Presentamos su obra poética de los últimos 40 años, reunida bajo el nombre de "La paradoja del caminante, poesía reunida 1981-2021". Siempre entendí que todo lector es también un caminante y que, compartir esta lectura es una forma de honrar el viaje que su autor propone, una invitación a que hagamos del camino una morada.
Quisiera empezar hablando del título, La paradoja del caminante, porque es profundamente simbólico.
Por un lado, la paradoja como condición del que avanza, pues todo viaje implica nuevas posibilidades que se abren pero también nuevos interrogantes a los que nos tenemos que enfrentar.
Por otro lado, la paradoja del camino interior, pues muchas veces no sólo recorremos un espacio físico, sino que vivimos una experiencia interna. Lo esencial no es el destino sino la transformación que ocurre mientras caminamos. A veces el movimiento más profundo ocurre hacia dentro.
Y, por último, la paradoja como metáfora existencial, pues sugiere una reflexión más amplia sobre la condición humana: caminamos porque buscamos algo, pero lo que buscamos puede que cambie mientras caminamos.
El caminante vive una paradoja constante: solo entiende el camino cuando ya lo ha pasado, pero solo puede seguir viviendo si avanza hacia lo desconocido. ¿Por qué el caminante siente esa paradoja? Porque caminar es avanzar y, a la vez, descubrir que el camino nunca es definitivo. Y esto que parece una contradicción es, en realidad, la esencia misma del viaje humano.
La paradoja del caminante reúne 17 libros de poesía, alguno de ellos inédito, que muestran la evolución de una voz sólida, consciente y profundamente humana. Además es testigo del tránsito de una vida, de la formación de un pensamiento, del pulso íntimo de un hombre, la reflexión y de la lucidez. La ordenación de los libros tiene una particularidad, pues no se presentan por los primeros versos que Francisco Morales Lomas escribe, sino por los de 2021 y así va descendiendo temporalmente. En cuanto a la métrica, Francisco Morales Lomas, opta tanto por metros clásicos (sonetos, décimas,…) como por el verso libre.
Quizás podríamos dividir los poemarios de este libro en cuatro fases o etapas de su trayectoria, según la evolución temática, estilística y existencial que se observa a lo largo del conjunto. Cada fase representa un modo de mirar la realidad, el yo, el tiempo y la memoria.
A una primera etapa pertenecerían los poemarios: Veinte poemas andaluces, Surcos en la almohada y Basura del corazón. Aquí encontramos a un joven poeta que mira el mundo con intensidad. Predomina una voz joven, sensible al dolor, al paisaje interno y exterior, la búsqueda del yo, la influencia de las raíces andaluzas, la nostalgia, la melancolía, la naturaleza, el mar, la tierra, imágenes de herida y búsqueda existencial. Es una poesía muy emotiva, directa, donde ya se intuye la sensibilidad social y humana que más adelante se hará más profunda.
Francisco Lomas nos dirá: “El corazón guarda heridas que aún respiran”, “En la noche me nombro para no perderme”,…
A una segunda etapa pertenecerían los poemarios: Azalea, Senara, Aniversario de la palabra, Tentación del aire y Balada de Motlawa. En esta etapa su poesía se vuelve más reflexiva: la palabra se convierte en materia y misterio. El poeta indaga en el cuerpo, el deseo, la memoria, el tiempo. Hay una búsqueda de identidad más compleja: el yo se observa, se analiza, se pregunta. Es, quizás, una poesía más elaborada, más consciente del oficio, más atenta al detalle emocional.
Francisco Lomas nos dirá: “La palabra tiembla cuando recuerda”, “El cuerpo es una sombra que pregunta”,…
En una tercera etapa podríamos incluir los poemarios: La isla de los feacios, Eternidad sin nombre, La última lluvia, Noche oscura del cuerpo y Perdonen que no me levante. Surge aquí una mirada hacia atrás: infancia, familia, raíces, mitos personales e incluso mitos literarios. El tono se vuelve melancólico, lleno de luz antigua. Son libros atravesados por la ternura, por la evocación de lo que ya no está pero permanece en la memoria. El tiempo es aquí un territorio poético: se medita sobre él, se lo rescata, se le da forma.
Francisco Lomas nos dirá: “En la casa antigua aún respira mi nombre”, “La lluvia trae voces que creí perdidas”,…
Y, por último, a una cuarta etapa pertenecerían los poemarios: Puerta del mundo, El espejo vacío y El año del cielo. En esta última etapa, la voz poética alcanza una serenidad que no significa resignación sino claridad. La naturaleza, el silencio, el tiempo, la muerte y la memoria se contemplan con una calma que nace de la experiencia. Es una poesía que piensa, que observa, que conversa con el mundo desde un lugar de sosiego y lucidez. Aquí el caminante parece comprender que el sentido no está en llegar, sino en mirar. La vida como tránsito humano universal. Una voz sosegada, consciente de la finitud y al mismo tiempo esperanzada.
Después de recorrer estos 40 años de poesía, en la que vemos influencia de poetas como Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Juan Ramón Jiménez,….uno comprende que La paradoja del caminante no es solo una antología: es un mapa vital, en el que Francisco Morales Lomas se muestra en todas sus etapas, en todas sus voces, en todas sus búsquedas. Y nosotros, como lectores, caminamos con él: atravesamos la emoción, la palabra, la memoria y la contemplación. La poesía es un acto de lucidez moral, un compromiso: la palabra como vehículo de conciencia, tiempo, memoria, humanidad.
Al final, entendemos que el caminante no está solo y que su paradoja también es la nuestra. En ese espejo compartido radica la grandeza de esta obra. Cada poema es un pequeño faro en mitad del trayecto, una huella leve, efímera, pero cargada de sentido. El camino no se conquista, se escucha. Y, al escucharlo, algo en nosotros también despierta. Al final del viaje, los pasos se vuelven silencio y el silencio, palabra. Caminamos porque hay palabras que nos llaman, de una manera clara, humana y necesaria. En ese trayecto el mar nos enseña a fluir, el espejo a reconocernos y el tiempo a aceptar la pérdida. En medio de estos tres símbolos, el poeta camina, sabiendo que cada paso es una rendición y una victoria.
La poesía de Francisco Morales Lomas nos toma de la mano y nos deja frente a un horizonte que no sabíamos que llevábamos dentro. Y allí, en esa frontera entre lo que fuimos y lo que aún seremos, entendemos por qué este libro es un viaje y una revelación.
En el fondo, este libro es un diálogo entre el hombre y su sombra, entre lo que somos y lo que recordamos haber sido. Es un libro de tránsito, pero también de permanencia; de dolor, pero también de gratitud. Toda su poesía, su ética, su estética, su canto sereno, parece decirnos que la vida no se entiende, se camina.
Quizá la verdadera paradoja sea esta: es el poema quien termina caminándonos a nosotros.