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Luis E. Íñigo: "La secta republicana. La intransigencia ideológica de la izquierda y el naufragio de la primera democracia española"

La Esfera de los Libros. 2025
miércoles 19 de noviembre de 2025, 17:16h
La secta republicana
La secta republicana

Especialista en la Segunda República española y divulgador de larga trayectoria, con una treintena de obras en su haber, nuestro compañero Luis E. Íñigo Fernández nos trae en esta ocasión un ensayo que no dejará a nadie indiferente. Se trata de un estudio de la ideología de la izquierda burguesa que gobernó la República entre 1931 y 1933 y, de nuevo, en 1936, buceando en sus antecedentes y analizando sus postulados con objeto de explicar su ejecutoria en el poder y contribuir, desde esa triple perspectiva, al debate sobre las causas del triste final de nuestra primera experiencia democrática.

Para el autor, en contra de lo que a menudo se afirma, Azaña y sus aliados no eran moderados deseosos de integrar en la República a todos los españoles, sino intransigentes convencidos de que el nuevo régimen no había de ser tan solo una democracia parlamentaria en la que las diversas fuerzas políticas pudieran alternarse en el poder en el marco de una Constitución nacida del consenso de la amplia mayoría de la nación. Desde su punto de vista, expresado sin ningún disimulo en sus escritos y sus intervenciones públicas, debía dar cauce a una verdadera revolución llamada a hacer realidad por fin lo que no había logrado el fallido Estado liberal decimonónico: arrancar de raíz la nociva influencia de la Iglesia y los militares, desalojar del poder a la oligarquía retardataria que había parasitado la Administración en beneficio propio y modernizar la economía nacional y el espíritu de los españoles.

La suya no era, pues, una revolución social, sino política y cultural, pero en ella no había lugar alguno para los discrepantes. En su opinión, la República solo podían gobernarla las izquierdas, y a los que no militaran en sus filas no les restaba sino someterse o sufrir las consecuencias. La transigencia, el diálogo, el pacto, en fin, no eran posibles, pues cualquier pacto no encarnaba para ellos sino la renuncia culposa, la claudicación inadmisible ante el enemigo al que urgía derrotar a toda costa. Este sectarismo militante y su rechazo sistemático a cualquier transacción con los partidos que, en su opinión, representaban la España caduca que habían venido a destruir impidieron que se alcanzara el mínimo consenso sobre las reglas de juego que todo Estado de derecho necesita para sobrevivir y facilitaron que, cuando los militares rebeldes trataron de derribar por la fuerza la República en julio de 1936, fueran muchos los españoles que miraran con esperanza lo que a todas luces constituía un acto ilegal e ilegítimo.

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