Carmen Conde: Pionera de la literatura española y primera mujer académica de la RAECarmen Conde Abellán (1907-1996) -conocida en el ámbito de literario con los pseudónimos de Florentina del Mar -para las obras de carácter infantil y juvenil-, y de Magdalena Noguera para obras de contenido religioso-, dedicó su vida por entero a la creación literaria, que resulta muy voluminosa, cultivando diferentes géneros: la novela, el cuento breve, el teatro tanto infantil y juvenil como para adultos-, la poesía...
Nostalgia del hombre
Una espada encendida revolviéndose, defendiéndonos el Árbol de la vida. ¡Ángeles no tuvo el de la ciencia, flanqueando su acceso!
“Acércate, varona” --te dijo la serpiente. Y te acercaste sumisa. Dios se paseaba por el Huerto, al aire de su Día. Ansias tuvo de mí: «¿Dónde estás tú …?» ¡Desnudo me encontré, con fruto de tu sed sobre mi carne! Una espada hay ahora, ¡una lumbre!, que no nos deja ir … ¿Por qué no ardía antes que tu voz junto al manzano?
¡Ríos que yo vi sumisos míos, muy lejos ya de mí, aunque ahora os nombre! Los cuatro vivos miembros del gran agua que éramos nosotros por su cauce. Canté su nombre a todo: aves del cielo, Bestias de los campos, a las flores. Cayóse el sueño a mí, y ya dormido te hicieron de mi espalda, mujer mía. Me buscas y te busco; el hambre tuya es hambre de ti en mí. Yo te deseo.
¡Oh tierra que te aprietas a mis lados: yo tengo que labrarte, que mullirte, que soy también de tierra en mi transcurso! Subiendo están de ti dulces vapores regándote la faz. Hueles a hembra, y soy quien te fecunda, prolongándote.
Carmen Conde: Mujer sin Edén. Madrid.Editorial Torremozas, 2022.
Carmen Conde fue la primera mujer en ser elegida académica de número de la Real Academia Española, para ocupar la silla K -el 9 de febrero de 1978-, y pronunció su discurso de ingreso el 28 de enero de 1979, titulado “Poesía ante el tiempo y la inmortalidad”. https://www.rae.es/sites/default/files/Discurso_de_ingreso_Carmen_Conde.pdf
Sus primeros libros poéticos se titulan Brocal (1929, un libro de poemas en prosa) y Júbilos. Poemas de niños, rosas, animales y vientos, 1934; libro prologado por Gabriela Mistral, e ilustrado por la argentina Norah Borges, hermana del escritor Jorge Luis Borges). Junto con Antonio Oliver Belmás, con el que se casó a finales de 1931, fundó la Universidad Popular de Cartagena, que comenzó a funcionar a principios de enero de 1932, con el objetivo de elevar la formación cultural de todas las clases sociales. Tras el parón con motivo de la Guerra Civil, volvió a abrir sus puertas en 1981 y hoy desarrolla un amplio programa de actividad. https://up.cartagena.es/ Ya sin el influjo de las vanguardias, tras la Guerra su poesía ganó en mayor intimismo y profundidad humana, y así se percibe en libros como Pasión del verbo (Madrid, Gráficas Marsiega, 1944), Ansia de la gracia (Madrid, Editorial Hispánica, Colección Adonáis, 1945), Honda memoria de mí (Madrid, Ediciones Josefina Romo Arregui, 1946), Mi fin en el viento (Madrid, Rialp, Colección Adonáis, 1947), Sea la luz (Talleres Hermanos Soler, 1947), Mujer sin Edén (Madrid, Ediciones Jura, 1947), En manos del silencio (Barcelona, Editorial José Janés, 1950), Vivientes de los siglos (Madrid, Impenta Soler, 1954), Los monólogos de la hija (Madrid, CSIC, 1959), Derribado arcángel (Madrid, Revista de Occidente, 1960), En la tierra de nadie (Murcia, Laurel del Sureste, 1962), Los poemas del Mar Menor (Muevia, Universidad de Murcia, 1962) y Jaguar puro inmarchito (Madrid, Imprenta Gráfica Comercial, 1963). Todas estas obras en poesía las recopiló la editorial Biblioteca Nueva en Obra poética (1967). Carmen Conde siguió escribiendo poesía hasta edad muy avanzada. Citamos algunos títulos más: A este lado de la eternidad (Madrid, Biblioteca Nueva, 1970), Corrosión (Madrid, Biblioteca Nueva, 1975), El tiempo es un río lentísimo de fuego (Madrid, Ediciones 29, 1978), La noche oscura del cuerpo (Madrid, Biblioteca Nueva, 1980); y Hermosos días en China (Madrid, Editorial Torremozas, 1985; su último libro poético). La bibliografía completa de Carmen Conde puede consultarse en este enlace: https://www.cervantesvirtual.com/portales/carmen_conde/bibliografia/
La publicación de la Obra poética, en 1967, ya puso de manifiesto el amor a la vida de Carmen Conde, expresado en versos de una gran pasión, a través de los cuales emerge un intenso mundo interior, lleno de emociones, sentimientos, deseos y evocaciones personales. Pero es, sin duda, la expresividad de su peculiar lenguaje -con un dominio de las formas gramaticales que se pliegan a las necesidades de sus intuiciones poéticas, así como del poder evocador del significado de las palabras, transidas de las más insospechadas connotaciones- lo que cautiva al lector; un lenguaje rico en brillantes metáforas, de enorme capacidad sugeridora. Entre sus muchos premios destacan los siguientes: Premio Elisenda de Moncada (con la novela Las oscuras raíces, 1953); Premio Nacional Simón Bolívar de poesía (con Vivientes de los siglos, 1954); Premio Doncel de Teatro Juvenil (con A la estrella por la cometa, 1961); Premio Nacional de Poesía 1967 (por Obra poética, 1929-1966, donde se recogen una veintena de poemarios); Premio Ateneo de Sevilla de novela (con Soy la madre, 1980); y Premio Nacional de Literatura Infantil (con Canciones de nana y desvelo, 1987).
Para más información en torno a Carmen Conde consúltese: Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver. https://patronatocondeoliver.cartagena.es/
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En la encuesta realizada por el diario ABC a 35 figuras destacadas de nuestro panorama literario (25-04-1982) acerca de las 10 palabras más hermosas de la lengua castellana, Carmen Conde eligió las siguientes: «Dios», «Vida», «Eternidad», «Mar», «Amor», «Madre», «Hijos», «Poesía», «Lealtad», «Tolerancia». Y de hecho, esas diez precisas palabras definen sus principales valores morales, a la vez que definen las “constantes temáticas” de su producción literaria. En palabras de maría Victoria Martín: “Dios y la trascendencia; Vida, en toda su dimensión hasta la muerte, en la que caben ensoñaciones, experiencias, viajes, ciudades, humanidad, dolor, llantos, guerras, odios, miedos…; Tiempo y eternidad; Mar, paisaje y naturaleza; Amor, desde el enamoramiento, la plenitud, la pasión hasta la carencia y la ausencia; Madre e hijos, junto a la esperanza, la felicidad, el deseo, el desgarro, el dolor o la frustración por su pérdida; y, por encima de todo Poesía, la palabra poética, la palabra creadora, ese yo poético omnipresente a lo largo de toda su trayectoria del que nunca se desprendió”. Cf. “Carmen Conde, Luz, Mar y Eternidad”. Artículo completo: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=9195264
********** Lo primero que llama la atención es el gran manejo que Conde tiene del versículo. El poema lo componen un total de 30, divididos en cuatro agrupamientos estróficos de 4 (versículos 1-4), 10 (versículos 5-14), 10 (versículos 15-24) y 6 (versículos 25-30). No hay rima y los versos fluctúan en cuanto a su número de sílabas. Sin embargo, esos cuatro agrupamientos estróficos no están distribuidos de manera aleatoria, sino que sirven para dividir la estructura del poema en dos partes; y, en este sentido, los signos ortográficos de interrogación y exclamación, por su posición, ayudan a establecer una lógica división del contenido: versículos 1 a 14 (expulsión del hombre y de la mujer del Edén), y 15 a 30 (el deseo carnal del hombre hacia la mujer, destinada a perpetuar la especie humana). En el primer agrupamiento estrófico aparecen los dos árboles plantados por Dios en el Jardín del Edén: el “Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal” (“el de la Ciencia”, que no guardaban los ángeles, por lo que acceso era libre; versículos 3-4); y el “Árbol de la vida”, al que defendían con una espada flamígera (versículos 1-2). Los tres verbos en gerundio (“revolviéndose”, “defendiéndonos”, “flanqueando”) dan continuidad a las acciones que respectivamente significan, en escenas claramente descriptivas. El segundo agrupamiento estrófico comienza con la irrupción de la serpiente, que le pide a la mujer (“varona”, palabra en desuso) que se le acerque, y esta obedece “sumisa” (adviértase que la voz poética, que lleva el peso del relato, emplea un imperativo, al encarnar a la serpiente, que va más allá de la simple exhortación; frente a la obediencia de la mujer a la hora de atender su mandato (“sumisa”). Y mientras este hecho se producía, Dios permanece ajeno, paseando por el Huerto. Y el hombre se lo recrimina, empleando en su interrogación el presente de indicativo, que le da mayor fuerza a la expresión, sobre todo porque la incertidumbre se prolonga con los puntos suspensivos: “¿Dónde estás tú…?” (versículo 9): una interrogación a la que sigue un fuerte reproche, con tintes exclamativos: “¡Desnudo me encontré, / con fruto de tu sed sobre mi carne!” (versículos 10-11, en los que ya se ha sucumbido frente a la tentación simbolizada por la manzana). Y el hombre se sigue quejando contra la voluntad divina, responsable última de la situación provocada, que termina con la expulsión del Jardín del Edén: “¿Por qué no ardía / antes que tu voz junto al manzano? (versículos 13-14). Las interrogaciones, obviamente retóricas, enfatizan la disconformidad del hombre con la actitud de Dios que, en definitiva, fue quien dispuso todo un entramado escénico con un desenlace previsto. La poetisa no ha entrado en la actuación de la serpiente, bien detallada en el Génesis (3:5): la serpiente afirma que al comer del fruto del árbol del conocimiento, los ojos de Adán y Eva se abrirían y adquirirían el conocimiento del bien y del mal, llegando a ser como Dios. En cualquier caso, el ritmo entrecortado de los versículos contribuye a acentuar la impresión de tensión emocional, en un claro ajuste entre la forma métrica adoptada y el contenido expresado. En la tercera estrofa, el poema camina ya por otros derroteros. El hombre se sentía feliz en el Jardín del Edén: todo estaba a su disposición, ya fueran ríos, aves del cielo, bestias del campo, flores…; de hecho, fue el hombre el que se encargó de nominarlo todo, incorporándolo a su mundo. Hasta que Dios lo sumió en un sueño y, a partir de su espalda, formó a la mujer. Y desde ese momento, la voz poética que lleva el hombre se dirige directamente a la mujer: “te hicieron de mi espalda, mujer mía” (versículo 22). Y se buscan el uno al otro, en un desenfrenado apetito, que la poetisa expresa en dos versículos que constituyen una metáfora de gran plasticidad y erotismo, y en los que la atención se centra en ambos protagonistas merced al empleo de los respectivos pronombres personales “el hambre tuya / es hambre de ti en mí”. Y aquí reside, en la interpretación de la poetisa, una idea de culpabilidad compartida -aunque no se aluda expresamente al concepto de “pecado”, es algo que por tradición cultural judeocristiana nos viene dado- que trae como consecuencia la expulsión del Jardín del Edén. ¡No se puede pedir un mayor y poético resumen, en 10 versículos, de un relato fundamental en el Génesis! Los seis versículos del cuarto agrupamiento estrófico prescinden de la figura de un Dios “castigador”. El hombre, que ha sido formado del polvo de la tierra al que Dios le ha insuflado el aliento de la vida, asume su nueva situación de tener que trabajar la tierra para subsistir (versículo 26: “tengo que labrarte, que mullirte [‘ablandarte y suavizarte’]”, pues a fin de cuentas, de ella proviene (versículo 27: “que soy también de tierra en mi transcurso”). La euforia parece haberse apoderado de la voz poética, y de ahí la tonalidad exclamativa de estos tres versículos (25 a 27). Y de esa tierra labrada y mullida ascienden “dulces vapores” (versículo 28, que contiene una expresiva sinestesia). Y en el versículo 29 irrumpe la conexión “tierra-mujer” (“Hueles a hembra”), ya que ambos se complementan: “la tierra/el hombre” tiene capacidad reproductiva, así como la mujer (“la tierra que huele a hembra”) capacidad para la fertilidad. Y de ahí el título del poema: “Nostalgia del hombre”.
Mujer sin edén, publicada por vez primera en 1947, ha sido considerada la obra cumbre de Carmen Conde, ya que marcó a toda una generación de escritoras: fue toda una revolución por la reescritura que propuso del mito edénico y otros pasajes bíblicos a través de sus personajes femeninos. Esta edición, llevada a cabo por Fran Garcerá, es la primera de carácter crítico que se realiza al compararla con sus versiones manuscritas, lo que ha permitido descubrir a una autora mucho más combativa y recuperar un poema inédito, «Búsqueda»]. Puedes comprar el libro:
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