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"Canción", de Eduardo Halfon

Por Víctor González
martes 26 de enero de 2021, 00:00h
Canción
Canción
Hay nuevo libro de Eduardo Halfon y eso ya de por sí es una celebración, por lo menos para el que esto escribe. Un nuevo libro o, quizá, podríamos decir mejor un nuevo fascículo en el gran libro que parece que esté escribiendo Halfon. Este nuevo fascículo se titula Canción y lo publica Libros del Asteroide.

Canción girará en torno a la figura del abuelo de Halfon. ¿Es el mismo abuelo de El boxeador polaco? Ni lo sé ni me importa. Porque, ¿es el mismo Halfon el de uno y otro libro? O mejor todavía, ¿es Halfon quien nos lo cuenta? Pues eso.

Como si fuéramos el narrador vilamatiano de Aire de Dylan y quisiéramos escuchar al joven Vilnius, aquí Halfon, o alguien muy parecido a Halfon, se erige como conferenciante en una ya de por sí más que extraña situación: ha llegado a Japón invitado como escritor libanés, lo cual no es, pero parece que sabe, o sabrá, serlo. Ahí estamos, al lado de ese no pero sí escritor libanés que se ayuda de ese hecho fortuito (o no tanto) para mascar el chicle del recuerdo, para activar el engranaje de la memoria. Y es ahí donde empezará todo.

Porque en Canción sabremos la historia de su familia, su infancia y la infancia de sus padres y sus abuelos. Los exilios, las guerras, las huidas, las nuevas vidas en nuevos países. La riqueza, la pobreza, las amenazas, el secuestro de su abuelo. Y conoceremos a Canción, el gran secuestrador, miembro de las Fuerzas Armadas Rebeldes de Guatemala.

A partir de la historia del abuelo iremos desgranando el pasado de un país, Guatemala, con sus claros y sobre todo sus oscuros, sus deudas, sus peros. Todo visto desde los ojos de un narrador que en ciertos momentos (quizá siempre) se sabe poco fiable, pero siempre genial. Es probable que en el mismo rato que lo empieces, un poco más tarde, lo acabes. Eso es Halfon.

Al estilo de la metagenealogía de Jodorowsky, aquí Halfon se fija en sus antepasados para crear una historia, quizá inventada, quizá parcheada, pero suya. Inventar una historia para así, por lo menos, tener una. Dando saltos en tiempo y espacio, vamos encontrándonos con personajes, lugares, épocas y situaciones que al fin y al cabo crearán y configurarán al narrador y, por qué no decirlo, a nosotros, los lectores.

Es cierto lo que se puede leer por el final del libro cuando se dice aquello de «lo mismo hacía Halfon cuando escribía, que todas sus historias parecían extraviarse y no llegar a ninguna parte». Pues si la literatura tiene que ser esto, que nunca encuentre su lugar, que nunca llegue a su destino. Qué gran viaje es siempre un viaje con Halfon.

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