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Fernando Delgado
Fernando Delgado (Foto: cortesía del autor)

Entrevista a Fernando Delgado: “Esta ‘reunión cumbre’ propondría: Miguel Gila con Pepe Biondi”

Fernando Delgado responde ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti
Por Rolando Revagliatti
sábado 17 de abril de 2021, 09:24h

Fernando Delgado nació el 24 de octubre de 1954 en la ciudad de Wilde (donde reside), provincia de Buenos Aires, la Argentina. Concurrió a talleres literarios coordinados por Carlos Patiño y Marcos Silber. Desde 2010 administra dos blogs de poesía. En 2014 publicó su poemario “Desmedido”.

Fernando Delgado
Fernando Delgado (Foto: cortesía del autor)

“Soy Fernando Miguel Delgado y nací en casa de mis abuelos. La partera era del barrio y se llamaba ‘Doña’ Angustia. Vecina y amiga de mi abuela Isolina. En la ciudad de Wilde transcurrió mi infancia y adolescencia. No fui a jardín de infantes, cursé la escuela primaria y secundaria, sin terminar.

Mi viejo era un gran tipo, un buen padre y capo en su oficio, letrista y decorador.

Mi vieja con sus 91 años, tiene una cabeza que le vuela a mil.

Tengo tres hermanos, Alejandro, Gustavo y Rosa. Muy buena gente.

Trabajé desde muy joven, aprendí el oficio de letrista y lo ejercí honrosamente durante muchos años hasta mutar al oficio que actualmente ejerzo en informática, como técnico de computadoras, reparación y armado de equipos, desarrollador Web y multimedia.

Soy padre de tres hijos varones, Sebastián, Juan Pablo y Matías, el menor, fallecido en 2013, de muerte súbita.

Soy abuelo de Morena, Felipe y Guillermina.

También residí en Bernal, partido de Quilmes, luego volví a Wilde temporalmente. De ahí, una corta estadía de dos años en Sarandí, ambas localidades pertenecientes a Avellaneda, hasta que anclé otra vez en Bernal. Después de mi separación conyugal, alterno mis días entre mi ciudad natal y Bernal, ciudad también del partido de Quilmes, donde vive mi actual pareja y compañera Valeria Assenza Parisi.

Leo poesía, escribo poesía, difundo poesía. Desarrollo dos blogs de poesía:

https://estacionquilmes.blogspot.com/

https://poesiadelmondongo.blogspot.com/

Edité mi propio poemario, Desmedido, en 2014. Totalmente artesanal. Desde la edición, diagramación, encolado de hojas y tapa. Cantidad 200 ejemplares.

Con la misma modalidad y en el mismo año edité “A la vuelta del Unzué” de Valeria Assenza Parisi, así como un año después “Vengo por el aviso” de Élida Berelejis.

Realicé de forma experimental un video animado digitalmente, ‘El almacén de Dorotea’, una breve historia ficcionada. Disfruté hasta no poder parar de reír mientras escribía el guión y grababa las voces de los personajes, que después distorsionaba con un Soft.

Desde joven canté en coros. Una pasión que continúa. Desde hace cinco años canto en el Ensayo Coral de Avellaneda, desplegando una intensa actividad musical por el conurbano bonaerense, ciudad de Buenos Aires y ciudades y pueblos de algunas provincias.

Y desde hace un año y medio incursiono como letrista de canciones, que son musicalizadas y arregladas a cuatro voces por el director del coro, y amigo, Esteban Tozzi.”

¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

FD: Pensarme fue mi primer acto de creación. Fue de muy pequeño (seguro antes de cumplir seis años, lo recuerdo porque aún vivíamos en la casa de mis abuelos maternos) cuando me pregunté por la existencia de la vida. Fue algo que me atormentó y me costó salir, pensar que podría no haber existencia. Estar siempre muerto. Fue muy doloroso.

¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

FD: No siempre la lluvia me pega de la misma manera; hay lluvias débiles y otras fuertes y depende cómo me encuentre en tiempo y espacio. Por lo común, los días de lluvia no me dejan movilizar libremente con mis salidas diarias en bicicleta, y eso me jode. De joven disfrutaba más que ahora los días de lluvia; la lluvia me alentaba a fantasear con amores imposibles o recuperar cosas perdidas. Disminuye la visibilidad, pero por otro lado puedo ver más con lo que imagino, y eso la vuelve hermosa.

Las tormentas me atormentan. Inevitable, nada es lo que es, y si lo es, también es otra cosa.

Cavilar sobre la sangre me pone mal. No es paralizante, mientras hablemos de una lastimadura. Supongo que me pondría mal ver un cuerpo roto, desangrándose.

La velocidad es algo que no me estimula, al contrario: me anula. No puedo re visionar en tiempo real.

A veces, cuesta aceptar las contrariedades, pero trato de meditar, sopesar, hay otros caminos, otra mirada.

“En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?

FD: Ni montarse en la musa, ni negarla. Aunque en ocasiones está bueno relajarse y decirle “ya volverás en otra cosa”, aunque no vuelva a pasar por largo tiempo. Es decir, “eso” llamado inspiración no sería otra cosa que el momento en que nos disponemos a “hacerlo”. Y cuando me pregunto, ¿cuál es el momento de hacerlo?, me respondo: es justo el momento en que lo hago. Leyéndome podría decir, la inspiración sería una “puesta en acción” de múltiples factores que confluyen para que “eso” suceda. Todo lo demás, ¿una argumentación?

Bienvenida la inspiración, los estímulos y el trabajo puesto al servicio de la creación.

¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

FD: John Lennon, la “Coca” Sarli.

¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

FD: La “cura tutti” era una aspirina. Sí, claro, mis hijos me lo refrescaban siempre, cuando ellos manifestaban algún dolor, molestia o cansancio, yo les recomendaba: por qué no se toman una..., y ellos me decían sí pá, “la cura tutti” para vos sirve para todo. Y se reían.

Otra expresión que estaba muy presente en mis hijos era cuando les decía: “reaccioná, reaccioná, por favor”. Ya de adolescentes-adultos me miraban como recordándolo, “reaccioná, reaccioná ¿te acordás, viejo?”

Y algo más actual es con Lucila, hija de mi pareja. Una señorita que habla tanto, pero tanto que ya institucionalicé una frase y suelo proferirla por las mañanas: “Por favor, habla hasta lavándose los dientes”.

¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, perplejo?

FD: La sonata “Claro de Luna” de Ludwig van Beethoven. Y, también, la carta a la Amada Inmortal.

¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

FD: Por el año 1972, con recién cumplidos dieciocho años, efectué un viaje al sur de nuestro país. Íbamos tres personas, un tío, un primo y yo, en una pick-up Dodge con carrocería preparada con cuchetas para dormir. Realizábamos relevamiento de espacios públicos y privados para instalar cartelería de ruta. En una de las tantas paradas que hicimos, esto fue en zona de Bariloche, nos metimos por los bosques, dispuestos a lavar algo de ropa, ordenar el vehículo y hacer unos pollos a la parrilla: la idea era pasar un día de descanso. Cuando sentí muchas ganas de hacer mis necesidades, me escabullí detrás de unos arbustos, y cuando estaba en cuclillas, en plena faena, escucho la bocina de un auto, giro la cabeza y era toda una familia muriéndose de risa, y yo con mi culo al aire. Hui lo más rápido posible agarrándome los pantalones. El auto se fue. Yo, también muerto, pero de vergüenza. Luego, cuando les conté a mi tío y a mi primo, pude reírme. Igual, cada vez que evoco el episodio, establezco que los que llevaron la mejor parte para contar, fueron los del auto.

¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?

FD: Inevitable no pensar en “la muerte”. En las cosas que uno posterga.

“¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?

FD: Y sí, en algunos momentos pesa más que en otros; en realidad, cualquier cosa que hagamos se torna o puede tornarse rutina. Solamente que no nos damos cuenta, mientras lo que hacemos nos otorga placer. La rutina aparece cuando dejamos de percibir ese placer por lo que hacemos.

¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

FD: Me animo a pensar “un estilo” como una forma estética, de mostrar, no advierto que sea una limitación. Un estilo no tiene por qué ser una limitación. No puedo definir “lo perfecto”. La palabra, el sentido “perfecto” anula toda posibilidad de lo que lo antecede.

¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

FD: No hacer, no poder hacer nada, ante la indefensión.

Entre las muchas cosas que me despiertan violencia, la mirada de un pibe en situación de calle, observando en la puerta de una panadería sabiendo que no accede. Las cosas que más me duelen las encuentro en la mirada de los pibes.

Los que me hartan instantáneamente en nuestra sociedad están por todas partes: son los viejos de mierda: manejan y jamás dan el paso, soberbios, son vestidos por sus esposas, los planchan. Los hay por todas partes y todos tienen algo en común: la destilación del odio. “Los viejos de mierda” me hartan: no serán, no son todos, pero sí demasiados.

¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

FD: En mi adolescencia me había puesto de novio con Graciela. Me gustaba mucho. Hacía muy poco que salíamos. Para ese tiempo ya tenía un viaje planeado con un primo y un amigo, a Tanti, en la provincia de Córdoba, a una casita de una tía abuela, la tía Elvira, quien había sido enfermera, y una linda mujer. (Según contaba la tía Elsa, Elvira había conocido a Juan Domingo Perón, siendo él Secretario de Trabajo y Previsión, en ocasión de su visita al hospital donde ella trabajaba. Y alguna vez hasta se dejó entrever la existencia de un cierto amorío entre Elvira y el después Presidente de la República.) Estando en la terminal de ómnibus por el barrio de Once, se apareció Graciela y me acompañó hasta que llegó la hora de la partida. Sentí entonces que nunca nadie me había acompañado como ella lo hizo. Le prometí escribirle y lo hice. No obtuve respuesta a mi carta y cuando regresé de Tanti no volví a verla. Ella estudiaba en una escuela religiosa y tenía como compañera a otra chica con la cual yo ya había tenido un romance. La carta que le había enviado a Graciela, por error de numeración postal fue recibida por una vecina de la misma calle, también compañera de año y muy amiga de mi relación anterior. De esto me enteré mucho tiempo después. Nunca le hicieron llegar esa carta, en la cual declaraba cuántos deseos yo tenía de volver a verla.

¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo

FD: Estar como cantante del cuarteto de voces que aparecía en la película española “Amanece, que no es poco” [1989, dirigida por José Luis Cuerda], o al menos vivir un tiempo dentro de esa película. Fascinación total.

El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

FD: El silencio: imprescindible. Un gesto puede salvarte, ayudarte en muchas situaciones. La oscuridad es una puerta que no se abre. La sorpresa, para bien o para mal, siempre es inesperada. La desolación es cuando ya no hay rastros, ni la sombra de lo que hubo. El fervor es una acumulación exacerbada de “las ganas”. La intemperancia es una falta grave de comprensión.

¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

FD: Joaquín Salvador Lavado (Quino). Y su Mafalda.

¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...

FD: Cuando te dicen: “Te voy a tener en cuenta”, o bien cuando estoy mal y me sueltan: “Que tengas un buen día”.

Las mejores imprecisiones son cuando relato algún recuerdo, porque cada vez que lo hago, está mejor corregido o menos impreciso.

¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

FD: No, para nada me perturba ni me entristece. Valorar y querer, tienen significaciones diferentes.

¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

FD: Qué puedo decir: fue, es y será un gran poeta de este “Cambalache”, la vida.

Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

FD: José Mujica, el Pepe. Estuvo doce años preso, torturado, y años más tarde llegó a ser Presidente de su país, Uruguay.

¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

FD: El humor que refleja la realidad. Peter Capusotto, un fiel representante.

¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

FD: Esta pregunta como otras anteriores, tiene vericuetos. Voy a ir por el sendero de la desilusión. No pasa nada si un ideal no se logra, solo se trata de arrimarse lo más posible. Tal vez me falte pagar alguna cuota o varias, de obsesión.

El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

FD: Mi relación con el amor es de entrega. La contemplación me permite entender. Con el dinero es una relación distante, lo justo; igual me gusta mucho pero no le llego. Así andamos. En cuestión de fe, uno se agarra de donde puede, eso sería estar amarrado; amarrado a algo que no se sabe qué es. En política mi relación es de compromiso con lo que pienso, digo y hago.

¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?

FD: No recuerdo haber asistido a tal tipo de eventos, sin antes tener una referencia, además no soy “un gran salidor”. Sí me pasó, circunstancialmente, escuchar música, leer o escuchar algunas poesías, cuentos, insufribles. Y desde ya, dentro de los “etcéteras”, ciertas obras de teatro, novelas que son o fueron y serán trasmitidas por la TV, realmente insufribles.

¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?

FD: Las calles que transitaba desde mi casa hasta la puerta del club. Dos cuadras por M. Moreno hasta llegar a Lartigau y allí a media cuadra, nos esperaba el Club Juventud de Wilde. Me encontraba con mis amigos, jugaba a la pelota, había campeonatos, más adelante hubo pileta de natación, tuve muchas novias, alegrías, desengaños. También muy cerca de ahí, caminando media cuadra más por Lartigau y doblando para el lado de Capital, una cuadra y media, por avenida Mitre estaba el cine Pueyrredón y con mi amigo Rubén, “el pollero”, íbamos todos los viernes y mirábamos tres películas, las que dieran.

¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

FD: Al final la ceremonia fue en el bosque. Desecharon el sacrificio que les provocaría realizarla en la ciudad, por su poca autenticidad. Percibieron una sensación de sufrimiento, de muerte, pero enseguida repararon el desajuste que podía provocar el azar. Al caer la noche danzaron, como la lengua en el pensamiento, danzaron hasta encontrar su propia identidad.

“Donde mueren las palabras” es el título de un film de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?

FD: Las palabras no mueren, las palabras pueden desaparecer si se las abandona. Muere quien las dice, quien las escribe, quien las olvida.

¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

FD: El arte de lo posible, es arte y aunque esté en las antípodas ideológicas, la posibilidad de disfrutar es una condición divinamente humana.

¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

FD: Las dos cosas caen mal; una, es la expectativa que se pone en juego para lograr algo y que luego no pueda ser concretado: esta decepción llevará un tiempo para ser procesada, y juntar ganas para volver a intentarlo. Y otra es, si ese algo a obtener se corresponde a una promesa por algo que uno nunca solicitó y si después es incumplida, aquí es distinta la decepción: no es la pérdida de lo que pudimos tener sino la pérdida de confianza en la persona que hizo la promesa y no cumplió con la palabra.

No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

FD: A Sigmund Freud por su obra gigantesca, por su descubrimiento, “el inconsciente”.

A todos los albañiles que levantaron y levantan las casas que habitamos.

A todas las mujeres y hombres que fortalecen la estructura familiar, el cuidado de los niños, el acompañamiento, su formación. El futuro.

¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

FD: Eso desenfrenado que me lleva, no es mío, es algo que me pasa con vos. Y lo que pasa, es que a veces estás por todas partes y me doy cuenta, porque me pasa algo que no puedo, ni quiero frenarlo.

¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

FD: Desconozco precisamente qué artistas, pero supongo que han sido muchos. En tal caso, esto tendrá que ver con el éxito, la exposición mediática. Cosa a la que no le doy mayor importancia. No concierne al ser artista. Y seguro como paradoja, se desconoce de aquel artista que conmovió con su letra, su música o aquellos pibes pintando un mural, que hicieran sin saberlo, reflexionar, y salvaran a ese pobre tipo que estuvo a punto de arrojarse a las vías del tren.

Pobres los desmesurados alabados “artistas”.

¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

FD: Sí, claro, el amor es asimétrico. También fue ciego. Y seguiremos advirtiendo más propiedades a medida que lo sigamos descubriendo.

¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

FD: Hace tiempo que no puedo todo, y cada momento tiene su encanto. Ahora, el amanecer me cae fenomenal.

¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

FD: Miguel Gila [1919-2001] con Pepe Biondi [1909-1975] y Humberto Costantini [1924-1987] con Isidoro Blaisten [1933-2004].

Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?

FD: La vida, siempre una partida y merece ser jugada. Ahora.

*

Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Wilde y Buenos Aires, distantes entre sí unos 17 kilómetros, Fernando Delgado y Rolando Revagliatti.

www.revagliatti.com

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