayo del Rey Felipe IV de Habsburgo-. Embajador de España en Bruselas, París y Praga. Desde hace muchos años se ha pretendido soslayar esta figura, que es, una vez conocida, más que interesante.

Baltasar de Zúñiga puede representar, indudablemente, a toda su generación. Si se estudia concienzudamente su forma de hacer, se puede tener la certidumbre de cómo era el comportamiento de la Corte de Felipe III de España en unas fechas alrededor de 1620. Era un ser humano de un gran nivel intelectual, con una importante experiencia en la política internacional, y consideraba la necesidad de incrementar el cosmopolitismo de los Austrias. Para ello viajó con la finalidad de marcar las relaciones necesarias con el Sacro Romano Imperio, ahora situado en Viena, a donde le habían conducido las desconfianzas de los Grandes Electores en el primogénito del emperador Carlos V, Felipe II, los cuales prefirieron al hermano de Carlos I de España, Fernando, como emperador heredero. El duque de Lerma sería todo lo contrario, ya que nunca abandonaría el territorio de las Españas (Portugal, León, Navarra, Aragón y Castilla). Zúñiga marcará las líneas y directrices entre Madrid, Roma y Viena, ya que tiene una clara conciencia de ser la mejor baza de un imperio español todavía en la plenitud de su pujanza.

Se considera, en esta obra tan documentada, como la Monarquía española del momento narrado tenía una concepción global, que estaba en el dominio de los intereses mundiales. La grandeza hispana era considerada indubitable por el resto de sus rivales europeos. El obispo Requesens escribía al cardenal Dietrichstein, desde Madrid, el 12 de octubre de 1622 que: “No sé con qué palabras puedo significar el pésame que acá en general todos tienen por la pérdida del señor don Baltasar, pérdida grande por el Emperador, por el Rey, por toda Alemania y Flandes en particular. En fin, Dios le quiso para sí y para que en el cielo fuese su privado, yo creo que para castigarnos quitó a este caballero tan presto de este mundo”. En los inicios del año de 1622, el secretario privado del Comendador Mayor del Reino de León, el padre jesuita Mateo Renzi escribió una pequeña obra política y moral, que con el título esclarecedor de ‘El privado perfecto’ iría dedicada al Conde-Duque de Olivares, que iba a ser el nuevo privado o valido del que sería el nuevo soberano de las Españas, Felipe IV, que ni estaba preparado para la gran tarea que le esperaba, ni por supuesto deseaba estar a la altura de lo necesariamente exigible para la grandeza obvia de los territorios que heredaba.

El tiempo de Zúñiga se acercaba a su fin, pues apenas le quedaban nueve meses de vida, y don Baltasar estaba procurando acelerar la formación política de su sobrino, quien, a pesar de ser el favorito del Rey, no contaba con una gran experiencia en el manejo de los asuntos públicos”. Toda esta familia proviene de las estructuras nobiliarias radicadas en el Reino de León. El modelo que se cita en esta enjundiosa obra, es la del propio Baltasar Zúñiga, modelo de ministro a imitar, quien tras toda una vida consagrada al servicio del Estado resumió su vida de indudables éxitos en un axioma apodíctico, es decir la prudencia: “sal con la que se saborean todos los guisos”.

El magnate recomendaba a su sobrino que se dejase aconsejar por las personas más doctas posibles, y ello para que en cada ocasión y materia escogiese a los mejores. Y, paradójicamente sin saberlo a priori, que tuviese buenos libros escritos por los mejores maestros posibles, a lo largo de toda la Historia de la Humanidad, y el Conde-Duque llegaría a tener, por lo tanto, una de las mejores bibliotecas de su época. “… tener buenos libros, que son los maestros que mejor enseñan y advierten porque aconsejan fielmente y dan opinión y autoridad, honrran y acreditan y hacen generalmente capaz de las cosas al que ha de tratar dellas”. Comenzaremos con el primer error en la página-21, mutatis mutandis, ‘…entre los titulados de la Castilla del siglo XVI… entroncar con importantes linajes castellanos…’. En ninguna circunstancia es admisible estos conceptos castellanistas, ya que Salamanca es Reino de León, y los Pimentel, Velasco o Guzmán son linajes leoneses sensu stricto, ya está bien de este castellanismo ahistórico, cuando los monarcas siguen firmando como Reyes de Castilla y de León, incluyendo a Felipe IV, con el escudo de Felipe III y Felipe IV con castillos y leones en el cuartel superior izquierdo. El escudo de los Zúñigas carentes de castillos, presenta un león rampante en el cuartel inferior izquierdo. Seguiremos defendiendo a nuestra impresionante tierra del Reino de León hasta la perfección final.

«Baltasar de Zúñiga, hijo del conde de Monterrey, fue militar en Portugal y en la Armada Invencible, gentilhombre de boca de Felipe II, embajador de Felipe III en Bruselas, París, Praga y Viena, ayo del futuro Felipe IV y más tarde su privado y presidente del Consejo de Italia. Su larga carrera al servicio de los Austrias es algo más que la simple enumeración de las etapas de un curriculum brillante: constituye una guía privilegiada para adentrarse en la Monarquía hispana del primer cuarto del siglo XVII y analizar esa encrucijada histórica. Los Habsburgo mantenían la hegemonía en el juego europeo pero se enfrentaban a cuestionamientos cada vez mayores. Para ejercer su poder dependían de una elite de ministros cosmopolitas de los que Zúñiga fue un consumado representante. Como tal, actuaba tanto al servicio de su linaje como al de su Rey, a quien aportaba una visión global de los problemas de la Monarquía y un enfoque dúctil, a caballo entre la razón de Estado y los intereses confesionales y dinásticos».

Está claro que en ese proceloso mar de la política española del siglo XVII era más que preciso tener un entrenamiento o aprendizaje apriorístico, y de esta forma llegar a convertirse en un dirigente de los asuntos públicos lo más conspicuo posible. Sea como sea, en la praxis de la época se halla impreso el hecho de que era más que posible aprender como poder gobernar. No obstante, el gobierno siempre estaba en las manos cuidadosas de la nobleza, los plebeyos no estaban capacitados para ello, aunque esa burguesía inteligente, nacida del Reino de León y luego de la Guerra de las Comunidades contra Carlos V, ya iba a las universidades y se formaba para ocupar el segundo peldaño del poder. “Baltasar de Zúñiga se ajustaba a estas exigencias, mientras que para la prudencia política dependía de su propia iniciativa en la adquisición de preceptos y experiencia”. Es un muy recomendable libro de historia, dentro del simpar mundo de la biografía. «Ut placeat Deo et hominibus. Auditur et altera pars».

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