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"paradojas y para Juan", de Gemma Serrano

El sastre de Apollinaire, 2021
Por Francisco J. Castañón
lunes 01 de noviembre de 2021, 13:00h
paradojas y para Juan
paradojas y para Juan

La poeta Gemma Serrano que ya nos había deleitado con sus poemarios Cisne en prácticas (2017) y Escombros: Casa museo (2019), suma ahora a su producción literaria un nuevo libro titulado paradojas y para Juan, editado bajo el sello El sastre de Apollinaire y prologado por la catedrática de la Universidad Complutense de Madrid Rebeca Sanmartín Bastida.

El último poemario de Serrano es una obra que gira en torno al binomio madre-hijo. Una temática más compleja de lo que pude pensarse a primera vista, sobre todo cuando se trata con la originalidad con que lo hace esta poeta, y que, a mi entender, convierte a este libro en el trabajo más íntimo y personal publicado hasta el momento por la autora.

Los versos que contiene este poemario son diáfanos, precisos y cargados de honestidad. En ellos la poeta nos habla sin amplificaciones innecesarias de la relación con el hijo, su hijo, pero también del mundo que rodea a ambos. Quizá por ello el discurso poético es aquí también un relato lírico, por decir así, del itinerario vital recorrido por ambos.

En paradojas y para Juan no solo en el título se juega con las palabras. De algún modo, todo el libro es un inteligente y preciosista juego de palabras, desde el primer poema, Fuente y canción, hasta el último, Canción hijo. Todos hilvanados con un lenguaje tan cálido y sencillo como profundo. Poemas en los que no hay artificio y sí delicadas o sutiles imágenes. Versos con luz propia como los que podemos leer por ejemplo en el poema 27 en subjuntivo:

‘que nacieras mañana
que vinieras en los viernes alados
de los atentos dioses

que supieras de nada
y cantaras con llanto delicado
al son de los amores’

O en el poema 35 en invierno:

‘y cree sobre todo niño invierno
cree
(vieran o no vieran tus ojos)
que las hojas regresan a los árboles
el empeño a la primavera’

De esta forma, Gemma Serrano realiza, a mi juicio, un elaborado ejercicio de síntesis o, dicho de otro modo, la poeta parece querer desprenderse adrede de posibles adornos y optar por la búsqueda de la esencia y sonoridad de las palabras, con las que ir dando contenido a este cuidado cantar: ‘al paso / al paso / al paso / le vienes con el ritmo del abrazo // al trote / al trote / al trote /resuenan consonantes de tu nombre’. Y como lo bueno, si breve, dos veces bueno -según aseveró Baltasar Gracián-, incluso nos toparemos con un poema, el titulado 38, que la autora resuelve con una sola palabra o, para ser exacto, con un nombre: JUAN.

Como se lee en la cita de Francisco Umbral que da entrada al segundo apartado del poemario, diríase que la autora busca un lenguaje para entender y descifrar el código que le permita acceder al universo del hijo. Ese universo que cuando niños construimos más allá de la realidad inmediata en la que estamos inmersos. Pero el acercamiento de la poeta a la figura del hijo conlleva aquí, como asevera Rebeca Sanmartín Bastida en el prólogo del libro, ‘una absoluta invención de la madre, en la distancia de esa nombrada tercera persona, que se queja de los viernes, pero con un humor lírico,…’. En efecto, esa distancia que toma la autora con el tema objeto de estos poemas parece ser la clave del carácter tan singular y, me atrevería decir, tan novedoso de esta obra.

Porque en este poemario hay madre, pero también desmadre: ‘Juanito se desmadra / se esconde entre columnas de un palacio / se asusta /…’ (poema Desmadre estival) y ‘sin hijo / ni mamo ni mama / sin madre / ni abrazo ni abraza (poema Desmadre otoñal). Ciertamente, en estos versos hay madre, hay poeta, pero sobre todo Palabras para Juan:

‘camino hierba relente montaña
azul diana blancura manzana

cama lapicero mañana queso
poesía escalera puntada cielo’

Por otro lado, estamos ante un libro que va ganando la atención del lector según avanzamos por las páginas del mismo. A partir del poema Dónde los ojos que inaugura la segunda mitad de la obra, el discurso poético de Serrano toma mayor altura y sigue haciéndolo hasta la finalización del poemario. Sin abandonar el humor, ‘el niño / intenta ponerse al niño por el cuello /…’ (poema Uniforme); aportando ingenio, ‘buceas hoy con los ojos abiertos / mamá los cierra / y te convierte en gusano en la toalla /…’; y una visión inédita y actual, ‘la padre se ha vestido por los pies / y mira en el espejo la redondez del vientre / se ha pintado los ojos las pestañas / y se unta con perfume las dos manos /…’ (poema La padre).

En la segunda parte del libro hallamos poemas más que notables, como Prácticas de zoología, Silencio y queja, Niño seta, Perdón reflejo o Luto de hormiga. Entre ellos, el poema Cita a ciegas no pasa inadvertido: ‘estoy separada / me fui de casa / desde hace un año / en vacaciones de navidad / soy medio madre /comparto custodia / conservo mi piso / he alquilado una vivienda / busco una persona que me hable / a veces no sé qué decir //…// mala suerte / circunstancias/…’, un poema en el que la escritora se coloca ante el espejo de su literatura. En Cita a ciegas la poeta se expone, arriesga, y da a conocer el telón de fondo de estas paradojas y para Juan.

Así pues, estas líneas son una invitación a conocer las paradojas de Gemma Serrano y sus versos para Juan, el camino más reciente por el que transita la poesía de esta señalada autora. Pero también una llamada al reencuentro con una voz poética personalísima y su atractiva forma de mirar aquello que conforma su escritura.

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