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"Ficciones", de Jorge Luis Borges

Lumen, Madrid, 2019
Por Ricardo Martínez
viernes 07 de junio de 2019, 07:35h
Ficciones
Ficciones

A veces el señor Borges dice la verdad, al menos en algunos títulos, por ejemplo éste. Claro que, al poco, uno entra en sus páginas y ya duda: ¿es real o es una invención (más) el nombre de la dedicatoria? En fin, sorpresas posibles así forman parte del juego, y, por qué no decirlo, del encantamiento de este autor que juega con la verdad y la mentira con una alta calidad literaria.

Yendo a la cuestión del libro, se reúnen en estas "Ficciones" distintos trabajos de desigual materia narrativa, relatos breves, más siempre, en su contenido hallaremos: la rica minuciosidad de un perspicaz observador, la brillante elección de las palabras utilizadas, el juego de humor y seriedad; todo ello para ofrendarnos su compañía de solitario haciendo que atendamos, que entendamos, que interpretemos la realidad cotidiana desde distintos ángulos, desde distintas perspectivas, pues, en el fondo, lo que importa no solo es lo que se ve, sino cómo se ve; y de ahí cómo se interprete y se piense. Para nuestro bien.

La advertencia es clara: “Las siete piezas de este libro (se refiere al primero de los dos que componen el conjunto: ‘El jardín de los senderos que se bifurcan’ y ‘Artificios’) no requieren mayor elucidación. La séptima es policial; sus lectores asistirán a la ejecución y a todos los preliminares de un crimen, cuyo propósito no ignoran pero que no comprenderán, me parece, hasta el último párrafo” Argumento o definición que, casi, cabría también como explicación para el último relato del segundo libro. Un método, por cierto, no alejado en exceso a los que utilizó a su vez en muchos de sus ‘casos’ -en algunas ocasiones llevados hasta allí con un análisis primoroso en las sicologías intervinientes-, la señora Christie.

Los textos de Borges siempre vienen dotados de un cierto grado ensayístico, semeja algo así como la lección de un maestro (sea cual fuere el tema considerado, curiosamente) y ello propicia no solo un gozo estético para el lector, sino que supone un ejercicio de inteligencia (a veces fría, como diría el inmerecidamente olvidado Joan Perucho) que agranda nuestra visión de la realidad, y, por extensión, de nosotros mismos. Tal es el secreto que el lector guarda y aprecia, a pesar de la aparente soledad en que le deja: “Aquí doy término a la parte personal de mi narración. Lo demás está en la memoria (cuando no en la esperanza o el temor) de todos mis lectores”.

Como segundo libro de relatos, dentro de este título conjunto de Ficciones, se recoge el titulado ‘El Sur’ relato que en su día me pareció un ejemplo de prosa desnuda y directa, emocionante por la trascendencia de su primitivismo, tan cercano al miedo o a la muerte. El tema se encierra, no extraño en la narrativa argentina, en el duelo a cuchillo. Resulta, adviertan, un párrafo bien perturbador: “Salieron, y si en Dalhman (el ofendido, el humillado) no había esperanza, tampoco había temor. Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y arremetiendo, hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio (rememora aquí), cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado” Y continúa, con ese final imaginariamente irreversible, tal vez: “Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura”.

Es, ya, el momento del día en que caería del todo la noche, una hora de verdades trascendentes en la extensa tierra acogedora.

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