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"A orillas del Rubicón", de Francisco Uría y José Luis Hernández Garvi

Ed. Berenice. 2022
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
viernes 18 de agosto de 2023, 18:17h
A orillas del Rubicón
A orillas del Rubicón
Estamos ante una muy inteligente novela histórica, la cual narra las vivencias epistolares de los dos personajes que rigen, con mano de hierro, la política de Roma en ese momento histórico. Ambos a dos pasarán a mejor vida de forma violenta. Uno muerto en fratricida combate civil, GNEO POMPEYO MAGNO, y el otro asesinado vilmente en un complot urdido en la propia Curia Regia o Senado de la urbe capitolina o Roma, GAYO JULIO CÉSAR (con su maestro Manio Atellus).

En el año 53 a.C., Roma sigue siendo, en apariencia, una República, aunque en realidad el poder omnímodo lo detentan tres personajes de rancio abolengo y plutocracia contrastada. Son: Gneo Pompeyo Magno, Marco Licinio Craso y Gayo Julio César. Esta especie de contubernio se mantendrá, incólume, hasta la muerte de Craso, ‘el hombre más rico de Roma’, en la batalla de Carras luchando contra los partos, que eran los enemigos irredentos de Roma.

«Julio César es el más joven de los tres triunviros que se reparten el poder en Roma, aunque sus recientes victorias en las Galias han acrecentado considerablemente su popularidad y fortuna. Sin embargo, la muerte violenta de Craso, en Asiria, deja a Pompeyo y a César frente a frente. El 12 de enero del año 42 a.C. llega al río Rubicón junto con la legión que le sigue. Pompeyo le aguarda en Roma, convencido de su superioridad. El Rubicón es el límite de su provincia y, como procónsul, César sabe que si él y su legión lo cruzan ello implicaría atentar contra la ley de Roma y supondría el inicio de una guerra civil. La historia nos dice que, ante la magnitud del reto a asumir y los riesgos que arrostraba, quizá por primera vez en su vida, César dudó. Fue en ese momento cuando decidió consultar a su antiguo maestro. Este libro recoge la conversación entre los dos hombres, que es también una conversación entre los dos autores de esta obra. En ella se pone de manifiesto la absoluta modernidad del personaje de César, pendiente de la ‘opinión pública’ y, según la moderna expresión, del ‘relato’, como ningún hombre lo había estado antes en la historia. Frente a él, la sabiduría y los viejos valores de su maestro. El resultado es una novela epistolar tan lúcida como memorable».

La realidad palpable estriba en que Julio César y Gneo Pompeyo siguieron manteniendo cordiales y respetuosas relaciones, inclusive de aliados, mientras estuvo con vida la joven esposa de Gn. Pompeyo, que era la muy querida hija única de Julio César, y que se llamaba Julia; la cual pasaría a mejor vida por una endometriosis o infección puerperal. A partir de ese difícil y complejo momento histórico, ya están frente a frente los dos varones esclarecidos y más poderosos de Roma. Aunque, Pompeyo partía de una situación de privilegio, era mayor que César y tenía como feudatarios y clientes a la oligarquía patricia senatorial de Roma; mientras que los aliados de Julio César eran los populares y los caballeros-equites. Cuando muere M. Licinio Craso, Pompeyo se encuentra ya en la urbe capitolina, y tiene un control casi absoluto de todas las principales instituciones republicanas del SPQR o SENATUS POPULUSQUE ROMANUS; y, por lo tanto, tenía el imperium de las legiones que se encontraban estacionadas en la propia Península Italiana.

César era procónsul en la Galia Cisalpina, escenario de sus victorias militares y territorio que tras una cruenta campaña había logrado pacificar. Como única ventaja contaba con la inquebrantable lealtad de sus legiones curtidas en combate junto a él”. No obstante, la oligarquía pompeyana contraatacó, ya que era consciente del poder y de la popularidad de Gayo Julio César, por lo que intentaron destituirle de su cargo, que era muy poderoso y más que peligroso; así se realizaría presentando diversas mociones de censura para que diera por finalizado su cargo proconsular; esto provocaría que los representantes cesarianos en el SPQR debiesen oponerse de forma sistemática a ello, lo que conllevaría que las instituciones de la República de Roma estuviesen en un bloqueo permanente. Pero, paradojas del destino, los dos representantes de Gayo Julio César (100 a.C.-44 a.C.) en Roma estarían, a posteriori, en dos bandos diferentes. El primero Marco Antonio (83 a.C.-30 a.C.) siempre sería el lugarteniente de los intereses de Julio César, mientras que el segundo personaje se refiere a Gayo Casio Longino (86 a.C.-42 a.C.), uno, si no el más importante, de los complotados y asesinos del futuro dictador perpetuo Gayo Julio César, en las Idus de Marzo del año 44 a.C. Los romanos ya están convencidos de que se están enfrentando a una nueva guerra civil, hace pocos años ya padecieron otra contienda entre hermanos, en esta ocasión pretérita se enfrentarían Gayo Mario y Lucio Cornelio Sila, los resultados finales conllevarían la aparición de la dictadura del terrible L. Cornelio Sila, con cientos de represaliados y de muertos.

Si un procónsul osaba cruzar el límite de su provincial al frente de sus legiones en armas sin la autorización previa del Senado, violaba la ley y se expondría a un grave castigo”. Si existía un político con el máximo conocimiento sobre la legislación de Roma, este era sin dudarlo Gayo Julio César, y para provocar, de forma y manera total y absoluta a sus irredentos enemigos senatoriales, tenía la certidumbre de que era preciso que cruzase un ridículo, por pequeño, curso de agua o riachuelo llamado Rubicón, que era la frontera ineluctable superior entre el dominio territorial y provincial de Roma con las tierras de la Galia Cisalpina, a continuación, y ya más hacia el norte, se encontraba la Galia Narbonense, luego estaba la multitribal de la Galia Comata o Melenuda, para finalizar las tierras de los galos o celtas en la Galia de los belgas o Bélgica.

Los historiadores creen que la magnitud del desafío le hizo dudar y que se detuvo junto al río con la legión que le acompañaba mientras tomaba una decisión que podía cambiar el destino de Roma y sellar su propia suerte. Al final, se cree que el 10 de enero del año 49 a.C. resolvió seguir adelante sabiendo que no habría marcha atrás, en un acto que suponía el inicio de la guerra contra Pompeyo. Fue entonces cuando pronunció la frase que pasó a la Historia: alea jacta est”. En realidad, esa frase, que como el resto de las pronunciadas por los grandes políticos de la Antigüedad han motivado que sean de utilidad pública, vengan o no a cuento. Todas ellas pronunciadas por generales fuera de serie como: Pirro I “el Grande”; Aníbal Barca “el Grande”; Publio Cornelio Escipión “Primer Africano”, y tantos otros de mayor o menor enjundia. No tengo más que decir de esta novela-histórica tan original, ceñida sensu stricto a la Historia cesariana más rigurosa. Es, por lo tanto, un libro muy recomendable, para poder desnudar la psique de Gayo Julio César. «Romani, Iuppiter Optimus Maximus resistere atque iterare pugnam iubet».

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9788411311106
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