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La Chanca de Santano

Reseña del poemario "Cielo y Chanca", de José Antonio Santano
Por Alfonso Berlanga
jueves 09 de enero de 2020, 14:00h
Cielo y Chanca
Cielo y Chanca
Hay un momento único –lo llaman inspiración- en que un poeta siente la necesidad de plasmar estéticamente un sentimiento. En el caso del poeta baenense ese sentimiento tiene que ver con La Chanca, pero también, y especialmente, con una serie de amigos o admirados escritores que un día quisieron plasmarla estéticamente en alguna parte de su obra y que el autor celebra o se confabula con ellos o la siente como símbolo de vida o experiencia estética.

Desde el mismo título, "Cielo y Chanca", el gran poeta cordobés afincado en Almería, José Antonio Santano nos resume el contenido de este nuevo poemario. "Cielo y Chanca", además, es el título del último poema del libro, que el autor dedica a todos los hijos de la mar y a la Asociación La Traíña, antes de la Adenda final. Un cielo azul que deriva en nubarrones cuando el blanco de la Chanca se convierte en “grisácea hoya” y “negra luz”. Contraste e identificación a un tiempo que nos introduce desde el principio en la luz y el dolor de la vida chanquiana y, como colofón, el silencio, siempre el silencio en la obra de Santano: Blanco silencio, Silencio roto y Ciudad marina son las tres partes en que se divide la obra, junto a una Adenda final con dos poemas de amistad. Pero el Poemario es también, como he señalado, un homenaje, un brindis a todos aquellos y aquellas que de una manera u otra han sentido y bebido de este peculiar barrio almeriense. Goytisolo, Valente, Celia Viñas, Perceval, Naveros, Egea o Pilar Quirosa son algunos de sus egregios comunicantes.

Veinticinco personalísimas seguidillas abren la obra, Blanco silencio de la Chanca en la “cúbica luz y blanca voz de la palabra sobre el filo silencio de los hogares en la noche sepulta”, en palabras del poeta, resumen el protagonismo de ambos elementos, la luz y el silencio, en este “resplandor de la pobreza”. Son veinticinco aldabonazos de sereno lirismo a nuestras conciencias dormidas ante el sufrimiento, el desamparo y la pobreza de este submundo olvidado de luces.

Silencio roto es el título de la segunda parte de la obra, diez poemas con dominante ritmo alejandrino que le ayudan al poeta a marcar esa sensación de mágica monotonía de luz y de silencio. 30 registros de la palabra silencio y hasta 16 de la palabra luz atestiguan en su poliédrico significado la contundencia con la que el poeta quiere remarcar las sensaciones que para él y para la mayor parte de los creadores a los que dedica estos poemas ha despertado este barrio almeriense a lo largo de los años. Ahí están los títulos de algunos: “Señas de identidad” para referirse a la cosmovisión literaria que de este barrio hizo Goytisolo, “Saudade” para añorar la huella de Valente, “Mediterránea” para la identificación sentimental de Celia Viñas, “En ti la luz” para recordar la paleta de Perceval o “Geometrías” para dar forma vital y estética en la obra de Cantón Checa y, todo ello, en perfecta simbiosis con la sentimentalidad del autor.

La tercera parte de la obra, Ciudad marina, es un obituario en recuerdo de los desaparecidos, amigos del poeta como Miguel Naveros, Julio Alfredo Egea o Pilar Quirosa al abrigo de esa ciudad marina que retrata aquí Santano con todo su poder de evocación. “Hubo un tiempo de rosas en la arena/ azul de amaneceres” comienza el poema en 5 partes, Al calor del día, que abre esta serie y rememora en un falso diálogo su amistad con Naveros, “De los asombros” refleja esa misma realidad, ahora con Egea, “Sé de tus manos hacedoras…” y “Tarde gris” es un soliloquio con Pilar Quirosa y cuyo final no puede por menos que recordarnos al tono elegíaco amantísimo de Miguel Hernández, “¿Adónde irás, Pilar, en esta tarde gris,/adónde, dime?, que quiero serte abrigo/del frío silencio de la muerte,/y salvarte,/sí, salvarte. El último poema de esta serie da título al libro, “Cielo y Chanca” en el que el poeta apela, en tono machadiano, a los Hijos de la mar, “¿Quién os salvará de las cenizas/del lodazal que cubre vuestros huesos/babel y apocalipsis de este siglo?”

El poeta ha querido incluir una Adenda final, en señal de amistad, con dos poemas, “Almedina Baraka” que el poeta dedica a los propietarios de este restaurante, emblema de este barrio y “Son Aymara Almedina” en el que reconoce a quien esto escribe.

De alguna manera, "Cielo y Chanca" supone una vuelta temática de Santano a aquel “Exilio en Caridemo” del año 98, pero, estilísticamente, hay un abismo entre aquel primer Santano balbuciente y este consolidado poeta que maneja todos los recursos y que asienta su propia sentimentalidad. La contención expresiva, el tono reflexivo, la policromía descriptiva precisa, el ritmo y la cadencia rítmicas acordes al carácter humanista del texto, los silencios santaninos cada vez más personales y profundos y la exacta imaginería para presentar la luz y la blancura del medio que describe demuestran que estamos ante un poemario magistral de un poeta que ya era magistral y ahora consolida su voz poética.

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