No tengo necesidad de explicarme ante Deus. Las cosas son así y así suceden, y no tendría Deus por qué enojarse. Es que son muchos frentes abiertos. Que si mi abuela, que si las llamadas de teleoperadora, que si Pedro o san Pedro, que si sola, que si desesperada, que si esquizofrénica, que si obsesionada, que si juzgada.
“Borsch”, este es mi trabajo, Boceto abierto para la pieza que quiere ser porque nunca fue.
Las inquietudes de un grupo de jóvenes es indudable que hay que fomentarlas de una u otra manera. Es una cuestión social. Ellos y ellas serán los que en un futuro moverán los hilos de esta sociedad cada vez más desencantada, por no decir desalmada.
Tres sombreros de copa se quedaron olvidados en un hale-hop imposible. Cuando ya nada se esperaba que pudiera cambiar, cuando el protagonista de una noche loca de ilusiones, vuelve al despertar de la mañana con el canto del gallo y la luz del faro apagándose. Y se marcha a su destino que no quiere, pero es el que le tienen asignado.
¡No quiero callarme! Tampoco quiero gritar, pero sí que se me reconozca y se me escuche. Miren: puede que no seamos personas totalmente integradas porque nuestra discapacidad nos lo impide, pero no por nosotras, por esta sociedad discriminatoria que se cree, engañosamente, perfecta.
¡Estás en la luna!, pídeme la luna, quedamos a la luna y cuarto, “la luna vino a la fragua con su polisón de nardos” (F.G.L.), hay un toro enamorado de la luna, “tres cosas no pueden ser ocultadas por mucho tiempo: el sol, la luna, y la verdad” (Buda) y aquí es donde aparece Cristina Medina, enviada especial y espacial a esta luna teatral donde, con risas, chascarrillos y chistes, nos hará pasar un rato cómico diciéndonos cuatro verdades que, después, nadie tomará en serio.
Cuando sea mayor tengo la esperanza de compartir con mis amigos, con mi gente, los intereses, las inquietudes, las emociones que un día nos movieron y se impregnaron en nuestro sentimiento. Cuando sea mayor quiero tener una casa compartida, ver amanecer junto a vosotros, pronunciar vuestros nombres y que alguien me responda.
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Primo Levi. Y era como un junco que se levanta a pesar del viento en contra y de la ciénaga que lo acoge. Era como las cenizas esparcidas de los cuerpos calcinados, que forman una niebla que se mete en los ojos y nos hace llorar sin remedio. Era el olor a quemado, la delgadez de los cuerpos, el frío, la soledad, el hambre, la tortura de la inquietud de no saber qué ocurrirá luego.
¡Total, si un día tendremos que morir todos! Pues vamos a facilitarles ese trámite, premiándolos y, además, haciéndolos famosos. Pero, claro, no todo se consigue tan fácilmente. Deberán pasar las pruebas pertinentes, deberán someterse a las votaciones populares, deberán exponer sus secretos, sus miserias, su desnudez, y tendrán que soportar la verdad por parte de quien ellos consideran incondicionales.
Sentir un enamoramiento es como un golpe contundente o, simplemente, con una sucesión de elementos que se van alineando hasta llegar al convencimiento de que necesitamos estar y compartir con la otra persona.
El sujeto del siglo XVII tenía una visión (barroca) de los roles que les tocaban a hombres y mujeres, a ricos y pobres, a nobles y plebeyos, a artistas y artesanos, a soldados y a monjes, a juristas y pícaros, a Lope y a Cervantes.
Llega a “La Luna” a través de su abuelo, Fernando Fernán Gómez y de Emma Cohen, a la casa que los cobijó y en el que dejaron, no solo documentos, cartas, fotos, grabaciones, discos, proyectos,… también la esencia de esta pareja emblemática en el mundo de la cultura, si es que podemos hablar de ese concepto denostado en este país que poco la valora.
No están dormidos. No son muñecos de trapo. Son figuras de porcelana y, como tales, no podrán morir, aunque sí, quizás, romperse. Romperse por fuera y que se les rompan los corazones. Porque los tienen. Permanecerán atentos a las canciones, a los sueños que pasan de largo, a los recuerdos que nadie les preguntará. Pero estas dos figuras, él y ella, tendrán la oportunidad de encontrarse, de soñar, de acercarse, de sentir su existencia como algo real, aunque sea efímera.
“Nunca nadie te va a querer en la vida porque estás gorda”, así de crudo, así de real, así de sincero y escabroso. No es estar gorda o gordo, es SER gordo. Es algo evidente y que todos ven, que no puedes ocultar. Desde bien niña. Desde antes de tener conciencia de qué significaba tener kilos de más. Al principio no pasaba nada, simplemente no podías entenderlo, hasta que te das cuenta de que las demás se echan novio y tú no, de que las demás se ríen y tú no, de que sus padres las cogen en brazos y a ti no. Por fin, la protagonista, la gorda, se pone en el lugar de los gordos. De los obesos, de los sebosos, de los gordinflones, de los bola de sebo.
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