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Patxi Irurzun
Patxi Irurzun (Foto: cortesía de la editorial)

Patxi Irurzun: “Sabemos un montón sobre el asesinato de Kennedy pero ignoramos nuestra propia historia”

Autor de "El tren de los locos" (Harper Collins Ibérica)
martes 23 de noviembre de 2021, 08:17h

Patxi Irurzun (Pamplona, 1969) revisita el balneario guipuzcoano de Santa Águeda, donde el presidente Canovas del Castillo fue asesinado en 1897, y narra su transformación en manicomio en una historia donde hay enamorados, sindicalistas, pelotaris… e incluso se cuela un hombre con dos penes.

Patxi Irurzun
Patxi Irurzun (Foto: Juan Lemus)

“El tren de los locos”, se titula, y no es un Cercanías que nunca cumple sus horarios. ¿Qué convoy era ese?

El título del libro alude al traslado de enfermos mentales desde los manicomios de Valladolid y Zaragoza al manicomio de Santa Águeda, en Mondragón, en 1897, cuando ese lugar pasó de ser un balneario a un hospital psiquiátrico, tras el magnicidio que tuvo lugar en él (el asesinato de Cánovas del Castillo, presidente del gobierno de España a manos del anarquista italiano Michele Angiolillo). En aquella época no había manicomios en el País Vasco, y a los locos o se los escondía o se los internaba en esos hospitales de otras ciudades. En el libro se narra, entre otras muchas cosas, ese viaje. El traslado de los locos era todo un acontecimiento, en Pamplona, a donde también fue a parar otro de eses trenes, fueron recibidos con gran pompa, banda de música, periodistas...

¿Cómo llegaste a conocer la historia?

La conocí relativamente tarde. Sí conocía el manicomio de Mondragón, porque era un lugar famoso, entre otras cosas porque por él pasaron pacientes ilustres como Leopoldo María Panero, porque la Orquesta Mondragón toma su nombre de él, o porque los pacientes publicaban un fanzine literario... Pero no tenía ni idea de su vida anterior, el balneario, el magnicidio que lo hace caer en desgracia... Es curioso como sabemos un montón de detalles del asesinato de Kennedy e ignoramos nuestra propia historia (de hecho, el magnicidio de Cánovas no fue el único, en un corto espacio de tiempo fueron asesinados Prim, Canalejas, Dato... y más tarde Carrero Blanco). La historia me la contó mi amigo el escritor Josu Arteaga, que es de Mondragón, a él le debo buena parte de este libro.

¿No puedes explicar qué era el balneario de Santa Águeda?

Era un lugar al que los veraneantes iban a “tomar las aguas” y a tratarse determinadas enfermedades, aunque más bien esto acababa convirtiéndose en una excusa para veranear entre gente distinguida, en un ambiente relajado y frívolo, con actuaciones, magos, baile... En aquella época los establecimientos termales se ponen de moda en todo Europa, ir a ellos era un signo de distinción social, o una manera de medrar, hacer relaciones, conseguir enchufes...

Supongo que Cánovas del Castillo no era el único preboste que utilizaba sus servicios…

No, claro, para empezar él y otros como él acudían acompañados de toda su corte, ministros, periodistas, o, como digo, todos aquellos que pululaban alrededor buscando beneficios, concesiones... La reina Isabel II también “tomó las aguas” bastantes años atrás, en 1845, de hecho, la carretera que llevaba desde Mondragón al balneario, en Gesalibar, un barrio de las afueras, se construyó para la ocasión (hasta entonces los lugareños que se fastidiaran). Con respecto a Cánovas hay una cosa curiosa y es que él decía que aquel lugar, Santa Águeda le daba la vida, sin sospechar que sería allí precisamente donde acabaría perdiéndola.

El protagonista es pelotari. Pienso en que hubo un tiempo en el que muchas capitales españolas, fuera del País Vasco y Navarra, tenían frontones y mucha actividad…

Sí, a finales del XIX se pusieron de moda los grandes frontones, todavía no existía el fútbol como espectáculo de masas, y los pelotaris eran grandes estrellas, se hacían cromos que aparecían con las tabletas de chocolate, se anunciaban los partidos en los periódicos... Los frontones además eran muy suntuosos, con capacidad para miles de personas. Estaba el Beti Jai, en Madrid (el primero que tuvo un marcador eléctrico), el Condal en Barcelona... Después esto se exportó a otros lugares, ha habido frontones o jai-alais en Cuba, Filipinas, Miami, Shanghái... Poco a poco eso fue decayendo, me refiero al frontón largo, la cesta punta o el remonte, pero en el País Vasco la pelota a mano es todavía un gran espectáculo que mueve mucha gente.

No quiero revelar nada, pero… ¿un hombre con dos penes?

Ja, ja. Sí, la novela tiene algunas escenas eróticas, o igual no tanto, porque tienen más que ver con el sexo bizarro, las anomalías sexuales, los fenómenos, los zoos humanos... Todo ese mundo del erotismo lo daba la propia época, el ambiente frívolo del balneario, y esos albores de la pornografía, con las primeras publicaciones de quiosco, o novelas como “Las once mil vergas”, de Apollinaire, también los cuplés, los cafés cantantes...

Nunca me planteo hacer novelas de género, o seguir sus patrones, es evidente que es una novela histórica por la época en que transcribe y porque hay que ambientarla

Dicen que tu novela es histórica, negra, de acción y erótica. ¿Tenías las proporciones del cóctel cuando empezaste a escribirla?

Creo que no, son cosas que van surgiendo, por ejemplo, la trama negra tiene que ver con el hecho de que quería empezar la novela con el sonido de una pelota golpeando la pared y ese sonido se asemeja con el de un disparo, a partir de ahí comienzo a tirar del hilo. Yo diría que nunca me planteo hacer novelas de género, o seguir sus patrones, hombre, es evidente que es una novela histórica por la época en que transcribe y porque hay que ambientarla. Pero me gusta que se mezclen cosas, a veces de manera inesperada, por ejemplo, en la anterior novela histórica, Diez mil heridas, aparecían marcianos. Yo lo que quiero es pasármelo bien cuando escribo.

En estos momentos tienes en danza otros dos libros de registros completamente distintos. ¿Cómo es el viaje del rock radikal vasco a las aguas termales de finales del XIX?

En realidad, puede que tenga algo que ver, las dos novelas anteriores, “Tratado de hortografía” y “Chucherías Herodes”, también podrían ser en cierto modo novelas históricas, hablan de los ochenta o de un movimiento como el rock radikal vasco menospreciado, o estigmatizado, y eso es algo que se repite en mis novelas históricas, que son escritas desde los márgenes, las periferias... La verdad es que han coincidido así las cosas, a veces los ritmos editoriales no se acompasan con los de escritura, y yo ando ahora defendiendo esas dos novelas (la primera “Tratado de hortografía”, porque se ha editado recientemente en Chile y en México, y la segunda, “Chucherías Herodes”, porque salió este mismo año) y también “El tren de los locos”. Espero no acabar yo también en Santa Águeda, medio loco... aunque tampoco me voy a quejar, claro.

Eres bibliotecario, así que escribes novelas y también las “repartes”. ¿Eres un idealista en un mundo que (nos dicen) da la espalda a libros?

Mi mundo son, han sido siempre, los libros, ahora se puede decir que entre una cosa y otra vivo de ellos, y eso me hace sentirme muy satisfecho, pero a la vez veo con temor ese desmoronamiento, ese desinterés creciente por la lectura, ese desprecio de las humanidades. Me siento parte de un mundo que desaparece (o que cambia, espero que sea solo eso), como un espécimen en vías de extinción, pero tampoco sé valorar si realmente es así, o soy muy tremendista, uno intenta agarrarse a esos tópicos, “siempre necesitaremos que alguien nos cuente historias”, etc. pero no sé, me da mucho miedo y mucha pena todo.

Las enfermedades mentales siguen siendo un gran tabú. La investigación para reconstruir ese tiempo ¿te ha permitido aprender algo al respecto?

Siempre me han atraído las historias de locos, quizás porque viví mucho tiempo junto a un manicomio y los veía pulular, montarse en los mismos autobuses que yo... Algunos me daban miedo, pero otros eran parlanchines, contaban sus historias, y yo les prestaba atención y comprendía siempre que, detrás de aquella locura había siempre una historia, un recorrido que les había llevado hasta allí, es algo que siempre he intentado explicar con mis personajes, no solo los locos.

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