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Nadie quiere ser paisaje
Nadie quiere ser paisaje

"Nadie quiere ser paisaje", película de Christophe Farnarier, estrenada el 4 de agosto de 2025

miércoles 06 de agosto de 2025, 02:01h
El cine del director francés, Christophe Farnarier, afincado en Cataluña, es todo un ejemplo de rigor, sugerencia y simbolismo. Añadimos que es un cine que defiende con pasión las libertades, especialmente de expresión, máxima representación de los derechos humanos. Un cine independiente, sin genuflexiones, pero con el debido respeto a la tradición cinematográfica. El cine es un invento francés, aunque el negocio del cine es sustancialmente americano.

A todas luces, Farnarier está más del lado creativo del cine que de su comercio, tanto es así, que su nueva película, Nadie quiere ser paisaje, se estrenó ayer, 4 de agosto de 2025, en exclusividad en todo el mundo y de manera gratuita en su canal de Youtube. Un gesto generoso y lúcido, pues la plataforma Youtube no deja de ser un espacio de máxima visibilidad, una herramienta efectiva para el cine independiente y las películas de autor. Con la revista Collage, cubríamos el Festival de Cine Español de Málaga y el Festival de Cine Francés de la Alianza Francesa y, nos permitió conversar, entrevistar y hacer amistad con personalidades del cine. Farnarier estrenaba su primer largometraje de ficción, con una obra sorprendente, El perdido que, a la sazón se hizo con los galardones de mejor, película, mejor dirección y mejor actor, una Biznaga de Plata que refrendaba la calidad de su obra. Desde luego, en el cine de Farnarier predomina la búsqueda de la belleza, la necesaria simbiosis con la naturaleza y una fotografía espléndida. Se percibe que Farnarier fue director de fotografía. Luego, su enfoque sin ser especialmente vanguardista ni experimental pero sí con una nueva forma expresiva como puede ser la improvisación ante secuencias inesperadas, unos planos sugerentes y contundentes y la resonancia de su inmenso saber cinematográfico.

Con ocasión de aquella película, El Perdido, y después de haber disfrutado con trabajos como El sueño, La Primavera, La primera rasta, La Eternidad, la conclusión más inmediata es que nos encontramos ante un cine en libertad. Casi siempre sucede en pleno campo, al aire libre. De hecho, las conexiones de la película El perdido con la obra trascendental del filósofo americano, Henry David Thoreau, Walden, son latentes. El refugiarse en la naturaleza para superar una crisis personal, conceptualizando la vida sencilla, la autosuficiencia y una crítica a la sociedad moderna como obstáculo para la autorrealización y la vida en armonía. Christophe Farnarier es un cineasta humanista solidario. A poco que se revisen los principios del manifiesto de Humanismo Solidario, entraremos en sintonía con la creatividad de Farnarier.

Esta nueva película es un canto al amor en todas sus manifestaciones, un resplandecer de la belleza que se refuerza con los aromas y los propios orígenes del cineasta, La Provenza, que se visualiza con sus célebres viñedos o sus moras tan prestigiosas en recetas culinarias, perfumes y jabones. La nueva película que podemos ver en: www.youtube.com/@christophefarnarier2548, con el único compromiso del placer, es una lección de vida, humilde y sabia, lúcida y potente.

Es, sin lugar a dudas, la aplicación práctica de la autenticidad, pasión y espíritu, donde cinematográficamente los silencios dicen tanto como los diálogos y la fotografía de nuevo es un protagonista principal. El argumento no es otro que el éxito de un libro de una joven novelista catalana que se refugia en La Provenza para un nuevo proyecto. En torno a ello, irán sumándose personajes y sorpresas que convertirán ese nuevo libro de Françoise en el texto y pretexto del film. Las relaciones y reflexiones multidisciplinares con unos diálogos brillantes, sinceros conforman la savia de los fotogramas. Todo está pensado para enfatizar los valores de la libertad, la creatividad, la independencia, la belleza, el amor. No obstante, en esos campos de La Provenza, acaso de la infancia de nuestro cineasta, hemos de sumar un nuevo vínculo. La universalidad del arte y el cosmopolitismo. Un director francés, con diálogos en español, catalán, inglés, personajes que han viajado o viven en Tokyo, Roma, París, Los Ángeles, Buenos Aires, con la participación de brillantísimos actores catalanes, Irina Canyet, Verónica Peñalver, Júlia Gonell, Maria Fonti, pero también con la actriz danesa Marianne Jorgensen que hace de fotógrafa, o el músico californiano James Pace que cerrará esta bellísima película con música jazz.

Los planos, especialmente los primeros planos se cubren de sensualidad, pero desempeñan un papel primordial. Como ejemplo, un plano de la escritora Françoise, escribiendo en una mesa en el exterior, pese a disponer de un despacho en el interior. Ese mismo plano se repite desde varios ángulos, cualquiera de ellos denota belleza y hace creíble el acto de la escritura. La piscina, es el centro de reflexión y a la vez de diversión, de comunicación y de ensimismamiento, cruzando las historias de amor y las historias literarias. Sabemos que el nuevo libro tiene una protagonista con un nombre esencialmente literario, Laura. El amor idealizado de Petrarca o el misterio de Otto Preminger. Esa idea de la literatura llevada al cine tan debatida es un argumento de debate profundo entre los personajes de la película. Si el cineasta finlandés, Aki Kaurismaki, se divertía, introduciendo anacronismos en sus películas, Farnarier lo hace al presentar una protagonista, Delphine, con un bigote postizo o su acompañante Maria, buceando con gafas de sol. Es decir, con pausa y serenidad, es un argumento más de rebeldía, pasando a ser otro personaje, un personaje que busca el anonimato y sin embargo produce extrañamiento. La gran paradoja que nos define. Delphine y Maria (que tiene el papel de director de cine) llegan a la casa de Françoise, sin maletas, pero con mucho equipaje. Otro plano muy significativo es el de Françoise escribiendo en la planta baja y el de Alejandro leyendo en la planta primera. El ciclo de la literatura, acaso del arte. Un plano que ofrecerá un reverso, cuando Françoise y Maria ven como los papeles escritos se los lleva el viento, quehaceres del cine y de la literatura, pero se recuperan todas las hojas. Hay guiños permanentes al cine desde el cine. Así, por ejemplo, en el salón de la casa vemos un cartel del Festival de Cannes, en concreto de 2013, pero que representa una escena en escala de grises de la película A new kind of love de 1963, donde Paul Newman y Joanne Woodward se besan en posición de Ying Yang. Espectacular, indudablemente. Por ello, hay que hacer brindis por los sueños, por la necesidad de traspasar las esperadas utilidades de las cosas, por el amor, la amistad, la camaradería, el abrazo, el respeto y la admiración que todo ello conlleva. Entre tanto, el juego de la seducción, una revista denominada Paisaje, un narrador de la futura película que no será una voz sino el paisaje, y, la certeza de que recrear el libro en película será llevarlo a la vida, o que la interpretación es una suerte de reencarnación, de movimiento perpetuo, de enfermedad creativa.

Felicitaciones a Christophe Farnarier y a su familia de cine.

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