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reseña de teatro

22/12/2022@21:00:00

Borsch”, este es mi trabajo, Boceto abierto para la pieza que quiere ser porque nunca fue.

¡Total, si un día tendremos que morir todos! Pues vamos a facilitarles ese trámite, premiándolos y, además, haciéndolos famosos. Pero, claro, no todo se consigue tan fácilmente. Deberán pasar las pruebas pertinentes, deberán someterse a las votaciones populares, deberán exponer sus secretos, sus miserias, su desnudez, y tendrán que soportar la verdad por parte de quien ellos consideran incondicionales.

Tres sombreros de copa se quedaron olvidados en un hale-hop imposible. Cuando ya nada se esperaba que pudiera cambiar, cuando el protagonista de una noche loca de ilusiones, vuelve al despertar de la mañana con el canto del gallo y la luz del faro apagándose. Y se marcha a su destino que no quiere, pero es el que le tienen asignado.

¡Estás en la luna!, pídeme la luna, quedamos a la luna y cuarto, “la luna vino a la fragua con su polisón de nardos” (F.G.L.), hay un toro enamorado de la luna, “tres cosas no pueden ser ocultadas por mucho tiempo: el sol, la luna, y la verdad” (Buda) y aquí es donde aparece Cristina Medina, enviada especial y espacial a esta luna teatral donde, con risas, chascarrillos y chistes, nos hará pasar un rato cómico diciéndonos cuatro verdades que, después, nadie tomará en serio.

Las inquietudes de un grupo de jóvenes es indudable que hay que fomentarlas de una u otra manera. Es una cuestión social. Ellos y ellas serán los que en un futuro moverán los hilos de esta sociedad cada vez más desencantada, por no decir desalmada.

¡No quiero callarme! Tampoco quiero gritar, pero sí que se me reconozca y se me escuche. Miren: puede que no seamos personas totalmente integradas porque nuestra discapacidad nos lo impide, pero no por nosotras, por esta sociedad discriminatoria que se cree, engañosamente, perfecta.