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Ángel Olgoso
Ángel Olgoso (Foto: Marina Tapia)

Entrevista a Ángel Olgoso: "Los románticos siempre nos hemos desvivido por cualquier creación libre de la fantasía, por los paraísos del delirio, por superar las limitaciones de la naturaleza"

Autor de "Bestiario"
viernes 20 de mayo de 2022, 12:11h

Este "Bestiario" está en deuda con toda la literatura global que haya rozado el género desde que Gregorio Samsa despertó convertido en escarabajo. En su mundo de seres imaginarios, Ángel Olgoso advierte que no hay salida y compila una serie de historias tristes, incluso crueles, tomando a los animales (a veces plantas u objetos) como excusa. Hilvana el texto, confeccionando un tejido preciosista, un mosaico de taracea. De esta forma roza sin duda el cultismo ennoblecido por un amplio conocimiento de lo narrado, por un acolchamiento lírico y una expansión metafísica cercana a un Borges o a un Kafka más cercano.

Bestiario
Bestiario

"El asombro —sobre todo la sorpresa final— es una característica esencial de todos los cuentos aquí reunidos, así como la alegoría continua, el exotismo puntual y el fino humor que a veces roza lo grotesco, entretejiendo un rompecabezas, formulando en cada corte una adivinanza, un enigma que no se desvela hasta el fin cual escorpión que mata con el extremo de su apéndice caudal.

Olgoso es camaleón, mosca y cocodrilo; tigre, sapo y cucaracha; escualo, perro y ratón; abeja, colibrí y todo lo contrario; hasta llegar a una última entrega, llamada precisamente Bestiario que, en una declaración conclusiva y abnegada, viene a decirnos que todos somos monstruos, que irremediablemente somos, hemos sido y seremos animales", escribe Jorge Fernández Bustos en el prólogo del libro.

Ángel Olgoso (Granada, 1961) es uno de los autores de referencia del cuento en castellano. Ha publicado los libros de relatos Devoraluces, Breviario negro, Astrolabio, Las uñas de la luz  , Almanaque de asombros, Las frutas de la luna, Racconti abissali, Cuando fui jaguar, Los líquenes del sueño (Relatos 1980-1995), La máquina de languidecer, Los demonios del lugar, El vuelo del pájaro elefante, Cuentos de otro mundo, Granada año 2039 y otros relatos, Nubes de piedra, La hélice entre los sargazos y Los días subterráneos. También el poemario Ukigumo, el libro ilustrado Nocturnario y una recopilación de sus textos de no ficción, Tenue armamento. Ha obtenido una treintena de premios y relatos suyos se han incluido en más de setenta antologías. Es, además, fundador y Rector del Institutum Pataphysicum Granatensis, Auditeur del Collège de Pataphysique de París, miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada y de la Amateur Mendicant Society de estudios holmesianos. Ha sido traducido al italiano, francés, inglés, alemán, griego, portugués, rumano y polaco.

Los bestiarios tienen una larga tradición literaria, ¿no es cierto?

En efecto, este libro enlaza con esa caudalosa tradición, a la vez venerable y bizarra, que viene del medievo y aún de tiempos más remotos. Siempre había soñado con integrarme en ese cauce tan sugestivo que ha capturado la imaginación de artistas y escritores de casi todas las culturas. Por ceñirnos al ámbito literario castellano, baste recordar a Borges, Cortázar, Monterroso, Arreola, Ferrer Lerín, Tomeo o Sánchez Ferlosio, y en poesía a Fray Luis de Granada, Neruda, Ramírez Lozano, Virginia Navalón o incluso Marina Tapia en algunos poemas de su “Jardín imposible”. Siempre me ha fascinado el extrañamiento fantástico y la libertad que suelen procurar los géneros imaginativos e inagotables, y los he devorado durante décadas como esos perros de los afiladores que se comían las chispas para entrar en calor en los duros inviernos. Así que estoy feliz de que mi vieja querencia se haya materializado por fin en este volumen, editado con su habitual esmero por Eolas en su colección de referencia Las puertas de lo posible, y con portada de mi amigo el genial artista argentino Santiago Caruso.

Tengo entendido que se trata de una recopilación más que de una obra nueva.

Sí, ahora que ya he dado por concluida mi obra de ficción, he creído oportuno espigar, de entre los setecientos escritos en estos cuarenta y cuatro años, todos los protagonizados por animales o relacionados con ellos. Es un recorrido exhaustivo y al mismo tiempo lúdico por la totalidad de mis libros, incluido uno de los primeros, “Nubes de piedra”, un volumen no venal e inencontrable. La extracción de los cuentos no la hice en orden cronológico, sino barajando animales, atmósferas, técnicas narrativas y la propia extensión de los textos. El resultado oscila entre el onirismo, la sátira, la fábula y la mirada poética, entre el barroquismo y el descarnado informe pericial. Todo ello escorado hacia la imaginación, con la que nos deformamos a nosotros mismos (lo que nos coloca en una situación empática con los otros) y con la que deformamos al mundo para ajustarlo a nuestro capricho. Los románticos siempre nos hemos desvivido por cualquier creación libre de la fantasía, por los paraísos del delirio, por buscar lo exótico en los estético, por superar en definitiva las limitaciones de la naturaleza.

Imagino entonces que este libro se parece a un bosque animado y que contiene una gran variedad, no sólo de fauna sino de registros expresivos.

Así es, en sus páginas conviven el microrrelato, la evocación poética, el cuento tradicional, el terror, la ensoñación, la metamorfosis, la escena bíblica, la antropomorfización, los apólogos, la aproximación mitológica o arqueológica, la alegoría, la hibridación, etc. Es un compendio de animales parlantes, fabulosos o legendarios, pero también domésticos y cercanos, de historias naturales y nada ejemplarizantes, de retratos poco benevolentes de la condición humana, donde hay lugar para la inquietud, el humor, la erudición y la extravagancia. Como apuntó Cortázar, las criaturas mitológicas permiten introducir la extrañeza en el discurso y desvelar las grietas fantásticas que se esconden bajo la superficie de la cotidianeidad. En bestiario, los animales son protagonistas pero también testigos; testigos, pero también vehículo de reflexión sobre la identidad y sobre los límites entre especies y géneros.

Creo que nadie puede saber realmente qué es un animal, resulta imposible considerarlos en su realidad sin superponerse antropomórficamente a ellos

¿Hubo alguna interacción directa y personal con ciertos protagonistas de estos relatos?

Como casi todo el mundo, he disfrutado de la grata compañía familiar de perros (Boris y Frodo), de gatos (Dandi, Kity, Luna, Curita y Chipi), de un pájaro (Elvis) y de una tortuga (Lisa). Y ellos han punteado de alegría y lealtad la prosa exigente de la vida diaria, pero en general los personajes de este libro son proyecciones creativas que responden a una interpretación simbólica del cosmos o del imaginario colectivo. Pese a que lo haya intentado en estos cincuenta textos, pese a que creamos poder descifrar exactamente lo que sienten si los miramos a los ojos, creo que nadie puede saber realmente qué es un animal, resulta imposible considerarlos en su realidad sin superponerse antropomórficamente a ellos. Aunque al mismo tiempo podría suscribir las palabras de Heine: “Yo no conozco el mundo de los cazadores, porque pertenezco más bien al de los cazados”.

Antes ha hablado de los límites entre especies y géneros. ¿este libro explora ese territorio fronterizo?

Exacto. La lectura de este libro traslada al lector a una zona liminar, de ambigüedad, de simulacros, catarsis o desvíos de la creación. Hallará aquí una batalla de centauros cuyas dos mitades luchan instintivamente una contra otra, encontrará un crisol de relaciones amistosas o crudamente terribles, donde conviven lo tierno y lo monstruoso, el prodigio y la pesadilla. Ya no se trata -como en los bestiario medievales- de una guía que alerte sobre los peligros y endriagos que acechaban al peregrino o al navegante, ni de un prontuario que ayude a conocer animales exóticos, formidables o aberrantes, el campo de acción de estas historias es siempre, en el fondo, el ser humano, sus comportamientos, sus temores, su memoria, su crueldad, sus dudas, sus virtudes y defectos.

Aparte de su afición por los bestiarios, ¿responde este libro a alguna otra pulsión?

En su contextualizador prólogo, Jorge Fernández Bustos lo considera un animalario. Quizá, de manera inconsciente, esta obra responda al apetito humano por lo maravilloso, lo distorsionado, lo fuera de lo común, así como a esa angustia hispánica por discernir entre la realidad y la quimera. Confieso que también he tenido desde siempre cierta predisposición animalizar lo real, mediante metáforas o literalmente. Tal vez disfrute liberando a los animales de las jaulas de la convención -e incluso de los hábitos lingüísticos- a través del juego, la broma y la sorpresa, desautomatizando el pelaje verbal de su naturaleza, que es la nuestra. Como sabemos, lo único que nos diferencia de ellos es la conciencia de nuestra mortalidad. Y yo añadiría la imaginación: a fin de cuentas, que sepamos, somos los únicos animales que fabulan.

Puedes comprar el libro en:

9788418718779
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