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David Zaplana y Ana Ballabriga
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David Zaplana y Ana Ballabriga (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Entrevista a Ana Ballabriga y David Zaplana. “La novela negra nos permite hilar tramas interesantes que enganchen al lector y planten temas de crítica social”

Autores de “La ley del hambre”
jueves 13 de julio de 2023, 12:11h

6 años 6, es el tiempo que los escritores Ana Ballabriga y David Zaplana han tardado en escribir su novela “La ley del hambre”, un thriller rural que tiene como escenario la pequeña población de Huesca, Candasnos, localidad en la que nació y creció Ana. “Hemos querido poner en el mapa a mi pueblo. Es un protagonista más del libro”, dicen los autores.

David Zaplana y Ana Ballabriga
David Zaplana y Ana Ballabriga (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Ana Ballabriga es oscense y David Zaplana cartagenero. Llevan compartiendo sus vidas y su obra 26 años, aunque, a veces, dudan de si son 25 ó 26, y lo hacen con humor. Se nota que, además de una vida en común, disfrutan creando y trabajando juntos. Es tal su familiaridad y compenetración que consiguen escribir a cuatro manos sin que se note. “A veces creo que tengo una idea brillante y Ana me la desmonta, en otras ocasiones es al revés”, dice David entre risas.

Aprovechando nuestra vista a la Semana Negra de Gijón, hemos podido asistir a la presentación de su libro y realizar esta entrevista donde nos dan algunas claves sobre las farmacéuticas y otra historias, como la del Molino de Barcelona e historias de anarquistas en la Guerra Civil española que harán las delicias del lector más exigente.

Desde 2007 Ballabriga y Zaplana escriben a cuatro manos y parece que han encontrado la forma perfecta de entenderse, ¿quién pone la razón y quién la emoción?

Como ingeniero, yo tengo una mente más racional y analítica y se me da mejor terminar de cuadrar las escaletas de las historias que hacemos. Ana es psicóloga de formación, lo que le permite analizar mejor las emociones, los traumas y los conflictos de los personajes, así como su arco de evolución a lo largo de la historia.

De los relatos pasaron a la novela de aventuras, misterio e investigación arqueológica, para llegar a la novela negra en la que se han consolidado, tras recibir premios importantes; definitivamente ¿han encontrado su hueco y ven un futuro prometedor con el auge de este género entre los lectores españoles?

Nos gusta mucho escribir novela negra porque nos permite hilar tramas interesantes que enganchen al lector y plantear temas de crítica social que nos interesa poner sobre la mesa. Sin embargo, nunca escribimos novela negra pura, si algo nos caracteriza es la mezcla de géneros. Todas nuestras novelas tienen en común el misterio, el ritmo, los giros argumentales y la combinación de varias tramas. Dentro del misterio, en algunos libros tiramos más hacia la novela negra y en otros hacia el thriller, la aventura o incluso la comedia. Nos gusta que el lector encuentre elementos que nos caracterizan y otros que le sorprendan. No queremos aburrir.

"La ley del hambre" es una novela coral en la que se mezclan tres historias, tres personajes bien perfilados ¿con qué dificultades se han encontrado a la hora de conjugarlos?

Son tres historias contadas en diferentes tiempos que tienen en común el pueblo de Candasnos y la maldición que se cierne sobre él. La primera es la historia de Caín, un guardia civil que en una noche de tormenta acude a una llamada de emergencia en el pueblo y se enfrenta a lo que parece un monstruo que surge de la balsa y que deja tras de sí un brazo amputado.

La segunda es la historia de Vera, una periodista de investigación que llega a Candasnos para investigar a Semilia, una empresa de semillas que utiliza los transgénicos y otras malas prácticas para controlar la producción de los cultivos.

La tercera es la historia de Calixta en los años setenta, una mujer del pueblo que queda viuda muy joven y que, para sobrevivir, se ve obligada a convertirse en vedete en El Molino Rojo de Barcelona.

Todas estas historias están relacionadas y confluyen en un final común, incluso, con las historias de otros dos personajes algo más secundarios.

Dicen que las personas, los lugares, no mueren mientras haya quién los recuerde. Su novela ¿es un homenaje a esos pueblos que, poco a poco, van quedando sin habitantes y sin recuerdos?

Sí, la novela está ambientada en Candasnos, el pueblo de Ana, y las distintas tramas se inspiran en historias reales que nos han contado de gente del pueblo y hechos históricos de la zona. Es un tributo a Candasnos y a sus habitantes, para que esas historias pequeñas e impactantes no queden en el olvido. También es posible que haya gente a la que le entre ganas de ir a vivir al pueblo después de leer la novela. Aunque algunos dicen que será más bien al contrario, jaja.

En sus anotaciones finales, afirman que el tema principal de su obra es la lucha de clases. Los caciques abundaron a lo largo de nuestra historia, por toda nuestra geografía. En un pueblo pequeño, aunque hayan pasado muchos años, ¿llegan a cerrarse esas heridas?

Creo que no. En un pueblo pequeño todo el mundo se conoce y las historias de las familias se transmiten de forma oral de generación en generación. Por lo tanto, las acciones malvadas que permitieron a los caciques enriquecerse ochenta años atrás siguen muy vivas en la mente de los descendientes de las personas que sufrieron esos abusos. Aunque, claro, hay que convivir y no sería muy sensato optar por la venganza.

¿Qué ha sido lo más bonito y qué parte ha entrañado mayor dificultad en un libro que empezó a gestarse hace seis años?

A nosotros nos encanta toda la parte de documentación: hablar con la gente del pueblo para que nos cuenten historias, con la Guardia Civil, visitar el acuartelamiento de Candasnos, buscar a una vedete de El Molino que actuó en los años que nos interesaban, documentarnos sobre la manipulación genética, el anarquismo o el posporno.

La parte más dura siempre es la de revisar una vez que el libro está escrito. Es un proceso largo y tedioso, que pasa por nuestras propias revisiones, por la de lectores cero, por la de nuestra agente y las editoras. Es un proceso más rutinario y menos artístico, pero también se aprende mucho, sobre todo cuando trabajamos con otra gente.

La Balsa Buena, El Conventaz, el puente romano, el monstruo… ¿En España tratamos mal nuestra historia? ¿nos cuesta investigar o es más fácil hablar de Egipto, por ejemplo, que de lo que ocurrió en un pueblo de la provincia de Huesca?

La historia de las grandes ciudades es más conocida, pero la de los pueblos pequeños, no. Por ejemplo, el Conventaz es el nombre que le dan en el pueblo a una pequeña colina de las afueras, cubierta por un montón de sillares labrados. Los más viejos dicen que ellos vieron parte de los muros en pie, pero nadie sabe exactamente qué era esa construcción, se ha perdido en la memoria y nadie se ha molestado en investigarlo. Muchos de esos sillares han sido expoliados y decoran ahora patios interiores de las casas del pueblo. Nosotros, en la novela, planteamos una hipótesis de lo que pudo haber sido. Igual que esa, hay otras muchas anécdotas similares que hemos adaptado para la historia que queríamos contar.

“Queríamos hablar del anarquismo y de la resistencia que puso en jaque al régimen después de acabar la guerra”

La lucha por la libertad está muy presente también en su novela, así como los nombres de personas que estaban dispuestas a morir por conseguirla, ¿es un homenaje a personas olvidadas que les debemos tanto?

Sí, Quico, uno de los personajes de la historia, dice algo así cuando se encuentra con los anarquistas: «Yo quería huir a Francia para conocer la libertad. Sin embargo, Quico Sabaté y los suyos se juegan el culo cada día para traer la libertad a España».

Al inicio de la Guerra Civil, la columna de Durruti estuvo asentada en Bujaraloz, un pueblo cercano a Candasnos. Mosén Jesús Arnal, un cura del pueblo, estuvo a punto de ser linchado, pero Durruti lo salvó y lo convirtió en su secretario. Esta es otra anécdota curiosa, cómo un anarquista salvó a un cura y lo tomó bajo su protección.

Queríamos hablar del anarquismo y de la resistencia que puso en jaque al régimen después de acabar la guerra, al principio de la dictadura. El anarquismo no se estudia en las escuelas. Se estudian los reyes y los dictadores, pero no los revolucionarios como Quico Sabaté que peleaban contra la dictadura haciendo incursiones desde Francia e invirtiendo en muchas ocasiones el dinero que ganaban con su propio trabajo.

Las leyes se hacen desde los despachos, muchas veces dictadas por personas que no han pisado el campo en su vida… ¿Están suficientemente protegidos los agricultores, conocemos las dificultades que atraviesa el sector y lo complicado y duro que es su trabajo?

El trabajo de agricultor es muy duro e inestable. Es cierto que tienen ayudas y subvenciones europeas, pero a la mayoría no les da para vivir y tienen que compaginarlo con otros trabajos (me recuerda a los escritores). Los agricultores dependen mucho del tiempo que haga y en años de sequía puede que apenas saquen cosecha para sobrevivir. Además, las empresas de semillas las patentan para que el agricultor no pueda guardar parte de una cosecha para plantar la siguiente, para que siempre dependan de ellos. Y algunos agricultores piensan que estas empresas incluyen las plagas en los sacos de semillas para que se vean obligados a comprarles los plaguicidas, que son nocivos para la tierra y para la salud de las personas.

Respondiendo a la pregunta, creemos que no, no están suficientemente protegidos. Los pequeños agricultores están muy indefensos.

Hoy en día sigue habiendo cierto control de los caciques, que en muchas ocasiones controlan los ayuntamientos y el trabajo

¿"La ley del hambre", a la vez de enseñar mostrando historias reales bien documentadas, ¿es una novela de denuncia contra la explotación sufrida por los agricultores, antes por los caciques y ahora por las grandes empresas que lo manipulan?

Sí, los caciques son los que tienen la mayor parte de tierras del pueblo y les da para ganar mucho dinero. El pequeño agricultor es el que está indefenso y lo que obtiene de la tierra no le da para sobrevivir. Hoy en día sigue habiendo cierto control de los caciques, que en muchas ocasiones controlan los ayuntamientos y el trabajo. Además, como explicábamos antes, la opresión de las empresas de semillas hace que este trabajo sea muy duro e inestable.

Los autores se mueven igual de bien hablando tanto del campo como del mundo del espectáculo, del posporno… ¿creen en las coincidencias y en que el mundo es un pañuelo, o ha sido una manera de enriquecer el relato?

En la vida real suceden muchas coincidencias que nos asombran cada día. Sin embargo, el cóctel de temas del que hablas es totalmente intencionado, eran temas que queríamos plantear al lector para darle la oportunidad de, si le apetece, reflexionar sobre ellos.

Las maldiciones antes se escribían, ahora son exabruptos lanzados en momentos de ira… ¿serán igual de eficaces…?

Descubrimos las tablillas de maldición romanas en un viaje a Bath, en el sur de Inglaterra. Eran tablillas de plomo en las que la gente maldecía al que le había hecho algún agravio como, por ejemplo, robarle una toalla. Sin embargo, las maldiciones eran brutales, pedían a Plutón (dios del inframundo) o a su esposa Perséfone que les arrancaran los ojos, los dientes y les pudieran todos y cada uno de los miembros. Como la Balsa Buena de Candasnos es de origen romano, nos pareció que estas tablillas podían encajar bien con la historia.

Petostes, turrumperos, acojoná, chiqueta, t´espera, levantao, verdá, escampao, zangüengo, maltrazau, estalentaos, pampurrias, corronchar, atarantau, corronchar… Está claro que las entrevistas con los lugareños han dado sus frutos ¿Qué queda de todo esto?

Cuando llegué por primera vez a Candasnos, apenas entendía lo que decía el padre de Ana. El acento aragonés cerrado y el uso de algunas voces dialectales requerían de un gran esfuerzo para descifrar lo que decía. Con el paso de los años, me acostumbré y ya no me suena raro, pero todas estas palabras desvirtuadas, mezcladas con el catalán o los dialectos de la franja, siguen en uso todavía y caracterizan el habla de alguna gente del pueblo. Evidentemente, el caso de Crispo es excepcional y usa muchas de estas palabras por su incultura y por la época a la que pertenece, ya que nace antes de la Guerra Civil.

¿Qué esperan Ana Ballabriga y David Zaplana de "La ley del hambre"?

Esperamos que la gente pase un buen rato leyéndola, que se enganchen y no la quieran soltar. Después, si alguien tiene ganas de calentarse la cabeza, también esperamos que pueda reflexionar sobre todos los temas que planteamos y pueda debatir sobre ellos con los amigos delante de un café o una cerveza. Siempre disfrutando de un buen rato y una buena conversación.

Puedes comprar el libro en:

9788418945601
Ana Ballabriga y David Zaplana
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Ana Ballabriga y David Zaplana (Foto: Javier Velasco Oliaga)
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