Al leerlo, mi esposa me miró con dulzura y me preguntó:
— ¿Cómo se llamaba el cementerio al que llegamos en Medellín?
Corría el año 1985. Una noche de tormenta, dejando escapar el aire, el camión de mi grupo de teatro se detuvo a la entrada de un cementerio tras un fallido y loco intento de regreso a Chile.
El cementerio se llamaba, justamente, “El último suspiro”. Sonreí. Estaba en el barrio Belencito en Medellín, Colombia, y nos recibió con tumbas abiertas, a nosotros, náufragos de la tormenta de los sueños imposibles. A nosotros, que habíamos tenido la insolencia de intentar alcanzar lo inalcanzable, de intentar existir más allá de la muerte. De intentar existir, cuando la existencia misma nos había sido negada.
Hoy, que me acerco a mi último suspiro, desearía no existir como búsqueda, no existir como segundos inútiles perdidos en el espacio. Me gustaría existir sin temor a dejar de existir, a, sin miedo, desprenderme de este cuerpo que, paso a paso, comienza a abandonarme.
Me gustaría existir en la no existencia, ya la vez existir sin necesidad de estar presente.
¡Oh, orgulloso poeta que intenta negar su temporalidad!
Pero no es la temporalidad lo que niego: la conozco desde la primera vez que vi la muerte. Desde aquella imagen de un niño con pantalones cortos, empapado hasta los huesos, preguntándose a qué sabría un dihueñe. Ese deseo simple, visceral, desplazó todo otro pensamiento.
Comprendí entonces que, al final de esta vida, solo sobrevive lo esencial: un amor en la infancia, la urgencia de conocer un sabor que siempre nos será ajeno, una cobardía (porque las valentías se olvidan), una palabra que quedó suspendida en el tiempo, esperando otro segundo de vida.
Y hoy me pregunto si alguna vez, sentado en una sala oscura, lejos del ruido mundano, me uniré al último suspiro…
O si, en la boletería de la vida, se habrán agotado los boletos.
*Gustavo Gac-Artigas. Poeta, novelista, dramaturgo y hombre de teatro chileno. Miembro del PEN Chile, PEN América y correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE).