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"Bellum Cantabricum" (Obra finalista del Premio Narrativas Históricas Edhasa 2020), de José Manuel Aparicio

Editorial Edhasa
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
viernes 08 de enero de 2021, 17:00h
Bellum Cantabricum
Bellum Cantabricum
Esta novela histórica narra una auténtica epopeya bélica, la que tuvo como protagonistas a los últimos pueblos hispánicos prerromanos libres, que fueron sojuzgados manu militari, y con toda violencia y crueldad, por el SPQR, ya comandado por el Emperador César Augusto, utilizando como subterfugio bastante inmoral, las depredaciones que los cántabros, sobre todo los vadinienses, y los ástures, sobre todo los cismontanos luego augustanos, realizaban sobre los campos cerealísticos de los vacceos, de los turmogos y de los autrigones (en este caso la cuestión es muy difícil, por la distancia existente entre invasores e invadidos).

Será el propio Augusto el que se ponga, acompañado de su amigo Marco Agripa, al frente de esta conquista. Las tierras son ricas en cereales, hierro, plomo y oro (este sobre todo en las tierras de Las Médulas, pertenecientes a los Ástures Bergidios). Cerca de cincuenta mil legionarios cometerán otro de los genocidios criminales típicos de Roma, tres legiones y sus tropas indígenas auxiliares, contra cántabros, y lo mismo contra los ástures.

Tomarán un poblado tras otro, una aldea tras otra, maniobras rápidas o asedios más pausados en función del enemigo. Hostigarán hasta la rendición o la aniquilación. En el año 27 a.C., con el título de Augusto concedido por el Senado, el César manda abrir las puertas del templo de Jano en señal de guerra”. Existen algunos nombres propios, pero dos destacan con luz propia, y son los de los caudillos: el cántabro Corocotta y el ástur-cismontano Gausón. Los comandantes romanos son: César Augusto, Gayo Antistio Veto, Lucio Emilio, Gayo Furnio, Publio Silio Nerva, Publio Carisio y Marco Vipsanio Agripa. La obra comienza con el cerco del castro cántabro de Bérgida, aquí da comienzo la primera batalla del genocidio cántabro-ástur. Narración de una riqueza fuera de toda duda, plasticidad expositiva genial. “La luz de la luna va cubriendo con su túnica los pliegues grotescos de los cadáveres, y los cuervos, que no pueden resistirse a semejante festín, oliéndose la carnicería, aplazan su vuelta a los dormideros, limpian sus picos y caen sobre las partes blandas”. Los diálogos entre los legionarios son de una crudeza que sobrecoge, el clímax se produce en la agresión-defensiva del autrigón Sekeios contra el procónsul Gayo Antistio Veto. El 2º capítulo es Aracillum, según la historiografía romana fue un castro de los cántabros-blendios. Tercera batalla de esta guerra. Tras la agresión sufrida por Antistio Veto, este dedica su instinto de venganza a intentar localizar al soldado-auxiliar Sekeios.

Es muy importante el gran conocimiento que tiene el autor sobre los pueblos prerromanos septentrionales, estos nombrados como guardia personal de Augusto. Existe una cita histórica muy rigurosa con relación a los cántabros concanos, quienes serán los que apresarán a Sekeios, su capital sería Concana, situada por Ptolomeo en el mismo meridiano que Iuliobriga; parece ser que fueron soldados de Aníbal Barca en la Segunda Guerra Romana: “Gente ruda que habitan al noroeste de Cantabria. Los romanos cuentan que en sus rituales beben la sangre de sus caballos mezclada con leche y enloquecen con su furor, volviéndose muy agresivos. Dejan pudrirse sus orines en cisternas y que los hombres y las mujeres se lavan con ellos los dientes”. Y decidirán llevarlo ante Corocotta, la descripción de la arrolladora personalidad del gran caudillo de los cántabros es paradigmática. : “Se hizo un silencio de respeto entre los congregados al ver su espesa melena y su barba. El color de sus cabellos, de un intenso rojo cobrizo, despuntaba sobre sus cabezas”. Turennia, personaje femenino inventado, pero delicado y de gran riqueza, se encargará de cuidar a Sekeios y se enamorará de él, se realiza una serie de diálogos donde van surgiendo los sentimientos recíprocos, al mismo tiempo se vuelve a recrear la presencia enriquecedora y dominante de Corocotta: “Su melena y barba rojas se encendían como fuegos a medida que se aproximaba. Sekeios recobró su talante distante y reflexivo”.

El siguiente capítulo lleva el título dedicado al dios supremo de los ástures y de los cántabros, Nuberu, creador de tormentas, donde se van alternando la puesta en escena de romanos y de cántabros: “Exacto. Corocotta no es más que un bandido, pero sin él Cantabria no sería nada. Un puñado de pueblos luchando cada uno por su cuenta. Corocotta es la argamasa que los unifica, la verdadera amenaza. ¿Alguien lo vio en Bérgida?”. En el V capítulo, Asamblea, se narra la posible muerte del pusilánime Augusto, hipocondriaco notorio. Un rayo casi lo mata, y entonces decidirá erigir en la colina Capitolina un templo consagrado a Júpiter Tonante. Mientras tanto, los cántabros celebran una reunión para estudiar las informaciones que poseen sobre los romanos, y tomar las decisiones pertinentes al respecto: “-Solo hay algo que Roma teme realmente de Cantabria. –Instrúyenos, autrigón…-Al caudillo Corocotta. -¡Qué dices! –tronó Arquio, aún de pie-. ¿Vais a hacer caso de este autrigón? ¡Si ni siquiera habla bien nuestra lengua! –Su acento no distorsiona el mensaje…-se burló Corocotta”. VI, Recompensa. Los cántabros deciden que sean los dioses, por medio de los ritos de su sacerdote Elguismio, los que tomen la decisión de quien los dirigirá en la guerra contra Roma y: “-Para ir a la guerra los dioses eligen a Corocotta…”.

Este es un mínimo acercamiento que puedo realizar a esta obra, una de las mejores novelas-históricas publicadas, últimamente, en las Españas, que recomiendo vivamente, sin ambages o circunloquios. “Reformare homines per sacra, non sacra per homines.

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