Tras el reciente estreno de ‘El regreso de Ulises’, en la versión de Umberto Pasolini, con Ralph Fiennes y Juliette Binoche en los papeles protagonistas, la reedición de este clásico en nuestra lengua -Blackie Books-, se ha convertido en un insólito best-seller, con más de 50.000 ejemplares vendidos. Y, sin embargo, tanto se habla de esta obra fundadora de la narrativa occidental, tanto más se tergiversa su sentido. ¿Quién fue Homero? ¿Cómo se define su Ulises?
En cuanto al primero, nada que ver con la imagen del romántico juglar errante. Se trata de un rapsoda que canta para reyes. Le piden que ensalce las glorias aqueas. En ‘La Odisea’ buscan enardecer a su pueblo, hasta el punto de justificar una guerra, no por la sed de codicia -como fue el caso de la de Troya- sino enmascarando su invasión en una razón sentimental: el presunto rapto de Helena por Paris, el príncipe troyano.
Ocurre algo semejante con el ingenioso Ulises. Tanto como Don Quijote, pero a la inversa. Si en el manchego prevalecen el honor y la hidalguía, en el griego la astucia y el engaño. Se trata de un héroe a su pesar, más dionisíaco que apolíneo, cuya moralidad es la del rey Agesilao quien, al proponérsele traicionar a Tebas, sólo responde: ¿Puede salir bien?
Ulises desafía a Poseidón, conocemos su condena: perdido en un Mediterráneo que surca de parte aparte, de Troya a Gibraltar, el fin del mundo entonces, hasta que consigue regresar a Itaca. Pero en su exilio encuentra su redención. ¿Cuál? Conocerse a sí mismo, prueba sobre prueba, mientras nos cuenta su historia, convirtiéndose en el primer narrador fantástico de Occidente.
En su humanidad, en su complejidad, las claves de su modernidad. Ciertamente, el mundo actual debe bastante más a este héroe del retorno, Ulises, que al invencible Aquiles. Un impuso hacia adelante que le proyecta más allá de sí mismo. La fuerza de la añoranza unida a su tenacidad, le llevarán a coronar su viaje con un final feliz, inaudito en la literatura de su tiempo.
Los dioses también nos dan una lección en ‘La Odisea’: “los hombres nos culpan de lo que no es fruto sino de su propia locura”, exclama Zeus. Ahora bien, treinta siglos después, costaría averiguar si nos guía más la perspicacia de Ulises, o el ojo de Polifemo.
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