www.todoliteratura.es

Nuestro poema de cada día
Estatua de granito que representa al genio lírico moguereño en su plenitud creativa, situada en la plaza del Cabildo, frente a la fachada del edificio del Ayuntamiento. Es obra del gran escultor valenciano Octavio Vicent que la realizó en 1981 con motivo del centenario del nacimiento del poeta. En la actualidad está rodeada de una fuente y junto a ella se celebran numerosos actos literarios. (Ayuntamiento de Moguer)
Estatua de granito que representa al genio lírico moguereño en su plenitud creativa, situada en la plaza del Cabildo, frente a la fachada del edificio del Ayuntamiento. Es obra del gran escultor valenciano Octavio Vicent que la realizó en 1981 con motivo del centenario del nacimiento del poeta. En la actualidad está rodeada de una fuente y junto a ella se celebran numerosos actos literarios. (Ayuntamiento de Moguer)

Imágenes sensoriales y reverencia por la naturaleza en la poesía de Juan Ramón Jiménez

El poema "Allá vienen las carretas" de Juan Ramón Jiménez evoca la tristeza del campo al describir el paso de carretas cargadas de troncos muertos hacia Pueblo-nuevo. A través de imágenes sensoriales, el poeta expresa melancolía y reverencia por la naturaleza, mientras reza por los árboles que sostienen los nidos.
Diario de un poeta recien casado
Diario de un poeta recien casado

Allá vienen las carretas...

Allá vienen las carretas…

lo han dicho el pinar y el viento,

lo ha dicho la luna de oro,

lo han dicho el humo y el eco…

Son las carretas que pasan

estas tardes, al sol puesto,

las carretas que se llevan

del monte los troncos muertos…

¡Cómo lloran las carretas

camino de Pueblo-nuevo!

Los bueyes vienen soñando

a la luz de los luceros,

con el establo caliente

que huele a madre y a heno.

Y de tras de las carretas,

caminan los carreteros,

con la aijada sobre el hombro

y los ojos en el cielo.

¡Cómo lloran las carretas

camino de Pueblo-nuevo!

En la paz del campo, van

dejando los troncos muertos

un olor fresco y honrado

a corazón descubierto.

Y viene el Ángelus desde

la torre del pueblo viejo,

sobre los campos arados

que huelen a cementerio.

¡Cómo lloran las carretas

camino de Pueblo-nuevo!

Cuando pasan las carretas

por la puerta de mi huerto,

rezo por los pobres troncos

un humilde Padre-nuestro;

y sueño con una lluvia

de rosas para los viejos

que den amor a los nidos

estas tardes del invierno…

¡Cómo lloran las carretas

camino de Pueblo-nuevo!

Juan Ramón Jiménez: Pastorales. (La tristeza del campo, VIII).
Taurus ediciones. Edición del centenario, 1982.

Apoyo léxico. Heno. Hierba segada, seca, para alimento del ganado. Aijada. Aguijada. Vara larga que en un extremo tiene una punta de hierro con que los boyeros pican a la yunta, estimulando así a las bestias. Ángelus. Oración en honor del misterio de la Encarnación. Las primeras palabras de esta oración son, precisamente, “Angelus domini…” (El Ángel del Señor…). Se rezaba a la caída de la tarde y, actualmente, al amanecer y al mediodía.

La incomparable belleza de la poesía juanramoniana.

La poesía de Juan Ramón Jiménez -que tan notable influencia ha ejercido en las posteriores generaciones de poetas españoles- no amarillea con el paso del tiempo y permanece viva, ajena a los vaivenes efímeros de las modas literarias. Los poemas que reproducimos -y comentamos brevemente- a continuación son lo suficientemente elocuentes como para permitirnos ubicar al poeta de Moguer en las más altas cumbres de la literatura española.

Sin duda, el mundo de la época “sensitiva” de Juan Ramón Jiménez, que alcanza hasta 1915 -con obras como Arias tristes, Jardines lejanos, Pastorales, Baladas de primavera... [escritas entre 1903 y 1907], y Elejías, La soledad sonora, Poemas májicos y dolientes, Laberinto, Sonetos espirituales... [escritas entre 1908 y 1915, y anteriores a Diario de un poeta recién casado, obra con la que comienza la época “intelectual”, que se prolonga hasta su abandono de España, en 1936] ejerció su influencia en unos jóvenes poetas que aprendieron en Juan Ramón Jiménez toda una gama de recursos, explotados por algunos de ellos con innegable talento creador.

El soporte narrativo de este poema es bien sencillo: con las últimas luces de un día invernal, las carretas vuelven al pueblo, cargadas de troncos de árboles; y, tras ellas, los carreteros con la aijada al hombro. Se oye el rezo del Ángelus. Al paso de las carretas, el poeta reza para que los árboles viejos sigan cobijando los nidos de los pájaros.

El texto es una bellísima muestra de poesía impresionista -que refleja determinadas experiencias mediante la selección subjetiva de algunos de sus componentes-. El pinar, el viento, la luna, el humo y el eco son objeto de un proceso de humanización y, hablando como personan, avisan de la venida de las carretas. La luna es “de oro” porque, cuando está visible a la hora del crepúsculo, se percibe como dorada. Los troncos están muertos, y lloran las carretas que los transportan -clara personificación que le lleva a Juan Ramón Jiménez a percibir los crujidos de las carretas como quejidos de llanto-. Los bueyes sueñan, a la luz de las estrellas, con el establo caliente que evoca el amor maternal y el necesario alimento. Los carreteros alivian el cansancio del trabajo, del camino y del peso de la aijada contemplando la belleza del cielo estrellado. Los árboles tienen corazón y sus troncos lo muestran fresco y honrado. Se escucha el Ángelus. Los campos están tristes porque muere el día, y, por ello, parece que huelen a cementerio. Los troncos son los pobres restos de unos árboles que, en otro tiempo, fueron ricos en hojas y frutos y, ahora, dignos de conmiseración, bien se merecen un sencillo Padrenuestro del poeta, que sueña con una lluvia de rosas para los árboles viejos que sostienen con amor los nidos de los pájaros en las tardes de invierno.

Todo el poema connota melancolía y tristeza, que el poeta consigue por medio de una adecuada selección léxica: humo, sol puesto, troncos muertos, carretas que lloran, olor a cementerio, pobres troncos, invierno… Tales sentimientos se potencian con la monótona repetición del estribillo: “¡Cómo lloran las carretas, / camino de Pueblo-nuevo!”; unas carretas que, encarnando la sensibilidad del poeta, lloran conmovidas por la tristeza de los campos en la hora del crepúsculo (cuando, en realidad, los ojos que se humedecen son los del propio Juan Ramón Jiménez).

Del carácter impresionista de esta descripción poética es buena prueba la riqueza de sensaciones auditivas, visuales y olfativas, elementos sensoriales de los que se vale el autor para expresar sus emociones y sentimientos: el poeta escucha la voz del pinar y el viento, el llanto de las carretas y las campanas de la iglesia de pueblo; contempla la luna de oro, el sol puesto, la luz de los luceros; y se extasía con el olor de los troncos muertos y de los campos arados. Juan Ramón Jiménez siente profundamente el paisaje, y transmite al lector, con palabras que connotan una profunda melancolía, la tristeza y dureza del invierno, así como su admiración por los trabajos del ámbito rural.

**********

De entre las fechas que podríamos considerar “emblemáticas” en la literatura española, hay tres especialmente significativas: 1526, 1888 y 1917.

En 1526 tiene lugar la conversación entre el poeta Juan Boscán y el embajador veneciano Andrea Navagiero, que supone -con Garcilaso de la Vega como artífice máximo- el punto de partida para la introducción en la poesía española de las formas métricas, los temas poéticos y la naturalidad de estilo propios de la lírica renacentista italiana. En 1888, Rubén Darío publica -en Valparaíso- Azul, libro que inaugura la estética modernista, capaz de extraer del lenguaje todas sus posibilidades rítmicas y sensoriales, abriendo el camino de las sugestión como esencia de la poesía. Y en 1917 -la composición data de 1916- publica Juan Ramón Jiménez Diario de un poeta recién casado, en el que, superada ya la estética modernista, inicia una poesía original y personalísima, “fuera de escuelas o tendencias”; poesía desnuda, presidida por una progresiva depuración de todo lo que no sea esencia poética, una poesía que, con el paso del tiempo, irá prescindiendo de los halagos formales, en favor de una mayor hondura conceptual y emotiva (Eternidades -1918-, Piedra y cielo -1919-...), y que, con posterioridad a 1936, más intelectual y abstracta -expresión de su complejo mundo interior, repleto de vivencias metafísicas-, alcanza cotas de asombrosa belleza (En el otro costado -1936/1942-, La estación total -1946-, Dios deseado y deseante -1948/1949- y Animal de fondo -1948-).

Y no es casual que estos tres escritores -Garcilaso de la Vega, Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez- exalten los valores estéticos -es decir, están impelidos por una exacerbada estimación de lo bello por sí mismo, atentos a la belleza de las formas-, y, que, cada uno a su manera, hayan renovado el concepto de poesía, que convierten en un arte refinado, de exquisita perfección formal. Como tampoco es casual que los poetas posteriores a Garcilaso, a Rubén y a Juan Ramón, incluso los más alejados de ellos formal e ideológicamente, se hayan beneficiado, poco o mucho, de sus innovaciones artísticas: Garcilaso de la Vega ejerció una decisiva influencia en los poetas petrarquistas españoles y su poesía -por la serena mesura de la expresión sentimental más sincera y la musicalidad de las formas- no amarillea con el paso del tiempo y sigue siendo un referente esencial; Rubén Darío es un pilar indispensable para la evolución de la poesía española -el propio Juan Ramón empieza su andadura poética vinculado al Modernismo, cuyo influjo puede rastrearse también en Antonio Machado, Eduardo Marquina y Valle-Inclán-; y la delicada sensibilidad de Juan Ramón Jiménez ejercerá una influencia decisiva en los poetas de la Generación del 27, que reciben de él un perpetuo anhelo de perfección y de belleza.

Veamos, pues, un par de textos extraídos de Diario de un poeta recién casado.

MAR DE PINTOR

(Al encausto y en dos palabras)

Cuatro de la madrugada: Mar azul Prusia. Cielo verde

/malaquita. -Emociones.-

Seis de la mañana: Mar morado. Cielo gris. -Sports.-

Nueve de la mañana: -Lectura.-

Una de la tarde: Mar ocre. Cielo blanco. -Desamor.-

Cuatro de la tarde: Mar de plata. Cielo rosa. -Nostaljia.-

Ocho de la tarde: Mar de hierro. Cielo gris... -Pensamientos.-

Juan Ramón Jiménez: Diario de un poeta recién casado. [IV. Mar de retorno, CLVIII], Madrid, Taurus,
edición del centenario, 1982. Volumen 13. Prólogo de Ricardo Gullón.

El poema está fechado el 8 de junio de 1916. Y breves son las palabras empleadas por Juan Ramón Jiménez en este poema, que se desarrolla en dos planos -mar y cielo, y de ahí la indicación del poeta: “Al encausto y en dos palabras” (el encausto es el procedimiento pictórico con ceras que se aplican en caliente)-: una sucesión de impresiones ante el mismo paisaje que se ve con colorido distinto porque la luz -de acuerdo con la hora del día- es también distinta; lo cual provoca diferentes reacciones: emociones, la intensidad del azul Prusia y del verde malaquita; nostalgia, el color plata y el rosa; y meditación, el color gris... Es decir, que las sensaciones anímicas se expresan con técnica pictórica. Porque es lo cierto que el poeta quiso ser pintor, y en realidad nunca dejó de serlo.

MAR DE PINTOR...

¿DE MÚSICO?

A las dos de la tarde: Un movible y luciente brocado verde

/plata.

A las seis y media: Los valles de espumas blancas se llenan

/de rosas.

A las siete y cuarto: Agua alta y verde. Antecielo de

/nubarrones azul cobalto. Cielo gris. Trascielo de oro.

Juan Ramón Jiménez: Diario de un poeta recién casado.
[IV. Mar de retorno, CLXV]. Op. cit.

El poema está fechado el 12 de junio de 1916, cuatro días después del titulado “Mar de pintor”. De nuevo la combinación de mar y cielo, en función de la luz propia de la hora, le permite a Juan Ramón Jiménez ofrecer sus impresiones de un mismo paisaje cambiante. Comentar las palabras empleadas por el poeta -su sencillez y brevedad, su carácter “pictórico”-, así como la abundancia de pausas en los tres largos versículos, y sus repercusiones en el ritmo del texto.

**********

Un análisis de relación de la obra juanramoniana con la pintura es la de María Carrera Pascual Pintura y estética de Juan Ramón Jiménez (tesis doctoral de la autora, presentada en 1987 en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid). Huelva, Caja Rural de Huelva, 1989. Colección Sur, núm. 2.

Puedes comprar sus obras en:

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios