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OTAN/NATO en Brsuselas
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OTAN/NATO en Brsuselas

“LA EUROPA COLONIAL”

Por Álvaro Bermejo
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beralvatelefonicanet/7/7/18
sábado 05 de julio de 2025, 12:11h

Protocolo de Ginebra, 1977: la comunidad internacional establece la prohibición de bombardear instalaciones nucleares. Junio de 2025: EE.UU. bombardea las iraníes de Nathanz, Ispahán y Fordo, ésta última a sólo cien kilómetros de Teherán, sin que la comunidad internacional mueva una ceja, ni nadie pregunte por los efectos del polvo radiactivo expandiéndose sobre la población.

Acuerdos EEUU-URSS, 1990. Tras la caída del Muro y ante la inminente disolución del Pacto de Varsovia, Bush y Gorbachov pactan la no ampliación de la OTAN más allá de la nueva Alemania unificada. En 1999 ingresan Polonia, Hungría y República Checa. Después, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía y Eslovenia, arbolando de misiles buena parte del perímetro de Rusia. La UE calla y consiente.

Ucrania, 2014. Golpe de Estado de Maidán -CIA mediante-. Rusia se anexiona Crimea. Al año siguiente Ángela Merkel firma un acuerdo con Putin para establecer el gasoducto Nord Stream 2, el que dejará fuera de juego la mediación energética ucraniana, y califica al líder ruso como “proveedor fiable”.

Ucrania, 2017: El crucero Hue City y el destructor Carney de EEUU entran en el puerto de Odesa, la Perla del Mar Negro, allá donde el acorazado Potemkin, para participar en los ejercicios navales Sea Breeze, en una clara estrategia de provocación frente al Kremlin. Zelensky visita el puente de mando del destructor. La UE calla y consiente.

Kiev, 2021: el mismo Zelensky anuncia su soberana intención de ingresar en la OTAN. Putin lo interpreta como un cierre de cerco en torno a Rusia: si siguen adelante, invadirá Ucrania. La UE invita a Zelensky a seguir adelante: la soberanía militar ucraniana es incuestionable. Conocemos las consecuencias: un millón de muertos de los que nadie habla. Y un ingreso en la OTAN, el de Ucrania, que nunca sucederá. Con ese millón de cadáveres aplaudiendo el incuestionable éxito de la diplomacia europea frente al único imperialismo verdaderamente amenazante: el del Pentágono.

Las posiciones antiamericanas parecen fuera de tiempo, lo sé. También lo está el carcamal prepotente que las activa, Donald Trump, tratando a Europa como una colonia. Sobre la mesa, un incremento del gasto militar hasta el 5% del PIB. ¿Para comprar qué? Armamento americano, al mismo precio que nos venden su gas licuado, tres veces por encima de su valor. ¿Para qué? Para sostener a una organización esencialmente paranoica, la OTAN, brazo armado de EE.UU., con la amenaza de su otro brazo, el económico, agitando el Big Stick, el Gran Garrote de sus aranceles.

Lo explicó el primer secretario general de la OTAN, el británico Hastings Ismay: “nuestra idea es mantener a los rusos fuera, a los estadounidenses dentro y a los europeos debajo”. Así seguimos con su heredero, el holandés Mark Rutte. “Papá a veces tiene que usar un lenguaje fuerte”, dijo el vasallo para halagar a su amo. Y la Europa servil, la Europa colonia -americana- bajó la cabeza.

En 2020, antes de la invasión de Ucrania, tiempos de multilateralismo, se hablaba de crear los Estados Unidos de Europa. No preguntes a Papá” por quién doblan las campanas.

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