El legado literario de José María Pemán y su reivindicación actualJosé María Pemán cultivó los más variados géneros, desde la poesía y la novela, hasta el ensayo, la oratoria y el periodismo; pero es en el teatro en donde obtuvo sus mayores éxitos. Durante la República -a la que se opuso radicalmente- estrenó los dramas en verso El divino impaciente (1933) -sobre San Francisco Javier-, Cisneros (1934) y Cuando las Cortes de Cádiz (1934), obras que alcanzaron una relevante significación política.
¡Salinas de San Fernando!
¡Agua quieta en los esteros! ¡Cómo huele a yodo cuando se van los charcos secando con los calores primeros!
¡Y qué clara sinfonía, esplendorosa y triunfal, la del blancor de la sal y el azul del mediodía!
El agua quieta se encharca en el estero dormido. El viento sueña escondido en la vela de una barca...
Con los calores primeros todo se va amodorrando. Tiene el aire tibio y blando inmóviles los veleros.
¡Salinas de San Fernando! ¡Agua quieta en los esteros! José María Pemán: A la rueda, rueda... (Cancionero). Madrid, Compañía Iberoamericana de Publicaciones, 1929.
Terminada la guerra, siguió llenando los teatros con obras que van desde el drama histórico -La santa Virreina (1939), Metternich (1942)- a la comedia de enredo -Los tres etcéteras de don Simón, La viudita naviera (1961)-, pasando por las adaptaciones de los clásicos -Edipo Rey, Electra, Antígona...-. A la popularidad alcanzada como periodista -sus “terceras” en el diario ABC contaron siempre con infinidad de lectores que reconocían en Pemán a un consumado maestro del género periodístico-, se sumó la que obtuvo, ya en la última etapa de su vida, con los guiones de la serie escrita para Televisión Española El Séneca, que fue interpretada magistralmente por el actor Antonio Martelo. Pemán fue elegido miembro de la Real Academia Española, para ocupar el sillón “i”, el 26 de marzo de 1936, con el apoyo, entre otros, de Azorín; pero el estallido de la Guerra Civil retrasó su ingreso hasta el 20 de octubre de 1939; y lo discurso titulado "Del sentido civil y su expresión en la poesía española". Fue su presidente interino entre 1939 y 1940, y director, por elección, desde 1944 a 1947. Pemán ha sido largos años condenado a un ostracismo por razones de índole política; y aun cuando en la actualidad siga siendo objeto de todo tipo de polémicas, lo que sí “parece” es que hay un mayor consenso en reconocerle su categoría como escritor. Sin embargo, poco a poco se va reivindicando al escritor -aquí nos vamos a ocupar del poeta neopopularista-. El Grupo Yoly -el mayor grupo editorial andaluz- publicó, en 2016, la “Biblioteca Pemán”, en 8 volúmenes (edición y selección -no es la obra completa- de Ana Sofía Pérez-Bustamante Mourier profesora titular de Literatura Española en la Universidad de Cádiz), que permite un acercamiento global a la ingente obra de Pemán. Y los volúmenes I y II están dedicados a su poesía. Precisamente en volumen II se recogen algunos poemas de la obra “A la rueda, rueda… (Cancionero)”, editada en 1929, en Madrid, por la Compañía Iberoamericana de Publicaciones -de la que algún ejemplar puede adquirirse a través de internet-, en donde encontramos el poema que hemos seleccionado para su comentario: “Salinas de San Fernando”. La obra es una recopilación de canciones populares de la tierra gaditana, y da título al libro un juego infantil así llamado. Y puede afirmarse que esta obra entra de lleno en las corrientes estéticas cultivadas entonces por el grupo de poetas de la Generación del 27, en especial por Alberti y García Lorca, dos andaluces que que abanderan el neopopularismo. Manuel Machado va incluso más allá y, a la hora de enjuiciar el libro, afirma: “A la rueda, rueda es en su mayor parte un delicioso cancionero que podríamos concatenar a los mejores de nuestra poesía -verdaderamente nuestra: fines del siglo XV y principios del XVI- tan sabrosa y clara, anterior al Renacimiento». En cualquier caso, un documentado artículo de José Antonio Hernández Guerrero, titulado “José María Pemán, poeta neopopularista”, pone claramente de manifiesto ese rasgo inicial de la poesía de Pemán. e63_3.html
El poema "¡Salinas de San Fernando!" debe situarse en el contexto histórico en el que escribió, cuando la Bahía de Cádiz, con más de 160 salinas tradicionales, era el mayor productor de sal marina de España; y de entre todas, dos de ellas se encuentran en San Fernando: la Salina San Vicente y la Salina El Estanquillo. Pemán, con un sentimiento de emoción incontenible que los signos de exclamación se encargan de remarcar, y con un lirismo desbordado, evoca unas salinas que ponen en el ambiente una nota de especial cromatismo: la blancura de la sal y el azul que adopta el cielo al mediodía; al que hay que añadir un viento suave -imprescindible en el proceso de evaporación del agua en los esteros- embellecido con rubetes sinestésicos. Y leyendo el poema de Pemán, nos viene a la mente este otro de Alberti, incluido en Marinero en tierra, obra de 1924: "... Y ya están los esteros / rezumando azul del mar. / ¡Dejadme ser, salineros, / granito de salinar! // ¡Qué bien a la madrugada, / correr en las vagonetas, / llenas de nieve salada, / hacia las blancas casetas! // Dejo de ser marinero / Madre, por ser salinero”. El poema de Pemán de compone de 18 versos octosílabo que conforman cuadro redondillas de rimas consonantes abrazadas (abba) y un par de versos finales a modo de epifonema:
redondilla 1 (versos 1-4): rimas /-éros/ (versos 1 y 4: “esteros/primeros”): y /-ándo/ (versos 2 y 3: “cuando/secando”). redondilla 2 (versos 5-8): rímas /-ía/ (versos 5 y 8: “sinfonía/mediodía”) y /-ál/ (versos 6 y 7: “triunfal/sal”). redondilla 3 (versos 9-12): rímas /-árca/ (versos 9 y 12: “encharca/barca”) y /-ído/ (versos 10 y 11: “dormido/escondido”). redondilla 4 (versos 13-16): rímas /-éros/ (“veros 13 y 16: “primeros”/”veleros”) y 14-15: rimas /-ándo/ (“amodorrando/blando”). Epifonema (versos 17-18). “recuerdo” de las rimas /-ándo/ (verso 17 [“Fernando”], igual que los versos 2, 3, 14 y 15) y /-éros/ (verso 18: [“esteros”], igual que los versos 1, 4, 13 y 16). De esta manera, la distribución de las rimas crea un ritmo sostenido, que es propio de la canción popular. De hecho, el título del poema es, también, un verso octosílabo que anuncia la rima /-ándo/”: “¡Salinas de San Fernando!”. Empcemos por aclarar que la sal marina procede de la evaporación del agua de mar estancada en los esteros, por acción de calor y del viento; y que contiene minerales en muy pequeñass canitidades, entre ellos el yodo. Se justifican así los cuatro versos de la primera estrofa: “el agua quieta en los esteros” (verso 1), “los charcos que se van secando / con los primeros calores” (versos 3 y 4, ordenados sin los ligeros hiérbatos que contienen), y el olor a yodo que agudiza la percepción olfativa del poeta y le lleva a exclamar “¡Cómo huele a yodo...!” (verso 2). ¡Solo cuatro versos entusiastas para describir cómo funcionan las salinas! Ya en la segunda estrofa (versos 5-8), esa combinación entre la blancura de la sal, sumada al azul atlántico del cielo a mediodía, le lleva al poeta a interprtarla como una “clara sinfonía”, a la que seguidamente califica con otros dos adjetivos que completan la triada: “esplendorosa” (de gran belleza por su brillantez y luminosidad) y “triunfal” (apoteósica, digna de admiración porque enardece los ánimos). El símil entre una sinfonía y unas salinas se fundamenta en la armonía, aunque no tanto de sonidos, cuanto de colores. El sentido esteticista de Pemán continua en la tercera estrofa (versos 9-12). De nuevo aparece el “agua quieta (del verso 2), que al ir evaporándose “se encharca” (en clara correspondencia con el verso 3: “se van los charcos secando”); y ahora el estero permanece “dormido” (en estado de reposo y con suspensión de todo movimiento; en correspondencia con el adjetivo “quieta”, por dos veces aplicado al “agua” marina que contiene; versos 2 y 9). Y no podía faltar el viento, que aspira a impeler una barca mar a dentro; pero que al no poder navegar por el estero, se conforma con esconderse entre sus velas; y de ahí que todo quede en una ensoñación: “El viento sueña escondido / en la vela de una barca...” (versos 11-12), una forma muy poética de presentar la hunmanización del viento ante un deseo irreaalizable. Los dos versos que cierran el poema (17 y 18) son, en realidad, un perfecto resumen de la intencionalidad del poeta: describir las Salinas de san Fernando por medio de la quietud de sus esteros. Y para ello se ha valido de una adjetivación que ayuda imaginativamente a contemplar una escena a cámara lenta, y en la que el neopopularismon se ha estilizado en una línea impresionista afín a la poesía pura juanrramoniana. Puedes comprar sus libros en:
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