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"Naufragio y peregrinación", de Pedro Gobeo de Vitoria. (Edición de Miguel Zugasti)

Ed. Crítica. 2023
viernes 17 de enero de 2025, 20:27h
Naufragio y peregrinación
Naufragio y peregrinación

Sobresaliente obra historiográfica sobre el virreinato de La Nueva España, que nunca fue una colonia. Pedro Gobeo de Vitoria nació según deducción del propio Pedro Gobeo, en 1580, y murió hacia 1650, en la ciudad de Sevilla. Su autobiografía indica que: el castellano de Burgos, Francisco Gobeo de Vitoria sería su padre, y la andaluza Isabel de Mena su madre, viuda enseguida. Tendría una hermana llamada Ana de Vitoria Gobeo y Mena.

El prólogo es de un especialista eximio en lo hispánico, como es el Doctor Luis Gorrochategui, que define a la obra, como lo que realmente es. ¡Una auténtica joya! La obra está conformada por toda una serie de avatares y aventuras, desarrolladas por los mejores marinos de los siglos XV, XVI y XVII en la Europa descubridora. Es, por lo tanto, una obra genial que retrata, de forma fehaciente, la voluntad de exploración desarrollada por aquellos marinos españoles que, guste o no guste a sus enemigos, abrieron otros mundos a la civilización preclara hispánica. El arte de navegar resume toda la idiosincrasia más global e íntima, a la par, del marino. La calidad literaria de este libro es hermosa por antonomasia.

El propio explorador, Pedro Gobeo de Vitoria escribe, sin circunloquios que: “Comencé a cavar mi sepultura con mis propias manos, ayudándome de una conchuela que había traído de la playa para el efecto y de las muchas lágrimas que vertía, pues al ser tantas, aún cuando la tierra estuviera dura se ablandara”. La prosa narrativa es típica del Siglo de Oro español, elegante a la par que descriptiva; por consiguiente, claramente esclarecedora sin perder el culto barroquismo terminológico. La obra sería publicada en Sevilla en el año de 1610, pues en esa época nuestro protagonista es un joven inteligente y curioso de 30 años de edad. Se puede resumir a la obra y a su epopeya como un homenaje a la voluntad material y espiritual, que conforma la base social que movió a tantos emprendedores españoles en los siglos, sobre todo, XVI y XVII.

«A partir de 1492 se suceden, desde España, diversas expediciones a las Américas con el deseo de explorar el nuevo continente. Algunas han sido recuperadas en ediciones modernas, otras no. Entre estas últimas cabe destacar NAUFRAGIO Y PEREGRINACIÓN, que narra las peripecias de la expedición que partió de Sevilla en 1593 y que acabó naufragando frente a las costas del Pacífico de los actuales países de Colombia y Ecuador (la temida costa de Esmeralda). El autor narra las penurias de los supervivientes que caminaron cientos de kilómetros por tan peligrosa costa, vadearon ríos, se envenenaron comiendo lo primero que encontraban, e incluso llegaron a cavar sus propias tumbas. Hoy por hoy solo conservamos un ejemplar en el mundo de este singular libro. Su prosa es tan impresionante que sin duda está destinado a convertirse en un clásico imprescindible de las letras áureas».

Luis Gorrochategui nos indica con ampulosidad inteligente y certeza rigurosa que: “…Su vida transcurrió durante el Siglo de Oro, cuando se hallaron los límites del mundo, una época que imprimió el gran empuje a España, que supo mantener hasta el siglo XIX”. El esfuerzo aludido es la base de grandes épocas en la Historia de España, que permitía un dominio territorial evidente, y que produjo un más que aceptable crecimiento económico, todo ello se mantuvo hasta 1898, ahora ya con más restricciones. Los viajes interoceánicos fueron sostenidos por todas las clases sociales españolas del momento histórico a narrar, buscaban mejorar socialmente, investigar la aventura del descubrimiento, muchas veces más allá de la resistencia humana. Es casi seguro que este tipo de comportamientos no lo hubieran podido realizar otras civilizaciones europeas de la época; pero en Iberia se habían contemplado ya la llegado de todo tipo de pueblos, desde fenicios, cartagineses, griegos, romanos, germanos de toda ley y condición, e inclusive bizantinos.

Por consiguiente, estaban preparados para asumir un necesario mestizaje, que fuese un complemento entre todos los pueblos que se mezclaban. Inclusive algunos de los mayores enemigos de los hispanos, como Sir Walter Raleigh y François Debon calificarían, sin circunloquios, la llegada de los españoles a Las Indias como ‘la gran obra del espíritu humano’. Y se puede cualificar de esta forma, porque en 1477 se prohibió, por ley, la esclavización de los guanches; en 1512 se hicieron leyes para la alfabetización de los niños, y en 1542 Bartolomé de las Casas lo realizó para conseguir derechos para los indígenas y prohibir su esclavización. Las universidades en América Hispana crearon cátedras de las lenguas de los indios, que deberían ser de obligado estudio para docentes y para alumnos. Pedro Gobeo de Vitoria entraría en la Compañía de Jesús, los jesuitas, en la ciudad de Lima. La escritura de esta obra es referida por el autor, cuando indica que lo que pretendió dando a conocer su peripecia marítima era de orden literario para ‘dar gusto a los ingenios curiosos, amigos de saber peregrinos sucesos de otros’. Los otros dos presupuestos se circunscriben al orden didáctico o moral, por un lado, ofreciendo su testimonio vivencial para demostrar que Dios Todopoderoso ‘nunca desampara al hombre, por más apretado que esté’. En cuarto lugar, realiza una pormenorizada narración de sus sufrimientos y errores, y de esta forma quienes lo conozcan puedan verse desengañados, y no dejarse llevar en demasía ‘por las pasiones y los apetitos briosos’. A partir de 1610, Pedro Gobeo de Vitoria toma la decisión de romper con su pasado, retornar a las Españas y abandonar a los jesuitas. Estamos, por lo tanto, ante una obra maestra y única.

Feliz por tener la oportunidad de ‘experimentar lo que había en las cosas’ (o sea, la vida plena en libertad), se solaza viendo ‘la inmensa anchura del mar’ y se regala el oído con ‘el ruido del bajel que cortaba las aguas’. Pero esta paz le durará apenas un día, pues durante la noche se desata una tormenta de tal calibre que a punto estuvo de hundir el navío; nuestro joven viajero extrae una primera lección difícil de olvidar: ‘que hay gran diferencia de oír contar infortunios a pasarlos en persona’. La travesía por el Atlántico acontece sin mayores incidencias: tras cinco días de marcha hacen escala en Canarias para tomar ‘algún refresco’; un mes después hacen lo propio en isla Martinica (Antillas Menores); la siguiente etapa les conduce hasta isla Margarita (actual Venezuela), famosa por su rica pesquería de perlas (de donde, tomó el nombre la isla, ya que margarita en latín significa ‘perla’), y por eso mismo, objeto codiciable de corsarios y piratas de toda laya”. Estimo, modestamente, que con lo que antecede, existe material bastante como para recomendar, claramente, este magnífico libro, que es una joya sobresaliente, sin el más mínimo reparo. Perla literaria sensu stricto. «Rex tamen, atque idem egregius virtute bellica».

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