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“Mi modo de ser árbol”, de Javier Olalde

Ediciones Vitruvio, 2018

Por Francisco J. Castañón
lunes 26 de noviembre de 2018, 10:49h

A veces un poeta tras un largo periodo de silencio regresa con el mismo o incluso mayor vigor creativo que cuando abandonó la escena literaria. Este es, sin duda, el caso de Javier Olalde, autor que en una primera etapa publicó varios poemarios (“Ensueños y agonías”, “Leído en el gris” y “Alguno habló de soledad”), lo cuales fueron muy bien acogidos en su momento. Después, por diversas razones, dejó de dar sus poemas a la imprenta. Aunque, hasta donde sabemos, en la intimidad de su mesa de trabajo siguió pensando y componiendo versos que con posterioridad ha comenzado a entregar al público lector.

Mi modo de ser árbol
Mi modo de ser árbol

De esta forma, hace algo más de un año Olalde decidió romper ese mutismo mantenido durante varias décadas, para abrir una nueva época en su poesía con la publicación de “Toda la tarde andada (Ediciones Vitruvio, 2017). Ahora el poeta da continuidad a su trayectoria con Mi modo de ser árbol, poemario editado también por Vitruvio.

“Mi modo de ser árbol” es un libro donde hallaremos una poesía honesta, que busca conmover a quienes se adentran en ella. Una obra en la que el autor comparte su voz poética erigiendo un poemario afianzado sobre dos temas principales: el amor (elevado sobre lo puramente físico o lleno de sensualidad, según el pulso del poema) y el paso inexorable del tiempo. Igualmente, intenta el poeta dar respuesta en sus versos a ciertas preguntas que nos plantea la existencia y definir lo que para él es el oficio de poeta.

Olalde, en efecto, vuelve a ofrecernos sus versos, esos versos que escribe “porque soy poeta. / Y esto es todo.”, concluye. En ellos, como se ha mencionado, habla de amor, “Porque es amor y puede / proclamarse a su modo, / ser veraz o quimérico, / mudable o denodado”. Es el amor sin reservas el que le lleva a trazar versos donde asevera “Amo en ti cuanto exalto, /absorto en el deleite”, en el poema “Artificio”, o irrumpe “Remando hasta la aurora / por el mar de tu sangre alborotada.” en el poema “Cita libre 2”. Amor colmado en ocasiones de un latente erotismo, como sucede en las líneas del poema “El baluarte de tu piel”: “Bebo tu piel caliente y necesaria, / como callarlo, / la bebo a sorbos lentos”. Asimismo, la sensualidad se cuela entre las palabras de poemas como “Ab aeterno”, cuando nuestro autor apunta: “Elegiría desordenar tu aliento,/ amotinar tus muslos,/que sobraran la ropa y la templanza,

Por otro lado, el poeta emplea “La tarde entera” hilvanando otros versos en los que surgirá la nostalgia de un tiempo pasado: “Me gustaría espérate en una esquina / de alguna calle / donde aún tenemos veinte años

Según avanzamos por las páginas de “Mi modo de ser árbol” hallamos un discurso poético bien elaborado, imágenes de gran fuerza expresiva, versos con una musicalidad intrínseca, ritmo lírico y un léxico cuidado.

Volviendo al tema del tiempo, tan presente en este poemario, no puede dejar de mencionarse el poema Habrá un tiempo que descubrimos en el primer apartado del libro denominado “Las máscaras flameantes”. Es en este poema, a mi juicio, donde el autor alcanza el punto álgido en el desarrollo del tema citado: “Habrá un tiempo y un destiempo, / y un tiempo compartido con la piel / y los labios”, escribe en este excelente poema de más de cuarenta versos.

A lo largo de los 54 poemas de este libro, dividido en cinco partes, pero traspasado por un mismo hilo conductor, como una corriente subterránea, vamos a toparnos de continuo con poesía de calidad, como sucede en los poemas “Había salido el sol” o “Aunque el amor sea eso”. Lo mismo cabe afirmar de “El breve cuerpo”, “Tardó en llegar la lluvia” y “Aquel día” que encontraremos al abrir la puerta del apartado titulado “Ese país borroso” o al internarnos por el capítulo “Paisaje devastado” que contiene poemas muy interesantes como “Desde entonces”, “Indiferencia” o el que comparte título (“Paisaje devastado”) con esta parte del poemario.

Así, es posible que mientras el poeta transita por ese Madrid donde resuena “un rumor de gente y ruido / de tráfico y de obras” piense sobre el sentido de la existencia para decirnos luego: “Sucedemos” [...] “como el bosón de Higgs / y la fluida expansión de las galaxias”, y más tarde preguntarse ¿Qué te cabe exigir?, poema donde anota: “Te estás cumpliendo en la verdad posible. / Sucede que ahora existes, / que antes no existías / y que después no existirás”. Existencia que oscila “entre el rumor de las alas / de ángeles y demonios” de su poema “Vivimos suspendidos” y la entidad de ese “Individuo” al que inquiere: “Y no eres tú / quien contigo ha nacido / y morirá contigo”. Una existencia que, como expresa en su poema “Después de todo”, parece regida por el implacable destino: “Después de todo / se deberá cumplir lo destinado”.

Como corolario, en el último tramo del libro, titulado igual que el poemario, “Mi modo de ser árbol”, vamos a hallar algunas respuestas sobre el quehacer poético de Olalde, que comienza por “Capturar palabras,/ paradójico oficio,/ aprisionar ideas y sentimientos,”. Conoceremos de esta forma que para el autor “Ser poeta no es más que ejercer el oficio” y “Este oficio de poeta no tiene gremio”, lo enuncia en su poema “Oficio de poeta”. Es aquí donde el poeta se hace palabra: “Habito la palabra, / soy palabra, / soy carne de palabra,”. Poniendo, con el poema “Para qué los poetas”, punto y final a esta obra en la que su autor vuelve a desempeñar la labor de poeta. Un poemario en el que Javier Olalde ha encontrado un inmejorable modo de ser árbol.

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