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"Arquitectura oblicua", de Jaime Siles

Edita la Fundación José Manuel Lara, 2019

domingo 02 de febrero de 2020, 11:39h
Arquitectura oblicua
Arquitectura oblicua

Dos temas fundamentales de Jaime Siles son “la identidad del yo” y “el tiempo”, puesto que para este gran poeta “el tiempo es líquido” y “el yo es múltiple”. El de antes, el de ahora, el que será después, el que escribe, el que enseña, el que viaja… constituyen pequeños fragmentos de ese “yo poético” pero ninguno es completo, sino que unos se complementan en los otros en un eterno juego de espejos o cristales.

Lo que sí tiene claro por encima de todas las cosas el poeta es que al escribir todo lo vivido en la realidad o en los sueños cobra de nuevo sentido, resucita y deja su poso y esplendor.

Por eso, Siles no dejará nunca de escribir, porque encuentra vida y aliento en las palabras. Y escribir podríamos decir que le confiere, entro otras cosas, alas, véanse si no lo siguientes versos de PALOMAS Y PALABRAS, en la página 37, donde veremos claramente reflejado todo lo que termino de decir:

Vinieron a la vez

palomas y palabras.

(…)

Ellas eran la tinta.

Yo era la página.

(…)

Ahora que no hay

palomas ni palabras.

Ahora que ya no oigo

sus sones ni sus alas.

Ahora, sí, ahora

palomas son palabras.

Y es que las palabras, o lo que es lo mismo la escritura, vuelven a reescribir el mundo del poeta como vemos en los siguientes versos del poema TRISTE OFICIO sito en la página 29, que transcribo a continuación:

Triste oficio unir,

ensamblar palabras,

formar con ellas mundos

de derretida plata

donde nada se mueve

sino la misma nada.

Y ver dentro de ellas

la voz resucitada.

Y regresa p. e. a este tema otra vez en la página 39 dentro del poema POÉTICA ÚLTIMA porque para él ésta es una verdad inherente que va intrínsicamente unida a su ser y de la que no se puede escapar:

Combato con la realidad y siempre pierdo

menos en el poema, en él sí existo, sí soy,

me reencuentro con el que nunca fui,

con el que no seré, con el que,

mientras lo escribo, sí estoy siendo,

con el que quedará

cuando dentro y fuera de mí,

todo, incluso yo, desaparezca.

También en este libro encontraremos otro gran rasgo del poeta “la fuerte musicalidad de sus versos”, rimas, anáforas, paralelismos, la combinación cuidada de los versos cortos con los largos en un incansable juego poético nos transmitirán siempre una melodía genuina y auténtica totalmente ya reconocible en la poesía de Siles, puesto que este modo de escribir en el que todo fluye es también uno de los sellos de identidad del poeta.

Traigo a colación de lo dicho lo siguientes versos del poema CANCIÓN DE AMOR sito en la página 77:

CANCIÓN DE AMOR

Ave fui y fui nube.

Aire ardido yo fui

en la luz de su lumbre.

Aire ardido seré

cuando nada me alumbre.

Este poemario sigue la línea de otros libros del poeta, como Himnos tardíos o Pasos en la nieve, pero en este caso, la voz del poeta se muestra algo más pesimista ya que constantemente los versos nos remiten o nos hacen pensar en la desaparición, en la nada, en el vacío, en las sombras y en la muerte.

Por ejemplo, a este respecto, dentro de TRES POEMAS SICILIANOS, en la página 90 “el yo poético” se pregunta y nosotros con él:

¿Qué es lo que se anula;

qué, lo que permanece:

el verdor de la vida

o el verdín de la muerte?

No obstante, el poeta hace gala de renovada fuerza, lo vemos en el poema DERROTA DE LA MUERTE EN ORLÉANS, donde el poeta habla con la muerte y le dice:

Muerte, poco te llevarás de mí:

(…)

Pues, aunque creas que la victoria es tuya,

te equivocas: la vida y el recuerdo de la vida fluyen,

siguen fluyendo siempre como la luz y el mar.

Y en varias ocasiones el poeta nos hace partícipe de las similitudes entre la vida y la muerte, lo hace p. e. en un poema magistral del libro, titulado CANCIÓN MUDA, en el que todos sus versos son de tan solo una palabra, algo muy original, de una originalidad extrema diría yo:

Lo

vivo

de

lo muerto,

lo

muerto

de

lo

vivo

se cruzan

aquí

juntos

en

un

solo

motivo

musical,

discursivo,

donde

vivir,

morir

parecen

sólo

notas

de

un solo

y mismo

himno.

En fin, recapitulando, los mismos temas (identidad del yo, paso del tiempo, escritura, vida y muerte y cómo influyen y fluyen constantemente todos ellos en “un yo cambiante”); pero tratados esta vez con una amplia variedad de metros y registros que van desde versos alejandrinos o endecasílabos a versos que cuentan con tan solo una sílaba como ha ocurrido en el poema anterior. Y en la que a veces se combinan los versos largos con los cortos. No obstante, siempre encontraremos la misma melodía íntima y genuina del poeta, cargada de sutiles cadencias, de juegos, de sugerencias, como maestro que es del lenguaje.

Un poemario hondo, y con mucha y sentida profundidad, que nos entusiasmará como no podía ser de otra forma, ya que se adentra en todo lo que sustenta al “yo” y le da vida, y no deja así que sea una simple línea recta o un simple plano horizontal o vertical, sino una “arquitectura oblicua” como reza el título.

Y leyendo con atención este poemario comprenderemos las cosas que le dan sentido a la vida, según siempre la visión del poeta, y que son el amor, la amistad, la belleza, la cultura… porque proporcionan tanta riqueza y matices a la identidad del yo hasta el extremo de que son capaces de salvarnos y de vencer de algún modo hasta a la mismísima muerte.

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