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"Josep Piqué. El mundo que nos viene". Retos, desafíos y esperanzas del siglo XXI: ¿Un mundo post-occidental con valores occidentales?

Deusto (Planeta), Barcelona, 2018, 256 páginas

domingo 31 de marzo de 2019, 07:58h
El mundo que nos viene
El mundo que nos viene

La obra que a continuación reseñamos supone un verdadero manual de relaciones internacionales. Economía, política, geopolítica e historia interactúan a lo largo de las más de 250 páginas de que consta, formando un todo coherente. Josep Piqué describe, analiza y traza escenarios de futuro. Para transmitirnos su mensaje, combina eficazmente la experiencia derivada de su cargo de Ministro de Asuntos Exteriores durante el segundo gobierno de José María Aznar con referencias bibliográficas pertinentes con las que avala sus argumentos.

Josep Piqué hace algunas observaciones fundamentales alejadas del alarmismo y de la falsa euforia. Tampoco se deja atrapar por el sensacionalismo, por ejemplo cuando analiza el estado de la Unión Europea o de las relaciones transatlánticas: “si bien es innegable e irreversible el cambio del pivote estratégico del mundo hacia el este y hacia Asia, el peso occidental seguirá siendo tan determinante que ya no cabe hablar de sustitución de un mundo por otro” (p. 9). A esta situación la denomina “bipolarismo imperfecto”.

En este sentido, pone en valor los logros que el proyecto de integración europea ha acumulado a lo largo de sus décadas de existencia, si bien reconoce que en los últimos años han aparecido problemas notables que han suscitado la desafección de la ciudadanía, irrumpiendo el peligroso binomio formado por populismo y nacionalismo. Como posible respuesta, Piqué se decanta por la adopción de una Europa de dos velocidades, abierta a todos sus miembros siempre y cuando cumplan unas condiciones previas.

En lo que concierne a las relaciones transatlánticas, cuestiona el rol que viene desempeñando Donald Trump y lo hace desde una posición incondicionalmente atlantista. Así, reprocha al presidente norteamericano su cortedad de miras al rechazar los grandes tratados comerciales (con Europa y con Asia-Pacífico) y la asunción de posturas aislacionistas, tampoco nuevas en la historia de Estados Unidos.

El autor defiende a Occidente no tanto como concepto geográfico sino como entidad asociada a un conjunto de valores (defensa de la democracia, del libre comercio y de los derechos humanos): “este repliegue anglosajón dificulta pero no impide, sin embargo, que los valores que han encarnado y defendido históricamente Estados Unidos y el Reino Unido vayan a formar parte del nuevo orden mundial que se está configurando (…) Este repliegue se ha producido cuando esos valores son ya, en gran medida, globales” (p. 45). Bajo su punto de vista, dicho credo no se halla amenazado por aquellas potencias que desafían el poderío comercial, económico y geopolítico del binomio Estados Unidos-Europa. Asimismo, esos rivales tienen nombres concretos: Rusia y China, a los que disecciona en profundidad, interpretando su comportamiento y sus expectativas.

Sobre China, Josep Piqué valora el progreso económico experimentado en las últimas décadas pero también puntualiza que la finalidad de su política exterior es ampliar la influencia geoestratégica de Pekín. A tal fin responden iniciativas como la Ruta de la Seda, sin olvidar su protagonismo dentro de los países BRICS. ¿Va camino de convertirse el “gigante asiático” en el nuevo paraíso terrenal o en el modelo al que obligatoriamente deban imitar los demás países? El autor muestra dudas razonables hacia cualquier respuesta afirmativa a tal interrogante y enumera el listado de problemas domésticos que debe resolver en el corto plazo, bien de tipo demográfico (envejecimiento de su población, cohesión social), bien de carácter medioambiental.

En cuanto a Rusia, constata que su “reaparición” en la comunidad internacional a partir de 2007 ha estado vinculada a numerosas violaciones del Derecho Internacional. Además, aunque admite que este país nada tiene que ver con la alicaída nación de los años noventa del pasado siglo, tampoco podrá ser la gran potencia de la época soviética. Como en el caso de China, afronta importantes desafíos que van desde la carencia de atractivo ideológico para buena parte de la comunidad internacional hasta su debilidad demográfica: “en la actualidad, de una población de unos 140 millones de habitantes, los rusos musulmanes se acercan ya a los 21 millones (un 15% aproximadamente de la población), residentes fundamentalmente en la región del Volga-Ural (incluidos los tártaros) y en el Cáucaso Norte. De seguir la evolución demográfica actual, llegarán a representar un tercio de la población rusa a mediados de siglo, algo inquietante para la mayoría eslava de tradición bizantina que hoy supone casi el 90%” (p. 149).

El repaso que hace Piqué por el actual escenario internacional quedaría incompleto sin una referencia a las cuestiones de seguridad. Al respecto, cuando las aborda enfatiza el carácter cambiante del yihadismo (siempre orientado a incrementar su letalidad), las semejanzas y diferencias entre Daesh y Al Qaeda o el rol que deberían jugar países como Pakistán a la hora de afrontar el terrorismo global. En lo que a las relaciones transatlánticas se refiere, se muestra partidario del mantenimiento de la OTAN, si bien con un reparto más equitativo de las cargas económicas, aspecto denunciado por las diferentes administraciones norteamericanas en particular tras el final de la “Guerra Fría”.

En definitiva, una obra fundamental para comprender el mundo en el que vivimos y sus posibles escenarios de futuro. Josep Piqué radiografía de manera rigurosa retos, desafíos y oportunidades sin proponer recetas mesiánicas pero sí defendiendo ciertos conceptos innegociables, entre los que destaca un internacionalismo liberal que permea por todo el libro.

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