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Fernando Aramburu
Fernando Aramburu

Entrevista a Fernando Aramburu, autor de “Ávidas pretensiones”

“La ficción nos agranda la realidad”

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Con “Ávidas pretensiones” el escritor vasco Fernando Aramburu ganó el Premio Biblioteca Breve 2014. En estos días ha venido a España desde las frías tierras alemanas donde reside para promocionar la novela ganadora. Esta es “una gamberrada literaria” que cuenta la historia de un grupo de poetas que se reúnen en un congreso en el que ocurre de todo, visto desde el humor y la ironía y desde la perspectiva de un narrador gamberro.

Fernando Aramburu
Fernando Aramburu (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Fernando Aramburu comenzó su carrera literaria como poeta, quizá por ella ha escogido para su nueva obra a protagonistas poetas, “me parecen más provechosos que los novelistas”, dice sin reparo. Para él, que convive poco con escritores, probablemente debido a su lejanía física con sus colegas, sus compañeros novelistas más parecen compañeros de oficina relacionándose profesionalmente que otra cosa. “Nos contamos algún truco y poco más. Los poetas se leen entre ellos, se critican y me interesan los conflictos y las relaciones armónicas entre ellos”, dice el escritor vasco.

“Una de las certidumbres que tengo en esta vida es que cualquier persona tiene una sensibilidad poética. Las personas tienen un deseo de cosas bellas que podemos encontrar en una narración, en una película, en un musical, etc.”, explica el autor vasco. De ahí que haya escogido protagonistas poetas para Ávidas pretensiones. Partiendo de ahí, procura ofrecer un texto con esmero, trabajado para que el lector disfrute, siempre a su estilo y ajeno a lo que hagan otros escritores, “no estoy con el ojo puesto en lo que hacen los demás”, afirma solícito.

Lo que le interesa de su literatura es que “deje un rasguño en la conciencia del que me lee”, señala y para eso se vale de la ficción, “que nos explica el mundo ya desde niños, nos agranda la realidad”, apunta convencido. Y dentro de la ficción lo que más le agrada es el humor. “En España se toma poco en serio el humor y la comedia. Se equipara el humor con la chirigota y la astracanada, con lo superficial, con los aspectos más simiescos de las personas, prescindiendo de la inteligencia”, explica con pasión.

La literatura de humor está mal vista y nuestros cómicos son más bien chistosos que otra cosa, se basan en la ridiculización de los adversarios. Lo vemos, también, en los políticos, “en el parlamento alemán, aunque el debate sea arduo es más divertido que en España. El humor tiene un valor crítico que no sabemos utilizar”, piensa y añade “esto viene desde nuestro Siglo de Oro. La literatura picaresca, aunque se crea lo contrario, no es literatura de humor, es más bien, una representación de la pobreza, del hambre”. Cree que lo que impera en nuestra literatura es “el realismo” que “va detrás de los sucesos históricos, de nuestra historia. Por eso, nuestra literatura es un historia de perdedores”.

Para el autor de Años lentos, “lo que inició Cervantes, aplicar el ojo irónico y literario a nuestra realidad pasó a otras literaturas europeas y en España se cortó. No volvió a aparecer hasta el boom latinoamericano que inició Jorge Luis Borges”, razona. Hemos tenido y tenemos una literatura demasiado realista. Escritores como Enrique Vila Matas, se necesitan, “es otro Quijote y a mí eso es precisamente lo que me interesa, como hacía Góngora, que no veía un río, sino la mitología que conlleva”.

De ahí que su literatura se debata entre su memoria personal y la ficción más pura. Y dentro de esa ficción es el humor lo que le interesa más. En esta ocasión ha escogido el mundo de los poetas por una pura y simple contradicción: “Considero incompatible el humor con la poesía”, opina y va más allá cuando dice que “lo que hacía Quevedo no era poesía”. De ahí que quiera poner humor en un mundo de poetas, ya que también cree que tanto el humor, como la risa y la poética son trasgresores.

“Es la tensión entre lo poético y lo humorístico lo que define mi obra”, señala. Por eso en sus páginas se dan ambas cosas, casi a la vez. Con la religión ocurre algo parecido. “El humor es incompatible con la religión”, apunta. A su modo de ver somos un país muy dualista, pasamos de un extremo a otro, “tenemos muy poco paladar para los matices intermedios y una fuerte tendencia al gregarismo, a sumarnos a grupos. Creo que entre los periodistas, por ejemplo, hay demasiada gente insincera, que no dice lo que piensa para no molestar”, aclara.

Fernando Aramburu dice de sí mismo que “no soy un hombre dogmático, cada día cambio de opiniones. No tengo ganas de sostener una utopía ente las manos”. Y con respecto a su faceta de novelista, cree que “soy un mal lector de novelas ajenas, en lugar de disfrutar me dedico a diseccionarlas, a ver los errores. Sólo cuando me olvido de que es un texto es cuando disfruto. Esto me pasa pocas veces, Chirbes es uno de los pocos con los que me ocurre”, matiza.

“Soy ambicioso en el plano creativo y no quiero escribir siempre sobre lo mismo. Por un lado tengo memoria personal pero también tengo un compromiso literario que va más allá de la mera opinión”, se describe a sí mismo. Precisamente en eso radica su estilo propio, su propia música compositiva. “En eso soy muy cervantino, soy más bien de convivencia de personajes que de tramas, aunque me gusta que mis novelas cuenten algo, historias, peripecias”, asegura.

A la crítica literaria no la da mucho valor en su obra, “me interesa antes de publicar la obra, para ello tengo dos amigos confidentes que leen todo lo que escribo y que no publico sin su visto bueno. Esto también me pasa con el periodismo”. Reconoce que ahora la faceta literaria la tiene un poco abandonada y son las crónica futbolísticas alemanas las que le absorben casi todo el tiempo creador. Por lo menos hasta el verano va a estar dedicado a estas labores del deporte rey alemán.

Si para la novela se basó en un grupo de escritores y críticos alemanes para criticar sin piedad a los poetas, también se basa en la realidad alemana para criticar ciertos usos de nuestro país. “Un funcionario público alemán no puede recibir un regalo por encima de los 10 euros. Allí se cuidan las formas”, sentencia. Aquí, desde luego no. “Estamos en un mundo totalmente distinto”, afirma. Incluso dice que en nuestro país se engaña con casi todo, por ejemplo, “la imagen que se difunde de Merkel en España no se ajusta a la realidad. Es un mujer condescendiente que ha pactado con los socialdemócratas”. Parece que todas las opiniones que se dan en nuestro país tienen connotaciones políticas.

Se muestra preocupado por el desprestigio que tiene el uso público de la palabra en España. “Todo lo contrario que en Alemania”, subraya. Además, cuenta que en Alemania está muy extendido el español en los institutos, que se da como optativa. En ocasiones da lástima oír hablar a nuestros políticos, su falta de concordancia en las frases y el uso de demasiadas expresiones soeces. “En Alemania no se da eso”, añade.

No podíamos obviar la situación que está viviendo su tierra y a la que ha dedicado dos obras maestras como Los peces de la amargura y Años lentos. “Estamos en un momento neblinoso, en principio ya no hay atentados, pero veo demasiadas maniobras para fomentar el olvido y yo me opongo a eso. No existe un plan sincero de convivencia de parte de todos y no veo que haya una petición de perdón por los crímenes cometidos. No acepto pasar página sin más”, sentencia.

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