Ocultarnos nos salva del infierno. Del ridículo. De la responsabilidad. Quizá también de la verdad, poque ocultarla no es mentir, pero se le parece mucho.
Lo que se dice en el fondo subyace y lo que sucede a veces se dice y otras no. Subyace lo que aguanta el paso del tiempo, y lo que no aguanta ese transitar flota y sale a la superficie delatando lo que ocurrió entonces.