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"Dársena", de Pedro López Lara

Ediciones de La Discreta, 2022
Por Francisco J. Castañón
domingo 05 de junio de 2022, 17:00h
Dársena
Dársena

El poeta Pedro López Lara ha publicado recientemente el libro Dársena bajo el sello editorial La Discreta. Este poemario es la tercera entrega de un autor que desde hace años ha ido construyendo en la intimidad de su silencio creativo una extensa obra poética. A partir de 2021 hemos ido conociendo su producción literaria, con la publicación de Destiempo (Premio de Poesía Rafael Morales) y Meandros, títulos a los que se sumó este 2022 el poemario que nos ocupa. Debe anotarse aquí que al elenco de obras de López Lara hay que añadir un nuevo libro, Escombros, aparecido el pasado mes de mayo. El autor fue además galardonado en 2021 con el Premio Ciudad de Alcalá de Poesía por una obra, Museo, que aún permanece inédita.

Dicho lo anterior, abramos las páginas de Dársena. Un excelente prólogo del catedrático José Ignacio Díez introduce los ciento ocho poemas del libro, divididos en dos bloques: “Circuito” y “Arcén”. A través de esos poemas el autor aborda múltiples temas, diversidad que no puede ocultar un hecho evidente: el protagonismo del tiempo, que, como material poético e hilo conductor, emerge una y otra vez en los versos de Dársena. Un tiempo cuyo paso acarrea recuerdos a la memoria, y con ellos la añoranza, la aflicción y también preguntas sobre el devenir del ser y el sentido de la existencia.

Es, pues, la experiencia vital la que nutre los poemas, ese discurrir de la vida que condiciona nuestra percepción de todo aquello que nos circunda: “El cuadro sigue aquí, pero es distinto / de aquel que vimos juntos. //… // El cuadro sigue allí, pero es el mismo” (del poema “Persistencia”). Un discurrir que el autor trata con ingenio, destreza, ironía y un humor algo ácido en ocasiones, configurando un discurso poético atrayente, que permite a los lectores compartir con él una forma de mirar y sentir.

En el libro se plasman consideraciones repletas de un saber adquirido y que se transfiere aquí a la escritura. Así, por ejemplo, en el poema “Ancestro”: “Nunca desprecies al que fuiste”; o en “Retrospección”: “Mirar atrás: la mano que acaricia / el lomo de una bestia fatigada”. Son también de destacar las imágenes, mediante las cuales adquieren gran fuerza expresiva unos versos dotados por otra parte de excelente factura. Véanse a este propósito poemas como “La dueña”, “Los datos disponibles”, “Partida de caza” o “Memorial de los días”, en los que la poesía de Pedro López Lara alcanza cotas más que notables.

Estamos ante un esmerado quehacer poético: versos elaborados con un léxico escogido –no en vano el autor es filólogo–, un estilo muy definido y una identidad reconocible. Estos y otros elementos articulan una voz lírica que dispone ya de un lugar acreditado en el paisaje de la poesía española actual.

En “Circuito”, primera parte de Dársena, se indaga en las vicisitudes que van tejiendo nuestro transitar por este mundo, con cierto acento existencialista que a menudo el lector puede hacer suyo: “Somos provisionales / irreversiblemente fugitivos” (poema “Ficciones”).

El poeta nos habla igualmente de la tristeza: “Para esta última noche he contratado / al payaso más triste” (“El payaso de la última noche”); de aquello que alimenta nuestros temores: “No le dejes entrar / otra vez en tus sueños. / Encenderá todas las luces, / se dejará la puerta abierta, / paseará por los pasillos / como aquello que es: / un espectro que vive de tu miedo” (“El okupa”); de “Días malvados” (“Hay días en que todo dice no”); o de la conveniencia de saber emplear cabalmente cada instante que nos es dado, según podemos leer en el poema “Los datos disponibles”: “A partir de estos datos, que son los disponibles / –recapitulo: hay tiempo pero solo / por el momento–, / tomemos unas pocas decisiones sensatas: / ni hacer balances ni jugar a los dados, / aspirar las fragancias de la vida, / no porque pueda ser mañana tarde, / sino porque resulta hoy su aroma constatable, / e irrefutablemente delicioso”.

Por lo expuesto hasta aquí parece claro que nos encontramos ante una poesía sapiencial que invita a usar la vida, con sus luces y a pesar de las sombras que se ciernen sobre el hecho mismo de vivir: “Necesitábamos la vida / para hacer con ella esto. // La hemos usado mal, / con resultados poco presentables, / pero, si estaba ahí, no era por motivos estéticos, / era para ser usada, / bien o mal, como sea, no importa, / lo fundamental era dejarla usada, desgastada, / inservible y exhausta” (“Finalidad de la vida”). Una lección diáfana, sin duda, en la que se aúnan la exaltación resignada de la vida y la precisa conciencia de sus límites, pues “En tres o cuatro días estaremos muertos, / tendremos que mudarnos” (“Mudanza”).

Otros poemas reflexionan sobre la palabra y la poesía: “Escribir un poema / para clavar en él una palabra, / una palabra que nos llama y requiere, / pero cuya soledad debe ser atenuada” (“Pretextos”). Y en esta línea la poesía puede llegar a ser una fórmula para afrontar aquello que acontece, o incluso un conjuro para obligarlo a acontecer: “Si aún tengo las palabras en mis manos / podré con ellas realizar cualquier tipo de ensalmo: / podré hacer un poema / de amor que consista en que vuelvas / o en que no te hayas ido” (“El truco”).

No pasará tampoco inadvertido al lector que al poco de iniciarse el poemario se sitúa un poema dedicado al padre, “Reparación”, cuyo eco complementario y simétrico, “Madre”, aparece cuando va entornándose ya la puerta que pronto dará cierre al primer tramo del libro. Son detalles que nos hablan de la deliberada pero sutil presencia en la obra de un marco que conlleva una estructura e invita de forma delicada a encontrar otras pistas o piezas relacionables con esa voluntad de ordenación de los textos.

La segunda parte del libro, “Arcén”, tiene su “Obertura” (“Mis versos no se fían de sí mismos. / Ni tampoco de mí”). A la ironía parcial latente en este primer poema siguen, en otros posteriores, disquisiciones sobre las diversas etapas de la vida, abordadas paradójicamente: “Cuando seas más joven / lo verás todo claro” (“Anagnórisis”); sobre el ámbito laboral: “Mientras la rueda del trabajo gira, / no eres capaz de verte / debajo de ella, aplastado por ella” (“La rueda del trabajo”); o, una vez más, sobre el tiempo, “profesional” que “… acude siempre / puntual a sus citas” (“El tiempo y nosotros”), un tiempo, que en cumplimiento de lo enunciado en estos versos, va a aflorar de forma recurrente y poliédrica en los textos que integran “Arcén”.

Junto a los ya apuntados, es aspecto insoslayable de Dársena la hondura filosófica en que arraigan muchas de sus páginas, como las que albergan, por poner solo tres ejemplos, los poemas “El futuro”, “La olla de oro” o “El niño íntimo”. Un tono reflexivo que en otros, como “Agorafobia”, se entrevera con cierta vibración emocional, aunque contenida siempre: “No salgo ya a la calle, / porque los muertos somos vergonzosos, / nos da miedo que nos mire la gente y averigüe / que estamos muertos”.

Asevera Pedro López Lara en el primer poema de este libro, “Memoria de los versos”, que “solo es bueno un poema / cuando el último verso se acuerda de todo”; y en el poema final, “Coda”, sostiene que el poema tal vez no tenga nada que decir cuando pueda comunicarse consigo mismo, o sea, cuando haya alcanzado su objetivo. No debe preocuparse el autor en este sentido, pues es mucho lo que dicen sus versos y muchos serán los que queden en nuestra memoria literaria. Razones por las que, más allá de las escuetas observaciones apuntadas en esta reseña, cabe afirmar que Dársena constituye un poemario “deslumbrante”, como bien lo ha calificado José Ignacio Díez. Léanlo y juzguen ustedes.

Puedes comprar el poemario:

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