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“Las cadenas de Sor Juana”, de Gustavo Gac-Artigas

martes 25 de noviembre de 2025, 14:13h
Las cadenas de Sor Juana
Las cadenas de Sor Juana

Hoy, 25 de noviembre, se celebra el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la mujer. El que se siga celebrando es una mala noticia para la humanidad. Si se necesita celebrar es que hay algo que no funciona en este mundo. El poeta chileno, aunque afincado en Estados Unidos, Gustavo Gac-Artigas acaba de publicar el poemario trilingüe “Las cadenas de Sor Juana”, en la editorial Hebel.

Gustavo Gac-Artigas lleva publicados nueve poemarios, este último destaca por ser trilingüe. Ha contado con la colaboración de las traductoras Andrea G. Labinger y Priscilla Gac-Artigas, encargadas de trasladar al idioma de Shakespeare sus poemas; y de Niccole Laurent-Catrice, de hacer lo propio en el idioma de Molière. El resultado es altamente satisfactorio, si tenemos en cuenta que trocar poesía es mucho más complicado que narrativa. El sentido, el sentimiento y la precisión se mantienen en cada una de las traducciones.

El libro está dedicado a Sor Juana Inés de la Cruz, monja de Nueva España que vivió en el siglo XVII, transformó su curiosidad en un acto de resistencia y su voz se convirtió en un símbolo que desafía la negación del conocimiento a las mujeres. Aún hoy, cuatro siglos después, millones de féminas y hombres continúan lidiando con obstáculos como la violencia y la falta de educación.

La poesía de Sor Juana dejó una impronta de sensibilidad entre sus escasos lectores de aquel entonces. Otras mujeres lucharon por sus derechos en el aquel siglo de luces y sombras. Hubo otras que dejaron a su familia para emprender un camino que les separaría de los suyos, como Catalina de Erauso que dejó su villa de San Sebastián, vestida de hombre y luchó en los ejércitos de Felipe IV por las tierras de Nueva España. Mujeres únicas, bien en la espiritualidad o en la milicia. Mujeres que abrieron el camino a muchas otras.

Escribe sus versos Gustavo Gac-Artigas sin mayúsculas, dando a entender que todos los humanos somos iguales bajo el firmamento. Algo que entendía a la perfección Sor Juana de la Cruz y por lo que luchó en sus poemas; lo mismo hace el poeta. Las cadenas de la monja son sus palabras. La curiosidad impera en su vida, el afán de aprender, no es malsana, sino enriquecedora. Quien no siente curiosidad no es una persona sino un vegetal. Divina la curiosidad de quien quiere conocer todo, aprender todo. Su afán es el mismo que el de Sor Juana.

“Flora” está dedicada a otra gran mujer, Flora Tristán, que nació bastarda, de padre peruano y madre francesa. Hipocresía es una bonita palabra para un sentimiento absurdo. Hipocresía a un lado y a otro del Atlántico. El agua, en ocasiones, separa; pero debería unir o al menos apagar los incendios. A Flora le quemaron su obra, siempre son los mismos. Los intransigentes que no admiten opiniones diferentes a las suyas. Gustavo lucha con su poesía contra eso.

Su lírica es ligera como una pluma y, a la vez, profunda como una sima a la que hay que asomarse para ver su pensamiento. La musicalidad es precisa y arrulladora. No necesita de métrica para que el lector se deje llevar por las ondas de su palabra. En otras ocasiones, es militante como en “Mutilación”; que las ablaciones de clítoris se sigan practicando en países profundos del África siguen siendo una bajeza hacia las mujeres a las que no se les permite disfrutar de la vida, pero tampoco de la poesía.

“Hombres necios” es una recreación del poema de Sor Juana de la Cruz “Hombres necios que acusáis”. Gac-Artigas acusa, como lo hizo Zola, a los hombres que se niegan a reconocer el valor de la mujer. Llamar sexo débil a las mujeres es una aberración. Igual que no reconocer a quien nos dio la vida. El poeta milita en el bando del feminismo, donde todos deberíamos estar.

“Testimonio de amor” es una declaración de principios donde una mujer protege al hombre y un hombre a la mujer. Ambos se deben amparar y de esa defensa nace y se alimenta el amor. A veces universal, a veces personal. Da igual es amor. Y esta vez con mayúsculas. Finaliza el poema con un giro de guion irónico, donde la mujer después de haber protegido al hombre termina protegiéndose de él. Terminar con la violencia hacia las mujeres es perentorio para la plena libertad de éstas.

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