05/02/2025@07:07:00
La vida pende de un hilo. Invisible, casi siempre, pero frágil y caprichoso. La vida es una sucesión de accidentes, encontronazos, despistes o casualidades que nos llevan a comportarnos como marionetas. Marionetas que también penden de un hilo. Esta vez, invisible siempre, sobre todo, si estamos lejos del guiñol.
Para intentar entender el momento actual en las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, o para ser más precisos, la situación en que se encuentra el presidente Biden, tenemos que revisar la historia y veremos que el presidente no es el único responsable de la catástrofe a la que nos enfrentamos.
“Una patria, Señor, una patria pequeña como un patio, o como una grieta en un sólido muro. Una patria para reemplazar a la que me arrancaron del alma, de un solo tirón”[1]
Así se lamenta María Teresa León en su “Memoria de la melancolía”, esa autobiografía suya que parece tejida con tiras arrancadas de su propia alma para ir luego hilando cada página. Las suyas son unas confesiones que le brotan de lo más profundo del corazón, un corazón, como ella confiesa “cristianísimo[2]”, que siente como propias las desgracias de los más desfavorecidos: sus privaciones, su incultura, todos los lastres que les han provocado los más poderosos. Por eso al abandonar España experimenta un desgarro que le hace sentirse rota.
Pedro Tenorio Matanzo (Talavera de la Reina, Madrid, 1953) es un poeta cuya carrera literaria ha macerado durante un largo silencio editorial. Quizá esa condición, ha permitido que su poética madure lejos de las críticas y el ruidoso mundo literario, hasta alcanzar ese punto de encuentro entre el alma que inventa y transita mundos irreales, y el cuerpo, que arrastra su mortandad en un escenario convulso, no elegido.
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Ed. Espasa. 2022
No estoy en contra de la divulgación de la Historia y, más si cabe, en todo lo relativo a las Españas, donde la ciencia de su Historia es de una riqueza y exclusividad paradigmáticas. Pero, esta característica historiográfica no puede estar reñida con el rigor y el conocimiento de la Historia. Los tópicos irreales y tabúes inexistentes no me agradan, y lo único que hacen es repetir los errores, tan eximios entre los españoles, incluyendo a los portugueses.
Mientras escribo estas líneas presiento que cuantos hemos librado hasta ahora de la infección nos hallamos suspensos sobre una inquietante espera. La percibo en las conversaciones telefónicas con mis amistades; en todas se mencionan planes de futuro, pero azuzados por un oscuro desasosiego: el ansia por palpar cómo será la cotidianidad el día que se decrete eso que las autoridades llaman con el orwelliano título de “nueva normalidad”; que basta con pronunciarlo para que resulte del todo atemorizador.
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