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gabriel miro

Un paseo por la feraz comarca de la Marina Baja alicantina de la mano de Gabriel Miró

[La tarde]
12/08/2025@20:20:00

Los campos y el cielo se desnudan del humo del bochorno. Septiembre se levanta palpitando de un aire dulce de cosechas: cosecha de algarrobas afiladas y retorcidas como cuernas de carnero; cosechas de almendras de color de canela, que pronto irán trocándose en panales de Navidad. Todos los días amanecen las higueras con más higos maduros, de piel regañada, saliéndoseles almíbar. Las pomas de invierno principian a engordar de azúcar, que ha de cristalizarse en los relentes. Los huertos rebrotan en la segunda primavera del año agrario. Crecen los alcaciles y van estilizándose como capiteles de acantos; los zarcillos de los frisuelos y de las calabazas saben escoger los nudos del panizo, y así se irá colgando toda la mata; los habares abren su flor de antifaz, y en los ribazos se asoman las mejillas redondas y sofocadas de las granadas.

El rescate de un postergado

Las noticias inesperadas suelen ser buenas; las malas, ya se las rumia cada cual con anticipación y hasta con desvelo, y cuando fatídicamente se cumplen, carecen de novedad. Pues bien; una de esas alegres sorpresas nos sucedió en Drácena cuando editamos el año pasado Las cerezas del cementerio (1910), de Gabriel Miró. Se agotó apenas transcurrido un mes para nuestra satisfacción pero, sobre todo, para nuestra perplejidad, porque cuando publicamos esta novela —el primer relato largo de Miró con las costuras bien ajustadas— pretendíamos dos cosas; en primer lugar, proseguir nuestra quijotesca cruzada contra la ignorancia y la pedantería con que los mass media y las actuales novedades librescas pisotean nuestro idioma, y en segundo —y si quieren más sentimental—, rescatar a un escritor que, muy a pesar de serlo hasta la médula, sufrió tal cadena de desaires que, hoy, entre el común, su nombre apenas significa algo distinto a una calle o a una plaza.

Paisaje y paisanaje

De tanto en tanto conviene homenajear al paisanaje y al lugar de dónde uno es. Reconforta y armoniza los desmadejados recuerdos, produce una cierta conformidad de ánimo y permite seguir tirando con un hondo y tenue optimismo. Pues bien; dos acontecimientos me lo han propiciado; el primero de ellos ha sido la publicación de mi primo Vicente Valero-Costa de una novela singular por ambiciosa —virtud que debe acompañar a la literatura o a todo cuanto aspira a serlo—; se trata de Celia y las libélulas.

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Drácena reedita "La novela de Oleza", de Gabriel Miró

La Editorial Drácena ha reunido las dos grandes novelas de Gabriel Miró: "Nuestro Padre San Daniel" y "El obispo leproso", en un único volumen que lleva por título "La novela de Oleza".

"Las cerezas del cementerio", de Gabriel Miró

Gabriel Miró se refería a "Las cerezas del cementerio" como su «primera novela», tras una década de publicar relatos, cuentos y estampas. Pero es mucho más dado que su novela contiene todos los elementos que serán la nervatura del resto de su narrativa: el subjetivismo de los personajes, la exquisitez en las descripciones y el poroso sensualismo donde sumerge al ambiente.