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Rafael Balanzá
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Rafael Balanzá (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Entrevista a Rafael Balanzá: “El ideal de la literatura sería elevar al público a la calidad y no rebajar la calidad para llegar al público”

Autor de "Los dioses carnívoros"
miércoles 20 de diciembre de 2017, 01:00h

Rafael Balanzá es un escritor profundamente peculiar y original como demuestran sus libros. Con su novela “Los asesinos lentos” se hizo el Premio de Novela Café Gijón 2009, después siguieron “La noche hambrienta” y “Recado de un muerto”. Cuatro años de paréntesis han dado como resultado “Los dioses carnívoros”, una novela donde mezcla el terror psicológico con una trama criminal.

Rafael Balanzá
Rafael Balanzá (Foto: Javier Velasco Oliaga)

El autor alicantino, radicado en Murcia, ha urdido en su nueva novela una trama muy actual que tiene a la crisis económica como referente. Esta crisis ha partido la vida por la mitad de muchos ciudadanos que han tenido que reinventarse. Balanzá no rehúye los temas actuales ni los universales como el rencor. En la entrevista nos da varias claves para entender “Los dioses carnívoros”, una lectura imprescindible para entender los tiempos de corren o, más bien, vuelan.

Han pasado cuatro años desde la publicación de su libro “Recado de un muerto”. ¿Ha realizado algún otro proyecto entre esa novela y “Los dioses carnívoros"?

Tengo algo más por ahí, sí, en alguna carpeta… Y tenga en cuenta que debo trabajar en otras cosas que no son tan lucidas como publicar libros. También he participado en los cursos de la plataforma “Descritura”, promovidos por el portal “Conocer al autor”.

¿Por qué ha tardado tanto en dar a la imprenta su nueva novela?

Ya que usted insiste en la cuestión (y es lógico que lo haga) le daré una explicación más completa. Tengo un original anterior, pero mi agente y yo decidimos que era mejor archivar aquella novela. Es posible que más adelante vuelva a ella. Tal vez hubiéramos encontrado a alguien dispuesto a publicarla, pero no tiene sentido sacar un libro dudoso únicamente para seguir en escena.

El protagonista de la novela, pierde su trabajo a una edad madura. ¿Se está dando de lado la experiencia por la juventud?

Está claro que la crisis ha golpeado por distintas razones a varias generaciones. Hay un montón de damnificados por esa lógica viciada de lo que solemos llamar “el sistema”. Jóvenes a los que explotan miserablemente, y gente mayor despedida, sin más, de un día para otro. Todos ellos son el caldo de cultivo del populismo, en Europa y en Estados Unidos.

¿Cómo ve a los jóvenes de hoy en día en relación con la hija de Damián Ferrer?

Blandos, convencionales, pusilánimes y desilusionados. Viendo algún rato tonto Operación Triunfo, me quedo perplejo. Sus padres, e incluso sus abuelos, rompían guitarras y se meaban en el público desde el escenario. Ciertamente, era una rebeldía falsa, impostada, pero al menos quedaba el gesto. Si pienso con la serenidad de un hombre maduro que tiene un hijo, tal vez firmaría la actual docilidad, en aras de la paz social; pero estéticamente, el romántico que llevo dentro echa de menos la rebeldía y la transgresión. En casa suelo oír a Bach, pero si tengo que elegir, prefiero los chillidos punk a las melosas baladas del prime time. En cuanto a la hija de Damián, creo que no es mala chica, pero va a lo suyo y no piensa demasiado en los sentimientos de su pobre padre.

¿Cómo afecta la crisis económica a un escritor cómo usted, poco o nada comercial?

¡Yo no doy la batalla comercial por perdida! “Los asesinos lentos” vendió tres ediciones en España y se tradujo en Italia. (¡Y eso una novela en la que se habla de positivismo lógico y teorema de Gödel, con un par!) Entre los Cafés Gijón, ha sido sin duda de las más comerciales. Y creo que “Los dioses carnívoros” está funcionando. ABC acaba de ponerla entre lo mejor del año. De todas formas, haciendo lo que me interesa no aspiro a tener millones de lectores, claro. Por otra parte, la situación económica de mi familia es de relativa comodidad. Como escritor aspiro a que mi trabajo tenga una compensación razonable, lo cual pasa por contar con cierto número de lectores, por supuesto. El ideal sería elevar al público a la calidad y no rebajar la calidad para llegar al público.

¿Son los divorcios una consecuencia de la crisis? (económica o de valores)

Sobre todo de valores. Tengo una opinión radical sobre este tema. Hoy en día no hace falta casarse. Si no te casas, puede haber separación, pero no divorcio. Creo que solo tiene sentido casarse si uno está dispuesto a mantener un compromiso. \

¿Cómo ve el panorama literario español desde la perspectiva de cuatro años sin publicar?

Sinceramente, estos cuatro años sin publicar me han sabido a gloria. Hace falta parar, bajarse del carrusel frenético de la publicación y recuperar la calma, para no perder el norte y no publicar demasiadas porquerías o mediocridades.

¿Se publica en exceso? ¿Se busca la comercialidad?

Se publica en exceso, sin duda. Y se busca la comercialidad, claro. Yo la busco, como le decía antes, pero no a cualquier precio. Ángel Zapata (un autor surrealista admirable) me dijo una vez que cuanto menos vendamos, mejor. No lo creo. Yo aspiro a reunir a un grupo de lectores cada vez mayor. El problema para mi generación es que es muy difícil aunar calidad y comercialidad, un equilibrio que –de algún modo- sí lograron los de la generación anterior.

“Lo que yo hago, sobre todo, es, o quiere ser, literatura sin etiquetas”

Si encuadrásemos “Los dioses carnívoros” en el género thriller psicológico, ¿estaría de acuerdo?

¿Por qué no? No tengo nada contra la etiqueta thriller, dejando a un lado que se trata de un barbarismo anglosajón. Sirve para entendernos. Lo que pasa es que, como ha señalado el crítico y escritor Pablo Escudero a propósito de mi novela, lo que yo hago, sobre todo, es (o quiere ser) literatura sin más etiquetas.

En su novela mezcla diferentes géneros. Una novela de amor maduro, una intriga casi de novela negra y el ensayo. ¿Está la salvación de la narrativa en el mestizaje de géneros?

El mestizaje se inventó hace mucho tiempo. “El Criticón” de Gracián es novela y tratado filosófico al mismo tiempo. La obra de Dostoievski rebosa de filosofía. Como la de los existencialistas o “Rayuela” de Cortázar… Kundera dice que la novela es capaz de dar cabida tanto al pensamiento como a la poesía. Estoy de acuerdo. Esa libertad, esa cualidad proteica es lo que me interesa de este género.

¿En cuál de ellos se encuentra más cómodo?

Creo que soy un narrador razonablemente valorado y un ensayista un tanto frustrado. Puede que lo próximo que entregue sea ensayo… Quién sabe.

¿Qué escritores le han influido más a la hora de escribir?

Debería nombrar a tantos, que casi me dan ganas de no citar a ninguno. Pero eso sería descortés por mi parte. El escritor decisivo en mi vocación ha sido sin duda Kafka; mi norte o ideal, Dostoievski; mi corrector de estilo más brutal, Samuel Beckett; mi profesor en frase corta y prosa natural, Paul Auster; mi gran demonio mentor, Fernando Arrabal; mi referente vivo, Houellebecq; mi demiurgo, Cervantes; el amigo con el que más discuto, Miguel de Unamuno; mis instructores en relato, Borges y Cortázar… Y podría seguir, por supuesto.

Sus novelas tienen un componente visual muy exquisito. ¿Considera que la literatura ha de ser cada día más visual?

Amo el cine. Lo diré mejor: amo la literatura, la música, la pintura, el cine, el teatro… Y hay de todo eso en mis novelas. Fíjese en ésta: una figura de jade para un collar, una chica sentada de espaldas junto a una fuente, una lombriz gigante… ¿Qué tenemos? Una pintura surrealista, ¿no? Un René Magritte.

El componente onírico también está presente en su literatura. ¿Qué le atrae del mundo de los sueños?

Enlaza con la pregunta anterior. Soy un surrealista. Piense en “Crímenes triviales” o “La noche hambrienta”. A veces, como le pasaba a Buñuel, tengo que hacer concesiones (la gente suele preferir relatos que tengan una explicación, aunque sea fantasiosa), pero no renuncio a los sueños. ¡Eso nunca!

¿El rencor se merece una novela?

Se ha ganado usted un elogio: me parece una excelente pregunta. Le respondería con otra, de Shakespeare: ¿Puede el diablo decir verdades? O le recitaría -con las brujas de Macbeth-, aquello de “lo feo es hermoso”. Creo que hay que poner el dedo en la llaga. Más aún: hay que entrar en la llaga como si fuera “Viaje al centro de la tierra”, de Verne. El mal es repugnante, pero el arte debe enfrentarse a él y extraer la verdad hasta el límite de lo posible, e incluso un poco más allá. Es lo único que importa. Antes hablábamos de comercialidad y calidad literaria. Pues este es el punto decisivo, me parece. Si no me pudiera ocupar de esta clase de problemas, abandonaría la práctica de la literatura. Lo que ocurre es que abordar estos temas es caminar por la cuerda floja, ya que muchos lectores son reacios a lo que les perturba o les resulta incómodo. Woody Allen ha logrado nadar y guardar la ropa durante decenios, aunque por el camino ha arruinado a alguna productora. A mí me interesan los mismos problemas que a él. ¿Por qué el rencor es malo? ¿No es natural el odio? ¿Qué es lo que da sentido a la vida y hace que valga la pena? Esas son las preguntas de Albert Camus. Y las mías.

Para terminar, ¿ha disfrutado escribiendo su novela?

He disfrutado con esta, tal vez, más que con ninguna otra. Pero también he sufrido un poco para darle forma al final. Alicia (mi agente) me ayudó mucho en eso. Y parece, por lo que se está escribiendo, que no ha quedado mal. Me he reído mucho componiendo ciertos pasajes. Para mí el humor es importante. Hay varios registros de humor en esta novela. Uno tipo “screwball comedy”, más convencional, y otro mucho más críptico y surrealista, que es el que yo prefiero.

¿Cómo la definiría?

La vida azarosa de un hombre decente mezclada con el catecismo de un malvado.

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