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Cuba, patria y vida
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Cuba, patria y vida

HACIA UNA CUBA RENACIENTE

Por Sebastián Gámez Millán
miércoles 04 de agosto de 2021, 23:00h

“¿Será que Cuba no haya nacido todavía y viva a solas tendida en su pura realidad solitaria?” Esta pregunta de María Zambrano me sobrevino al ver imágenes de las manifestaciones contra el régimen castrista los días 11 y 12 de julio. Proviene de “La Cuba secreta”, publicado en el número 20 de la mítica revista Orígenes, de La Habana, en 1948, y es considerado uno de los más reveladores ensayos breves acerca de la literatura cubana y la historia de la isla, hasta tal punto que el poeta y crítico Cintio Vintier lo denominó “el descubrimiento ontológico de Cuba”.

Desde que María Zambrano arriba por vez primera a La Habana, “un día de octubre de 1936”, al poco de haberse casado con Alfonso Rodríguez Aldave, que por entonces fue nombrado secretario de la Embajada de la República Española en Santiago de Chile, el vínculo que mantuvo la pensadora con la isla fue tan entrañable como especial. Con períodos de ausencia en España, México, Puerto Rico y Europa, en Cuba vivió hasta 1953. Y desde el primer momento la relación con la isla es crucial: “encontré en Cuba mi patria pre-natal (…) Sentí a Cuba poéticamente”.

Como le transmitió María Zambrano a su querido amigo Lezama Lima en una carta: “En La Habana recobré mis sentidos de niña, y la cercanía del misterio, y esos sentires que eran al par del misterio y de la infancia, pues todo niño se siente desterrado. Por eso quise sentir mi destierro allí donde se me ha confundido con la infancia. Gracias por tenerme presente, por no sentirme lejos ni perdida, por saberme de ustedes de modo muy cercano”.

Otro amigo de María Zambrano (“la mayor amistad que yo haya mantenido en el exilio”, según escribe en una carta del 15 de mayo de 1976), Gustavo Pittaluga, destacado doctor de amplia formación humanística, escribió en Diálogos sobre el destino (1969) unas observaciones en la estela de la pensadora malagueña que vuelven a interpelarnos hoy con fuerza: “Cuba era un pueblo que ha querido crear una nación. Que es capaz de crearla. Pero que no lo ha logrado todavía. Y no lo ha logrado todavía porque el signo específico de una nación consiste en tener conciencia de su destino. Y Cuba no tiene conciencia de su destino”. ¿Cómo se forja el destino de un país sino mediante el azar y la necesidad de la naturaleza-geografía, la fatalidad de la historia y la voluntad más o menos persistente de sus ciudadanos?

¿Estarán recobrando la conciencia de su destino los ciudadanos de Cuba? En lugar de “Patria o muerte”, la rúbrica de Fidel Castro, el himno de los jóvenes es “Patria y vida” y libertad, el título de la canción de Yotuel Romero. Aunque sea una paráfrasis inspirada en la anterior, los mensajes no pueden ser más opuestos y a la vez reveladores: mientras que la insignia de Castro obliga a comulgar con una misma fe política, o con él o contra él, excluyendo a quienes no participen de la misma (denominados “disidentes”; y téngase en cuenta que sólo hay disidentes en las dictaduras, allí donde no hay libertad de expresión) y, por consiguiente, impidiendo el pluralismo, uno de los fundamentos de las democracias modernas, el estribillo de la canción afirma la patria, una patria que, en lugar de “muerte”, genera vida en consonancia con los Derechos Humanos.

No sabemos en qué terminarán estas manifestaciones, si acabarán o no con la llamada “Revolución cubana”, pero desde luego son un signo de esperanza de cambio después de más de seis décadas de continuado empobrecimiento, seguramente acentuado por las circunstancias provocadas por la pandemia: enfermedades, escasez de vacunas y recursos, falta de trabajo y alimentos, desprestigio de las instituciones políticas… Y en ello los jóvenes desempeñarán un papel decisivo: de la población censada en 2021, 11.353,869 personas, aproximadamente el 35% son jóvenes.

En un comprometido artículo, “El principio del fin”, Mario Vargas Llosa se preguntaba: “¿Qué se puede hacer por ayudar a los cubanos en su —por fin— justa lucha por la libertad de Cuba?” Y añadía: “sin la verdadera libre competencia y la posibilidad de actuar sin la camisa de fuerza del Estado, difícilmente puede prevalecer la visión creadora del sistema de la libre empresa”. Más allá de sectarismos ideológicos, ¿por qué no se acude al conocimiento de la historia para comprobar hasta qué punto esto es cierto o no?

Olvidaba que, arrastrados antes por prejuicios que por una búsqueda de la verdad común y pragmática, cada cual tiende a menudo a interpretar la historia según le conviene a sus intereses con el fin de justificar su posición política. Pero la actitud crítica y científica consiste, antes que en justificarse o excusarse, ese pan nuestro de cada día, encontrando pruebas que confirman nuestras convicciones, en responsabilizarse, en buscar juntos la verdad, descubriendo casos que refuten o desmientan nuestras ideas, y nos pongan en tela de juicio.

Es esencial el conocimiento en esa justa lucha por la libertad y, por lo tanto, no enmascarar la realidad con eufemismos, tal como acostumbran los regímenes dictatoriales, que a veces sobreviven controlando los medios de comunicación y ocultando el mundo, algo cada vez más difícil en el paradigma actual, donde internet y las redes sociales han transformado nuestra forma de relacionarnos. No obstante, obsérvese con qué términos el gobierno cubano “describe” y procura seguir manipulando y adoctrinando a los ciudadanos. Además de la represión sufrida, a los participantes de la protesta lo dividieron en tres categorías: la de los “revolucionarios confundidos”, la de “los mercenarios” y la de “los delincuentes”.

De tal manera que incluso a intelectuales como Silvio Rodríguez, cuya música me conmueve, no les preocupa las contradicciones de “la revolución”, sino la distancia de estos jóvenes con “el proyecto” o, si se prefiere, el desengaño, el desencanto. ¿Qué “proyecto”, aquel que ha provocado el exilio de tantos miles de cubanos y que a muchos más, durante generaciones, ha impedido que puedan vivir bajo unas condiciones dignas de trabajo, alimentación, salud, educación y cuanto necesitan los seres humanos para desarrollarse plenamente?

María Zambrano regresa a Cuba en abril de 1951, pero un mes antes le escribe desde París a Josefina Tarafa los motivos por los que vuelve: “Parte de mi vida y de mi corazón están unidos a América y concretamente a un país, más que a ningún otro, que se llama Cuba. La idea de que yo me despidiese de ella definitivamente me es insoportable y aunque tuviera millones, no lo haría, no podría renunciar volver a ella, incluso enseñar, sí, enseñar a esas gentes que me han oído con lo mejor de su alma, con toda su atención, que me han ofrecido lo mejor que tenían y que han hecho surgir lo mejor que yo tenía para ofrecérselo a él: estoy ligada a él”.

Siguiendo una lógica que se ha repetido con las inevitables variaciones y diferencias a lo largo de la historia, según Vargas Llosa, “todo indica que, a más represión, habrá más manifestaciones de libertad. A la larga, el pueblo cubano triunfará, y ojalá que sea para recobrar su libertad y que no la conculquen de nuevo como ha ocurrido últimamente en tantos países de América Latina”. Buena parte de la comunidad cubana e iberoamericana y mundial aguarda expectante, esperanzada. Cedo la palabra para concluir a un poeta, a los que antes se les llamaba “vate” porque en no pocas ocasiones conseguían vaticinar. Ojalá sea así.

CUBA: UNA ISLA NAVEGA

Los pueblos yacen en su noche solos,

en la noche del pan traicionado,

del azúcar amargo y la mentira.

Hijos de su miseria y de su llanto,

de la luz yugulada y la costumbre

oscura de morir desposeídos.

Yacen los pueblos sordos a su ira.

También los ríos de mi patria arrastran

su largo luto hacia la mar sombría

y allí enmudecen.

Pueblo mío.

Amarillo el color del hambre dura,

el de la sangre aciago resplandece,

ceniciento el del odio anega el aire.

Hasta que un día

ciertas palabras rotas se reúnen,

se componen en sílabas y viento,

azotan las montañas y se alzan

en la boca del hombre.

Ay de los ídolos,

ay de su noche,

ay de su triste barro entonces.

Un pecho ha estallado y a él acudo.

Desde lejos nos llaman, desde lejos

se oye una voz. Pronuncia

palabras de mi estirpe y de mi sangre.

Acudo porque entiendo.

Un pecho ha estallado,

una isla navega.

Abridle paso.

En mar libre navega.

El alto viento es suyo.

Enviado por José Antonio Sierra

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