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Luisgé Martín presenta su novela corta "La misma ciudad"

"Uno de los grandes defectos míos es que soy un soñador incorregible"

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Luisgé Martín presentó el pasado 21 de mayo en la librería Tipos Infames su última novela La misma ciudad, rodeado de múltiples amigos e incondicionales seguidores. El acto fue todo un éxito ya que la sala quedó pequeña ante la avalancha de seguidores del escritor madrileño y muchos de ellos lo siguieron desde la calle.

En el acto estuvo acompañado por el editor Jorge Herralde y por el escritor José Ovejero, reciente ganador del Premio Alfaguara de Novela 2013. Dedicaron unas emotivas palabras tanto para el autor como para la nueva obra del escritor madrileño.

La misma ciudad es una novela corta de apenas 130 páginas que "se lee de un tirón", como señaló Jorge Herralde. Una novela breve condenada a la excelencia y que contiene las mejores características de la obra del escritor madrileño. "Tiene la textura y la elegancia de sus anteriores obras con una profundidad abisal", así la calificó el editor español más innovador y arriesgado de nuestro panorama literario.

"El peligro amarillo", así califican a la editorial sus rivales y no se refieren precisamente a los chinos. Herralde lleva desde 1969 editando a grandes escritores tanto españoles como extranjeros, dando una oportunidad a escritores originales. Como se la dio al propio Luisgé Martín cuando abandonó su editorial de toda la vida por diversas divergencias que algún día contaremos. Allí le acogió Herralde afirmando aún más si cabe su fino olfato literario, porque el novelista madrileño es uno de los grandes activos de nuestra literatura como así lo atestiguó Todoliteratura.es al escoger la novela La mujer de sombra como el mejor libro del año pasado.

La novela tiene como protagonista a Brandon Moy, un americano que se salvó de morir en el atentado del 11-S por levantarse tarde esa mañana y no llegar a su hora a la oficina de su empresa sita en el World Trade Center. ¿Casualidad o causalidad? No lo sabemos. El caso es que ese hecho le hizo cambiar su vida de una manera drástica y le condujo su vida por unos derroteros que ni él mismo había podido soñar.

Después de leer la novela y antes de asistir a la presentación habría jurado que el tal Brandon no existía, que era un personaje nacido de la mente calenturienta de un escritor simpar y excesivo, pero gracias a la técnica pudimos ver un vídeo donde el americano hablaba de su vida en España y de sus amigos. Aún así me fui pensando que era un actor contratado para tal fin. Escéptico que es uno, aunque los datos de la novela y del vídeo me hacen reconsiderar mi primera impresión.

¿Quién no ha pensado en alguna ocasión empezar su vida de cero? Brandon Moy lo pudo hacer y Luisgé Martín lo cuenta como él sabe, con un lenguaje fácil, hipnótico, que te hace no dejar la novela hasta su conclusión y con grandes dosis de humor e ironía. Porque hay que tenerlo para contar una vida exagerada y rutilante que empieza de cero justo cuando se cuestiona la crisis que todo el mundo suele pasar a los cuarenta años. Solo que pocos hacen lo que hizo Brandon Moy.

Para José Ovejero las personas nos resignamos a nuestra vida mínimamente satisfecha, "el descreimiento de buscar una vida mejor en otro sitio es prácticamente imposible", afirmó en la presentación. Brandon Moy tuvo la oportunidad de buscar otra vida, ni mejor ni peor, simplemente otra vida, y lo hizo. La conclusión de su periplo sólo la sabrán cuando lean el libro.

El motivo de escribir La misma ciudad surgió a raíz de conocer al poeta americano y que le contase su vida, pero también tuvo mucho que ver el "querer estar al otro lado del que estoy y cuando llego a ese otro lado la insatisfacción me inunda", apunta el novelista. Nadie está satisfecho con lo que tiene. El horizonte sigue estando igual de lejos. Para Ovejero esa insatisfacción hace que no seamos felices en ningún lugar. "La felicidad no existe", clama.

Es en este punto donde ambos escritores comienzan un diálogo sobre esa ciudad protagonista del libro y sobre el mismo y sus motivaciones. "El secreto de la felicidad está en los matices, en los pequeños instantes de las pequeñas cosas. Como lo que siento hoy aquí rodeado de mis amigos", le refuta Luisgé y recuerda a su admirado Séneca diciendo: "la felicidad consiste en no tener deseos para no tener que cumplirlos" Quizá en eso consista la madurez, en saber apartar los deseos para vivir la vida tal cual, sin expectativas, pero eso sí, siempre con un toque de optimismo.

"Uno de los grandes defectos míos es que soy un soñador incorregible. Entrado ya en la cincuentena sigo teniendo pájaros en la cabeza", confiesa el escritor y menos mal, porque así nos seguirá dando estas pequeñas obras maestras a las que nos tiene acostumbrados y nos sigue desvelando pormenores de su personalidad: "la escritura no la tomo como un oficio, sino como una necesidad", nos continua descubriendo este hincha del Atleti que apuntilla mordazmente a su equipo rival, el vecino de la otra fuente que en esta ocasión no pudo festejar el triunfo.

"No soy tan bruto como parezco", cuenta y ese punto de agresividad vital que tiene desaparece en su despacho dedicado a la literatura. Su literatura es un reflejo de ello. En ocasiones puede ser agresiva, pero es solo una máscara que se irá quitando para profundizar en lo que quiere decir. Por eso, su forma de escribir ha ido adelgazando paulatinamente, ha tenido una voluntad de "desnudamiento estilístico" para decir todas las cosas con naturalidad.

El género de novela corta no le sienta mal, realmente. "Tiene la intensidad de los cuentos sin serlo. Tiene una cierta complejidad de desarrollo psicológico", apunta. En el caso del protagonista se nota especialmente, porque refleja los dos polos que tiene su personalidad, el optimista y el pesimista. Luisgé ha disfrutado escribiendo esta obra y esto se nota en el texto. También disfruta siendo escritor.

"Una de las grandes cualidades de un escritor es que puede cambiar muchas veces de personalidad. Esa necesidad de inventarse personalidades está en el ADN del escritor", sugiere. Tantas personalidades tiene que puede usurpar la de un traductor de griego sin realmente serlo. Con esa personalidad concluye el acto, recitando del poema de Kavafis Viaje a Ítaca en una traducción hecha por él del catalán. Por el local resuena el piano de Luis Llach, que cantaba en catalán esos versos de Kavafis que ha traducido para deleite de todos los asistentes.

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