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Noemí Trujillo
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Noemí Trujillo

Entrevista a Noemí Trujillo, autora de “La princesita en el asteroide B612”

“La poesía es la forma de darle salida a mis demonios y de redimirme de ellos”

Por Javier Velasco Oliaga
sábado 10 de octubre de 2015, 13:41h

Si “El principito” es un texto perfecto, el poemario de Noemí Trujillo es un texto que ha querido homenajearlo. “La princesita en el asteroide B612” es el viaje de vuelta al hogar. Algo que la poeta catalana conoce bien porque pasa gran parte de su tiempo viajando, tanto como lo hace su marido el escritor Lorenzo Silva, que debe sobrellevar muchos momentos de soledades con la escritura de su poesía.


  • En la playa del Algarrobico


  • La princesita en el asterioide B612

  • Noemí Trujillo

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La princesita en el asteroide B612” es un poemario breve pero lleno de pasión donde ha vertido, como ella misma señala todos sus demonios para redimirse de ellos. Se ha fijado en las cosas que le gustan, como el arte o Carboneras y muchas cosas más que el lector irá conociendo según vaya leyendo sus poemas. En sus versos hay la pulsión de una poetisa de nuestro siglo, llena de modernidad y de clasicismo al mismo tiempo.

La princesita en el asteroide B612” es un homenaje a El principito. ¿Qué ha significado en su poesía el libro de Antoine de Saint-Exupéry?
El principito es un libro al que he vuelto muchas veces. Mi padre me lo leyó en mi infancia y después yo se lo he leído a mis hijas. Cada vez que he vuelto a él lo he disfrutado mucho. Ya desde niña me pregunté qué pasaba al final, cuando El principito le pide a la serpiente que le muerda para poder volver a su asteroide. Con La princesita en el asteroide B612 lo que intento hacer es contar, a mi manera, este viaje de vuelta.

¿Se necesitaba una voz femenina para redondear el cuento?
No, para nada. El principito es un texto perfecto y que yo admiro mucho. Si he querido homenajearlo en mi poemario, que es el séptimo que escribo, es porque siempre me llamó la atención el viaje de vuelta. Nada más. El principito es un texto perfecto, poético y dulce, que trata sobre todos los temas importantes de la vida.

¿Cómo definiría su poesía?
Yo entiendo mi poesía como un canto a la libertad. Cuando escribo un poema me siento libre. Aunque escribo más cosas (literatura infantil, juvenil, novela, relatos, etc) es en el espacio del poema donde siento que me libero, que puedo dejar salir todo lo que me angustia, todo lo que me oprime, todo lo que me preocupa, todo aquello con lo que sueño. Mi poesía ha sido, a lo largo de estos siete años que llevo publicando, el salvavidas creativo al que me he agarrado una y otra vez para salir a la superficie. Ha llegado un punto en el que soy capaz de poetizar todo lo que pasa en mi vida y me parece bien. La poesía es la forma de darles salida a mis demonios y de redimirme de ellos.

En el poemario hay ecos de La Odisea. ¿Qué supone para una poeta el volver a casa?
En mi poemario hay ecos de muchas cosas, de muchas referencias, de muchas lecturas. Una de ellas es la "Metamorfosis", el cambio, todo cambia permanentemente, nosotros cambiamos cada día, cambian las ciudades en las que vivimos y las personas que amamos, solo que este cambio es tan lento que muchas veces no lo percibimos. Otro eco importante es, efectivamente, el que mencionas: volver a casa. Es un tema que me interesa mucho porque está relacionado con el anterior, con la metamorfosis, ya que, para mí, todos los viajes nos cambian. El motivo por el que me interesa tanto el viaje y el cambio es personal. Tanto yo como mi marido viajamos mucho y pasamos mucho tiempo separados. Cuando vuelves a casa después de un viaje eres una persona distinta a la que eras cuando te fuiste. En esencia eres la misma persona, sigues amando a tu familia, sigues teniendo los mismos gustos, pero el viaje te ha cambiado y esa nueva persona que eres debe adaptarse una y otra vez a la misma realidad que tenías cuando te marchaste que, aunque te parece la misma, a su vez también ha cambiado. El regreso a casa es una metáfora de los valores inmutables, las cosas en las que creemos con una fe ciega. Los poetas, los escritores, los artistas somos seres frágiles, erráticos muchas veces. Esa certeza de volver a casa muchas veces es lo que mantiene a raya el lado destructivo de nuestra creación. Porque la creación también tiene un lado destructivo. Así que la casa es «lo que nos salva», «lo que nos acoge», lo que nos devuelve a nuestra forma tras el viaje.

También hay muchas referencias a la frontera. ¿Le gusta moverse por esos territorios?
Soy catalana exiliada a Madrid. No soy independentista. Desde que una parte de los ciudadanos de mi tierra comenzó a gritar «independencia» reflexiono mucho sobre el valor y la importancia que tienen las fronteras. « ¿Es tan importante esa línea imaginaria que separe Cataluña del resto de España?», para mí no lo es. No necesito que exista esa frontera. Considero que, si eso llegara a suceder, sería perjudicial tanto para Cataluña como para el resto de España. A nivel afectivo no necesito esa frontera, si considero otros planos de la realidad, creo que en el resto de niveles (político, social, económico) también sería nefasta esa división.

Las fronteras políticas, además, no se corresponden siempre con las fronteras lingüísticas. Nos hacemos la falsa ilusión de que en el resto de España todos hablamos la misma lengua. Y no es verdad. El español que habla alguien de Córdoba no es el mismo que el que habla alguien de Navarra, desde el punto de vista de la fonética.

En España una isoglosa separa las zonas donde la «s» se pronuncia sibilante de donde la «s» se aspira y ese atlas lingüístico no se corresponde necesariamente con las fronteras políticas que delimitan las comunidades autónomas. El argumento de los políticos siempre es la lengua, «eres un mal catalán si no apoyas la independencia». Y es un argumento que a mí no me convence porque soy una firme defensora de la convivencia de lenguas y dialectos. No sé por qué hay que tomar partido dentro de un territorio por una lengua o por otra, yo amaba la Cataluña que era bilingüe y respetuosa con todos sus ciudadanos. Desde que se reivindica esa frontera imaginaria mi tierra ya no es respetuosa con todos sus ciudadanos, ya que ha decidido desoír a la mitad de ellos. Por eso me muevo en ese territorio: tengo la triste sensación de que en el conflicto catalán solo se ha escuchado a una parte, la parte que se ha movilizado en la calle, y que a la otra parte, la que ha permanecido silenciosa en casa (por no estar organizada entre otras cosas) , no se le ha prestado ninguna atención. Pero existe también, es real y no nos podemos olvidar de ella. Yo la reivindico en mis poemas.

Algunos de sus poemas se fijan en la rosa. ¿Es un símbolo de ignorancia o de amor?
Es un símbolo de fragilidad. Porque el amor es muy frágil.

¿Hay amores mezquinos?
En el poemario, en el poema XX (que es uno de los que más han gustado), de los veintiuno del libro, hago ese juego de intentar mostrar que el amor no es divino, no es siempre puro, algo sin mancha. No. Porque los que amamos somos humanos y, por tanto, en ese acto y esfuerzo de amar muchas veces nos equivocamos y contagiamos nuestro amor con nuestros defectos. No obstante, yo creo en el poder redentor del amor.

¿Qué es para usted el amor?
El motor que nos mantiene vivos. La fuerza que nos empuja a seguir.

Lo que ha hecho que los poetas canten desde hace siglos a su amada.

Lo que empujó a Ofelia a tirarse al río. El amor para mí es un sentimiento muy complejo, a veces algo casi divino, otras veces tóxico, saber gestionarlo depende de nosotros mismos, de nuestra capacidad de amar y, no lo olvidemos, de nuestra capacidad para perdonar. Porque amar es perdonarse una y otra vez los mismos defectos.

En el poemario trata temas muy actuales como, por ejemplo, el asunto del hotel Algarrobico. ¿Por qué lo ha hecho?
Cada mes de julio viajo a Carboneras porque organizo allí unas jornadas literarias con ayuda del ayuntamiento y de Mario Sanz Cruz y otros amigos y escritores almerienses.

La Playa del Algarrobico es una playa especial para mí, porque en esa playa se rodó la película de Lawrence de Arabia y de esa playa sacamos el logo de la editorial en la que trabajo: Playa de Ákaba. En el logo de la editorial no sale el hotel Algarrobico, solo sale la playa y la montaña. Cuando vas allí el Algarrobico sí está y te recuerda el conflicto. Por eso aparece en mi poemario. Si estás allí es imposible no verlo y no preguntarse qué debemos hacer con él.

¿Es la ecología una cuestión maltratada por los poderes políticos?
No soy política ni socióloga, solo sé que en política no siempre importa lo que debe importar. Vivimos en una sociedad muy capitalista y en un mundo globalizado, es difícil que desde cualquier poder nos fijemos en cosas que no generan dinero o riqueza de forma inmediata. Cosa que es un grave error, por supuesto. Debemos aprender a reivindicar el valor del paisaje y el valor de las cosas inmateriales. Nuestra sociedad está muy centrada siempre en el valor las cosas materiales y así nos va.

Su gusto por Carboneras queda patente en todo el libro. ¿Qué significa para usted esa población paradisíaca?
Estoy enamorada del paisaje almeriense. Para mí Carboneras es mi playa, es la playa de Ákaba, es un símbolo de la creación, de la cultura, de la belleza árida de un paisaje privilegiado. Era normal que se colara en mi libro, como en trabajos anteriores se colaron otros escenarios. Cada vez que publico un libro, mi mente se transporta a la playa del Algarrobico y puedo decir con orgullo: existe un libro más. Así que, en el fondo, el paisaje almeriense está siempre en mi cabeza. Y ojalá siga siendo así, eso querrá decir que puedo seguir haciendo libros.

También trata sobre un rey que se volvió loco en un reino en el que gritaba independencia. ¿Cómo se ve la independencia desde la perspectiva de una princesita que vive sola en su planeta?
Con tristeza. Con mucha tristeza. Todo lo que han planteado los políticos catalanes durante este largo proceso soberanista ha sido muy insolidario para los propios catalanes y para el resto de España. Supongo que por eso, porque siento dolor y vergüenza ajena por lo que está pasando en mi tierra, he decidido huir.

¿Por qué dice que el cordero, un símbolo tan entrañable, es un símbolo de poder y destrucción?
Ya sucede así en El principito. El cordero puede comerse a la rosa en cualquier momento.

En sus versos hay muchas referencias a la pintura del siglo XIX. ¿Tanto le han influido?
Soy una amante del arte en general. Hay una estrofa en el poemario que dice: «Tú eres todos / los lugares que he amado, / todos los libros que he leído, / todos los cuadros que he visto, / mi río desde una colina, / mi atardecer en Dedham Vale, / todos los trazos de mi lápiz». De esta forma intento mostrar que todo lo que leo y todo lo que veo (incluidos los cuadros que me gustan) forman parte de mí, de mis versos, de mi proceso creativo.

Para terminar, ¿es la poesía la manera de escribir sobre cosas eternas?
Escribir es una forma de inmortalizar algo, desde luego. Quizá la prosa es más adecuada para inmortalizar historias y la poesía para inmortalizar sentimientos. De las historias algunas quedan y otras no; es más fácil inmortalizar un sentimiento porque es algo que convive con nosotros día a día. Si pensamos en el Soneto V de Garcilaso, por ejemplo, si ha conseguido sobrevivir cinco siglos y ser completamente actual y uno de los mejores sonetos de la lengua castellana es, simplemente, porque confiesa su amor por su dama. Un amor que es único, hiperbólico, divino, un amor que justifica la vida del poeta («por vos nací, por vos tengo la vida, / por vos he de morir, y por vos muero»). Si los versos de Garcilaso, supuestamente dedicados a su amada Isabel Freyre, han sobrevivido cinco siglos es porque todo enamorado puede reconocerse en ellos. Ese es el único secreto.

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