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El monte de las ánimas
El monte de las ánimas

EL MONTE DE LAS ÁNIMAS

Después de la muerte hay otras muertes
sábado 30 de noviembre de 2024, 08:07h

Es de noche. Son las 12 en punto, la hora de las brujas y los difuntos y los fantasmas, y los ruidos desconocidos y de las campanas de iglesias lejanas. Es la hora de la ventisca, de la niebla, del aullido del lobo, de las sombras que acechan.

Un paseo por El monte de las Ánimas, en Soria, a orillas del Duero, se oyen las letanías de los cofrades rogando al infinito por las almas de los difuntos.

Gustavo Adolfo Bécquer, época romántica. Tenebrismo, oscuridad, espíritus, las malas conciencias que hacen estragos; la inocencia de Beatriz que se mofa de los temores de Alonso, pero da morbo contar historias de miedo, de hechos sobrenaturales, de situaciones inexplicables.

Gritos callados, tormenta, truenos, sonido de pasos desconocidos y no identificados, la atracción de los cuentos y leyendas en torno a una hoguera, a un fuego de campamento, como hacíamos cuando éramos jóvenes y se podía acampar en medio del bosque sin ningún tipo de restricciones.

Pero, hete aquí, que llega José Ramón Fernández y aúna esta leyenda de Bécquer con otras tramas de ese romanticismo tan lóbrego, sombrío, siniestro. Y entre cuatro intérpretes, Alba Recondo, Javier Godino, Lucía Esteso y Pablo Béjar, nos hace acompañarlos a través de ese monte ajeno que les pone los pelos de punta.

En la dirección Pepa Pedroche e Ignacio García, haciéndonos partícipes, cómplices, de esas historias de miedo, donde se oye respirar al compañero de al lado, donde cualquier sonido provoca la exaltación de los sentidos y el estado alerta que nos impedirá dormir a pierna suelta, o lo haremos con un ojo abierto y otro cerrado.

El frío de la noche contribuye a ello. El aire se impregna de sombras y así nos lo hacen ver, creer, sentir, en el montaje del Teatro Fernán Gómez. Hay iluminación, pero sabemos que gozamos de una penumbra creciente. Intuimos que se truncará el destino de alguno de los personajes.

Y después, ya no harán falta más palabras. Cae la noche. Los personajes no pueden permanecer en silencio porque los golpes de hacha, los pasos errantes, las hojas de los árboles que susurran, la voz del río que nos previene, el canto de las lechuzas, los gemidos de ansiedad ante lo desconocido harán que nos mantengamos en tensión, casi desde el minuto uno.

No es fácil llevar a escena una historia de terror, miedo, tétrica, sin caer en la exageración o en la constatación de que todo resultará falso. No, podremos hablar de teatro, pero eso no significa falsedad. Hay veracidad, credibilidad, buen hacer, dentro de la dificultad que significa contar lo que no tiene explicación al entendimiento humano. Solo apelando a los sentidos, a la atracción por lo desconocido, al interés por creer que hay almas por ahí que no descansan nunca. Y mucha culpa de ello la tiene, desde el siglo XIX, Gustavo Adolfo Bécquer.

Después de la muerte hay otras muertes, este es el fin de todo.

FICHA ARTÍSTICA

EL MONTE DE LAS ÁNIMAS

Autor: GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Versión: JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ

Dirección: PEPA PEDROCHE e IGNACIO GARCÍA

Reparto: ALBA RECONDO, JAVIER GODINO, LUCIA ESTESO y PABLO BÉJAR

Producción TEATRO FERNÁN GÓMEZ en colaboración con TABLAS Y MÁS TABLAS

Diseño de iluminación: Francisco Ruiz Ariza

Diseño espacio sonoro: Ignacio García

Diseño escenografía y vestuario: Ana Ramos

Espacio: Teatro Fernán Gómez

El monte de las ánimas
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