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"Records d’una trementinaire", de Susana Calvo

Ed. Salvatella
miércoles 18 de junio de 2025, 22:21h
Records d’una trementinaire
Records d’una trementinaire

La primera vez que supe de la existencia de la trementina, un líquido que se obtiene de la destilación de la resina de algunos árboles, principalmente de los pinos, fue hace tan solo un año en una charla impartida en la Jornada Gastronómica de las plantas olvidadas auspiciada por el colectivo Eixarcolant en Igualada. Allí hablaron de sus propiedades medicinales antiinflamatorias, cicatrizantes y antisépticas, además de ser un ungüento ideal para uso cutáneo. Ahora la autora e ilustradora Susana Calvo recupera en una obra infantil la figura de la trementinaira, un oficio itinerante desarrollado en su mayoría por mujeres durante los siglos XIX y XX.

¿Y quiénes eran las trementinaires? Pues un colectivo de trabajadoras que recorrían los Altos Pirineos recolectando plantas y vendiendo hierbas medicinales elaboradas por ellas mismas. Su nombre deriva de la palabra trementina (aguarrás), ya que eran especialmente reconocidas por su trabajo como fabricantes de trementina. Desde el siglo XIX, fueron conocidas popularmente por su conocimiento fiable de las hierbas medicinales locales y sus propiedades, así como de dónde encontrarlas y cuándo recolectarlas.

Su historia está vinculada al valle donde vivían y a los diferentes roles de género desarrollados a través de una situación social en la que las mujeres lideraban el sustento económico de la familia, desafiando así los roles familiares tradicionales. Para subsistir, estas mujeres desarrollaron su conocimiento de hierbas, plantas y productos locales, especializándose en técnicas de conservación y recetas que pudieron usar y transmitir de abuelas a madres e hijas.

Precisamente las protagonistas de la peripecia son una niña y su abuela que emprenden un viaje de ida y vuelta por las comarcas de l’Alt Urgell, el Bages y el Berguedà hasta llegar a Barcelona con la intención de vender los distintos tipos de hierbas y setas que han ido recogiendo junto a su madre durante la primavera y el verano. En el fatigoso periplo deberán lidiar con algunas situaciones un tanto complicadas que aquí no desverlaremos, y que podrán ir superando gracias a la erudición e inteligencia de la más mayor, mientras que la pequeña va aprendiendo aspectos del oficio y de la tradición además de nuevas habilidades que le servirán en un futuro.

Otro aspecto a destacar es el de la riqueza léxica que se puede apreciar en cada texto que acompañan las preciosas ilustraciones. Se nota que hay un ardua labor por parte de la autora para hallar la palabra exacta, aquella que concuerde a la perfección con la época en la que transcurre el cuento. Vocablos muchos en desuso hoy en día que son reivindicados al igual que la profesión que da lugar al título del cuento. La preservación del lenguaje es igual de crucial que la de los oficios antiguos, ya que representan la sabiduría generacional, la cultura local y una forma única de producción, y eso la autora lo ha sabido ver muy bien, y lo que es más difícil, lo ha sabido plasmar de modo inmejorable en su escrito.

Así la narración viene trufada de nombres y verbos que corren el peligro de desaparecer si no los utilizamos más a menudo. Citamos dos ejemplos de acervo popular de los muchos que vamos a ir disfrutando a medida que avance la acción: en un momento dado, la niña protagonista crre que le está siguiendo un “menairó”. Estos eran pequeños seres mágicos que habitaban en el bosque y realizaban tareas sorprendentes cuando eran liberados. Ella lo sabe, y tiene la intención de hacerse con uno de ellos para que ayude a sus padres en las labores domésticas. También se nos dice que la abuela era “llevadora”. Se trataba de mujeres que se ocupaban de otras personas de su mismo género para cuidarlas o sanarlas a domicilio. Aquí su labor no va a ser poca cosa, porque atiende a una mujer que se ha puesto de parto.

Cada página viene acompañada de una pequeña ilustración colocada al final del texto donde se reproduce algún objeto o figura tradicional que se ha nombrado anteriormente en el mismo. Así tenemos desde el dibujo de un menairó, un billete de cien de las antiguas pesetas, un fuelle para avivar la chimenea o unas espardenyes. Los dibujos de mayor tamaño están ubicados en las páginas de la derecha, y solo podemos decir que son una pura delicia visual. Hermosas imágenes que conectan de forma fidedigna con lo telúrico que se desprende del emotivo relato.

Para finalizar agradecer a Susana el que haya puesto en el mapa algunos pueblos pequeños de Catalunya que normalmente no suelen aparecer en ningún tipo de obras de ficción. Localidades como Tuixent, Josa de Cadí, la Serra d’Ensija, Peguera, que se nombran junto a otras más importantes como Berga, Sallent o Barcelona. El motivo de mi gratitud aún es mayor habida cuenta de que mi madre se crió en estos mismos parajes por los que transita la obra, así que la ilusión por reconocer caminos y enclaves por los que algún día ella anduvo se une a la admiración por el cuidado y el cariño puesto en la elaboración de esta pequeña joya ilustrada.

Este cuento forma parte de una estimable recién iniciada colección llevada a cabo por la editorial Salvatella titulada Oficis amb arrels (oficios con raices), en la que se nos habla de aquellas profesiones perdidas con el paso del tiempo a pesar de su importancia histórica. Hasta ahora se han publicado dos títulos, el que nos ocupa y La Bruna i el fang, escrito por Virginia Massagué e ilustrado también por Susana Calvo. No nos queda otra que felicitar a la editorial y a las autoras por su encomiable cometido de recuperar ocupaciones de antaño para que los más pequeños puedan conocer de primera mano la transmisión de valores compartidos, historias y objetivos de una generación a otra, y quien sabe si algún día puedan llegar a rescatarlos del abandono.

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