El nombre de Iberia parte de diferentes autores de la Historia Antigua. Estrabón no aclara si ese nombre geográfico de Iberia abarcaría, además de la Península al sur de los Pirineos o, asimismo, incluiría las tierras situadas más allá del río Ródano, lo que afectaría a Aquitania y al Languedoc. No existe una obra que nos indique la historia, sensu stricto, y de forma cronológica de los íberos. Existieron, como es notorio y conocido, muchas gentilidades ibéricas, bastante diferentes entre sí, aunque las concomitancias culturales serían muchas, la convergencia entre todos estos pueblos se producirá cuando tengan que aliarse frente a un enemigo común, que les exige una resistencia, porque les obliga a formar parte de sus tropas, y me estoy refiriendo tanto a púnicos como a romanos, para luchar en unas guerras que no les compete lo más mínimo. Será, por consiguiente, cuando se produzca la Segunda Guerra Púnica, y en sus años posteriores, cuando los habitantes de Iberia se vean concernidos a luchar y, ahora el enemigo es muy diferente y mucho más peligroso que los norteafricanos, me estoy refiriendo a la belicosa e imperialista República del SPQR, que nunca abandonará lo conquistado y, a la par, sojuzgado. El devenir vivencial histórico será la romanización más implacable y genocida posible, para llegar al final de una obvia pacificación, pero siempre a la romana. Al inicio de la romanización, sí es verdad, que no se cercenaron todas las libertades de los íberos, ahora definidos como hispanos, pero las exacciones de Roma se siguieron produciendo, aunque se produjo una relativa, pero mínima autonomía. Es preciso, no olvidar que, tras la conquista del mundo de los íberos, todavía existieron muchas más guerras peninsulares hasta que los legionarios de Roma consiguieron domeñar total y absolutamente la Hispania de la Antigüedad. Recibirían diversos nombres, y son de destacar, sobre todo: las Guerras Celtibéricas, las Guerras Lusitanas, las Guerras contra los Galaicos lucenses y bracarenses y, por fin, la periclitación final de las luchas contra los Cántabros y los Ástures Transmontanos y Cismontanos o Augustanos. Da la impresión de que el geógrafo griego Estrabón confunde, pudiese ser que a sabiendas a los íberos con los hispanos globalmente considerados.
“Existe otro interesantísimo episodio histórico que tiene lugar en Hispania que se refiere a las Guerras Sertorianas (82 a.C.-72 a.C.), durante las cuales, en el marco de la primera guerra civil romano, el procónsul de los populares Quinto Sertorio se hace fuerte en la Península y se enfrenta al bando optimate, especialmente al por entonces joven general Cneo Pompeyo Magno y al ya experimentado Quinto Cecilio Metelo, siendo Sertorio finalmente asesinado por su propia gente. Aunque es cierto que en esta etapa aún se producirían alianzas entre Sertorio y las elites indígenas, fueran íberas, fueran celtíberas o lusitanas, que se ven implicadas en la guerra, no es menos cierto que relatar estos acontecimientos nos aleja del mundo de los íberos, cuyos integrantes ya estarían en un alto porcentaje, aunque aún no al cien por cien, profundamente romanizados. En consecuencia, el presente capítulo abarcará los hechos históricos relacionados directa o indirectamente con los íberos desde el siglo VI a.C. hasta aproximadamente el primer tercio del siglo II a.C.”.
Existen una serie de pueblos muy importantes, en el Mediterráneo occidental, que se encargarán de transmitir la cultura a la Iberia del momento. Se trata de fenicios de Tiro y foceos de Focea, y serán estos pueblos los encargados de transmitir las relaciones culturales en el futuro Mare Nostrum de los orgullosos romanos. Por todo lo que antecede, es lógico pensar que, si aquellos pueblos eran gratos para los intercambios comerciales con los indígenas, estos como contrapartida les permitirían establecerse en pequeños emporios costeros, para seguir intercambiando todo tipo de mercancías con los aborígenes. De esta forma tenemos constancia histórica e historiográfica de plazas comerciales tales como los asentamientos fenicios nominados: Cádiz/Gádir; Málaga/Malaca; Almuñécar/Sexi; Adra/Abdera. Y los relativos a los foceos que serían: Massalía/Marsella; Emporión/Ampurias y Rosas/Rhode. «¿Quiénes fueron los íberos? ¿A qué le llamaron Iberia los griegos? ¿Podemos hablar de una etnogénesis íbera? Más allá de ser identificados a través de un tipo de cerámica común, ¿qué otros nexos hubo entre ellos? ¿Una lengua? ¿Unas creencias? ¿Un tipo de organización supratribal? ¿Qué es eso del individualismo íbero? ¿Hasta dónde alcanzó el influjo oriental? Al margen de estas cuestiones, ¿es lícito contar una historia de los íberos? ¿Cómo recomponemos esa historia? ¿Qué nos puede aportar el registro arqueológico? Desentrañar la memoria de los íberos, del heterogéneo mundo íbero, supone un reto y para todas las anteriores preguntas en este libro se avanzarán respuestas, nunca concluyentes, pero con un aporte no falto de originalidad animarán a la reflexión del lector, que se sumergirá en un mundo apasionante».
Existen muchos pueblos surcando el Mediterráneo desde lo más antiguo, ya que la pesca y el comercio conllevaban que tanto los griegos como los fenicios crearán flotas militares con afán de conquistas territoriales. La batalla de Alalía indica, de forma taxativa, que tanto etruscos, como griegos y cartagineses estaban ya volcados hacia el poderío y la preeminencia militar. Hacia el siglo VI a.C., una nueva potencia aparece en lontananza, y sus apetencias son imperialistas e innegociables, es la República del SPQR, que inicialmente se extendería por el mar Tirreno, substituyendo el poderío militar de los etruscos o tirsenos. “Como consecuencia de ello, en algún momento, se haría necesario pactar con los cartagineses (principal potencia marítima de la zona, aliados de los etruscos en la aún no muy lejana batalla de Alalia). Polibio (III, 22) nos dice que un primer tratado romano-cartaginés se firmó poco después de la creación de la República Romana (como indicábamos fue en 509 a.C.) estableciéndose las respectivas áreas de influencia de los unos y de los otros. No deja de ser llamativo que una ciudad-estado como Roma nada más convertirse en República e independizarse de los etruscos tuviera tan pronto ya una posición de fuerza tal que pudiera codearse y pactar con los cartagineses”. Con todo ello, el enfrentamiento por el dominio del orbe conocido, ya lo sería entre Roma y Cartago, hasta el genocidio púnico. ¡Sobresaliente y necesaria obra historiográfica! «Roma Omnia venire. ET. Urbem venalem et mature perituram si emptorem invenerit».
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