que ser preferido pueda
por la nobleza que hereda,
sino por la que el adquiere;
porque aquí a la sangre excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar cómo nace
se mira como procede.
Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mejor cualidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho
no adorna el vestido el pecho
que el pecho adorna al vestido.
Y así, de modestia llenos,
a los más viejos verás
tratando de ser lo más
y de aparentar lo menos.
Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.
Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es más que una
eligión de hombres honrados»,
Pedro Calderón de la Barca (1600-1681)
El milagro de Empel acontece durante la batalla épica de Empel-, una aldea del municipio neerlandés de Bolduque, en la provincia de Barabante Septentrional, situada a lo largo del río Mosa, de una longitud de 950 km, de la vertiente del mar del Norte que nace en Francia, fluye por Bélgica y los Países Bajos y desemboca a través del delta común del Rin-Mosa-Escalda-, entre el 2 y 8 de diciembre de 1585.
La batalla de Empel sucede en el curso de la Guerra de los Ochenta Años, conocida como la Guerra de Flandes y en los Países Bajos como la Guerra de Independencia, que comenzó el 23 de mayo de 1568 durante el reinado de Felipe II (1527-1598), y durante la gobernación de la duquesa consorte de Florencia y Parma, Margarita de Austria (1522-1586), y terminó con el tratado de La Paz de Münster entre la Monarquía Hispánica y los Provincias Unidas de los Países Bajos, firmado por Felipe IV (1605-1665), el 30 de enero de 1648 en Münster.
Durante el conflicto de Empel la flor y nata de la infantería española fue encabezada por el conde sajón Karl II van Mansfeld-Vorderort (1543-1595), hijo del general Peter Ernst I van Mansfeld-Vorderort (1517-1604), y fue enviada por el Gobernador de los Países Bajos (1578-1592), Alejandro Farnesio (1545-1592), «el Rayo de la Guerra», tras el asedio de Amberes, entre el 3 de julio de 1584 y el 17 de agosto de 1585, para proteger las poblaciones católicas de Zelanda y Holanda acosadas por los protestantes.
Los veteranos españoles de 61 banderas con más de 4.000 españoles, liderados por el conde Karl II, fueron compuestos del tercio de Zamora, también llamado el tercio de Bobadilla, el maestre de campo Francisco de Arias de Bobadilla (1537-1610); del Tercio Viejo de Sicilia, conocido como Tercio de Mondragón, del maestre de campo Cristóbal de Mondragón y Otálora de Mercado (1514-1596); y del tercio del maestre de campo de infantería, Agustín Íñiguez de Zárate (1550-1612). Dichos tercios fueron asistidos por el general Karl II y el Tercio Gemelo de Sicilia del maestre de campo Juan del Águila y Arellano (1545-1604). Conforme a la documentación fiable una parte del ejército de Karl II fue dirigida a la orilla del río Mosa y otra a la isla de Bommel («el Bommelwaard», hoy llamada Zaltbommel), donde se reunían los tercios de Juan del Águila y de Francisco Arias de Bobadilla.
Desde el lunes 2 de diciembre de 1585 hasta el 8 de diciembre de ese año, la flor del ejército real combatió una flota de cien naves o quizás más de los rebeldes neerlandeses bajo el mando del almirante holandés Felipe de Hohenlohe-Neuenstein (1550-1606). Empero, Bobadilla no fue capaz de navegar hasta Bolduque y el 7 de diciembre llamó a sus capitanes y soldados y les exhortó: «a rezar, para que Dios los librase del espantoso peligro en que estaban, y que puesto que habían fracasado los remedios que habían buscado diligentemente. Por último remedio volviesen todos sus corazones a Dios y le llamasen, para que mirase con sus ojos de misericordia aquellas pobres al más y banderas católicas que habían peleado por defender su santa Iglesia romana.
Mientras tanto, un devoto soldado español estaba haciendo un hoyo para guardarse del mucho frío cerca de la iglesia de Empel, cuando saltó una imagen de la limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una tabla. Según cuenta la historia:
«Llévanla pues como en procesión al templo entre las banderas. La adoran pecho por tierra todos: y ruegan a la Madre de los Ejércitos que, pues es la que solo podía hacerlo, quiera librar a sus soldados de aquellas acechanzas de elementos y enemigos: que tenían por prenda de su libertad cercana su imagen entregada piadosamente cuando menos imaginaban y más necesidad tenían, que prosiguiese y llevase a cabo su beneficio. Pusieron la tabla en una pared de la iglesia, frontero de las banderas, y el padre Fray García de Santisteban hizo luego que todos los soldados le dijesen una salve, y lo continuaban muy de ordinario. Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino anuncio del bien, que por intercesión de la Virgen María, esperan en su bendito día».
Bobadilla junto a sus capitanes decidieron quemar las banderas del Tercio y hundir la artillería y a la par animó a sus soldados a la lucha encomendándose a la Virgen Inmaculada así: «¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada viene a salvarnos».
El domingo 8 de diciembre de 1585, la artillería de Mansfeld comenzó a batir a la flota enemiga desde poco antes del amanecer con las piezas de Bolduque, mientras tanto «la hermandad de María Inmaculada de Bolduque hizo una procesión solemne para suplicar la ayuda de Dios para los católicos encerados». Los vecinos de Bolduque continuaban sus rogativas y, cuanto más prodigaban sus rezos, más engrosaba el hielo «pareciendo que llevaba helando más de veinte días, y en algunos lugares, el hielo tomó el espesor de dos picas». Dos picas se refieren a la unidad de medida de este nombre 2 x 3,26 metros.
Aquella noche, bajo la luna hizo el frío más fuerte que nunca se vio, los españoles llevaban cubiertas las mechas de los arcabuces y «sufrían muchísimo, pero también la situación se hacía peligrosa para Holac, quien temía que sus barcos quedaran bloqueados por el hielo». Por eso, abandonó la comarca anegada entre Bolduque y Empel para salir a las aguas libres del Mosa a través de la cortadura principal del dique a levante.
Más adelante se supo que los rebeldes habían tenido trescientos muertos y cuando «iban pasando con sus navíos por el río abajo les decían a los españoles en lengua castellana que no era posible sino que Dios fuera español, pues había usado con ellos tan gran milagro, y que nadie en el mundo sino Él por su divina misericordia fuera bastante a liberales del peligro y de sus manos».
El lunes 9 de diciembre de 1585, el grueso de la flota había partido las inmediaciones del dique y los campos anegados, pero los rebeldes ocupaban todavía sus fuertes de las isletas apoyados por seis navíos a sus inmediaciones. En vista de ello, Bobadilla había encargado al Sargento Mayor Cristóbal Lechuga que desde dos horas antes de amanecer estuvieran preparadas dos pleytas con capitanes y soldados escogidos en la zona del castillejo de los italianos, en espera de que desde enfrente los españoles de Juan del Águila hicieran una salida con una galeota que tenía y una pieza que Mansfeld había hecho montar en un tablado sobre dos barcazas.
Una hora después de amanecer, todavía no habían salido los de Juan del Águila y el capitán de Valencia se ofreció a conducir el ataque. El hielo era grueso y sin fisuras, las pleytas avanzaban penosamente y los capitanes de la primera pleyta iban rompiendo el hielo por la proa con los ramos, empero los soldados pidieron regresar considerando el riesgo y la intensa e inmensa dificultad del avance.
A los pocos días de haber logrado la salvación de sus tropas Bobadilla encabezó la formación de una cofradía denominada: «Soldados de la Virgen Concebida sin mancha». Dicha primera cofradía fue seguida por otras similares creadas en otros tercios españoles, donde se hallaban presidios guarnecidos por infantería española.
El «Milagro de Empel» evolucionado el 8 de diciembre de 1585 en un dique cerca de la iglesia entre las cercanías de Bolduque (hoy llamada s-Hertogenbosch) y la pequeña isla holandesa llamada Empel, dio lugar a la salvación de los españoles del ejército del rey y es conocida como: «Het Wonder van Empel».
Desde 1760 la Inmaculada Concepción es patrona y protectora de España y el papa Clemente XIII (1693-1769) proclamó este título en respuesta a la petición de las Cortes de Castilla y de los reyes Carlos III (1759-1788) y Fernando VI (1713-1759). Gracias a la devoción de los tercios españoles, el 26 de julio de 1892, el General Inspector de Infantería solicitó al Ministro de la Guerra que se declarara a la Inmaculada como celestial Patrona de la Infantería Española. La iniciativa fue aceptada y el 13 de noviembre de ese año, S.M. la Reina Regente doña María Cristina de Habsburgo Lorena (1858-1929), declaró mediante Real Orden (D.O. nº. 248): «Patrona del Arma de Infantería a Nuestra Señora la Purísima e Inmaculada Concepción.
El 6 de diciembre de 1937, por decreto, se declaró Fiesta Nacional a todos los efectos el día 8 de diciembre, en que se conmemora el día de Nuestra Señora la Inmaculada Concepción y el 13 de diciembre de 1961 se declara canónicamente el celestial patronazgo de la Inmaculada para distintos cuerpos del Ejército: el Cuerpo Eclesiástico del Ejército y del Estado Mayor, del Cuerpo Jurídico, Intervención, Veterinaria, Oficinas Militares y Cuerpo Geográfico del Ejército, así como de la Farmacia militar y, por extensión, de los Colegios Oficiales de Farmacéuticos, las Facultades de Farmacia y todos los farmacéuticos.
Antes de terminar, huelga subrayar que según la documentación auténtica todo indica que el brillante alférez Rodrigo de Cervantes, de la compañía del tercio del maestre de campo Francisco de Bobadilla Arias, participó en la milagrosa batalla de Empel,-- pese a que el 10 de septiembre de 1585 todavía estuvo en Madrid cuando su hermano Miguel servía de comisario real de abastos de Felipe II para la provisión de la «Grande y Felicísima Armada», de las galeras de España y de las flotas de las Indias en Andalucía,-- y hubo fallecido heroicamente en la batalla de Nieuwpoort, hoy Bélgica, o mejor dicho, en la primera batalla de las Dunas en Flandes, el 2 de julio de 1600, bajo el mando del maestre de campo Luis del Villar.
Miguel de Cervantes Saavedra, heroico por Tierra y por Mar, es un diamante y su brillantez todavía no ha sido descubierta,
«Laus in Excelsis Deo»,
Krzysztof Sliwa
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