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Mariana Enríquez
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Mariana Enríquez

Mariana Enríquez conjuga en sus obras el terror urbano, la oscura frialdad gótica, la cultura pop e incluso la magia

Por Ángela M. Rams
sábado 16 de octubre de 2021, 07:00h

Mariana Enríquez ha tejido, libro a libro, una hermosa telaraña. Atrapados en ella, coexistiendo milagrosamente, están el terror urbano, la oscura frialdad gótica, la cultura pop e incluso la magia. Periodista argentina, autora de novelas y cuentos, Enríquez ha sabido construir un estilo carismático que fluctúa de la poesía a la aparente espontaneidad, con un encanto muy particular.

“Los peligros de fumar en la cama” (2009) y “Las cosas que perdimos en el fuego” (2016), son dos de sus antologías de relatos. De esta última, debo destacar el cuento “El chico sucio”; el primero de esta obra. Es una historia de verdadero terror, con aroma a leyenda urbana, que nos arrastra a un peligroso barrio de Buenos Aires. La drogadicción y la marginalidad, descritas a veces de forma grotesca, otras compasiva y en ocasiones, hasta despreocupada, cohabitan con una violencia desatada cuyo origen bien podría, o no, ser sobrenatural. Es una historia de las que permanecen con uno mucho tiempo, un recuerdo inquietante.

En 2013 publica “Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios”, un libro peculiar en el que describe su particular peregrinaje a diferentes necrópolis del mundo. Es una obra habitada por hermosas estatuas de mármol, brujas vudú, olvidados músicos de jazz, leyendas y fantasmas. El viaje es estético e histórico; más allá del arte y la belleza de los cementerios están sus protagonistas, sus momentos de gloria y decadencia. El cementerio es fruto de una época y de una sociedad; testigo de un instante en el tiempo. Como tal, alberga música, drama, violencia, dictadores e historias de amor. Es una obra interesantísima y hermosamente escrita.

Respecto su faceta de novelista, publicó con apenas veintiún años “Bajar es lo peor”, su primera novela. La historia sigue a tres jóvenes trágicos, marcados por sus pesadillas, que bien podrían ser héroes victorianos o musas enfermas de Baudelaire. Enríquez pinta la ciudad con la atmósfera gótica y extraña que la caracteriza, un lugar habitado por chicos hermosos que odian el amanecer, a medio camino entre el humano y el vampiro.

Su novela más reciente es “Nuestra parte de la noche”, publicada en 2019 y que ganó en ese mismo año el Premio Herralde de Novela. Editada por Anagrama en España, muestra en su portada los ojos enrojecidos, llorosos y coléricos del ángel caído, “l’Ange déchu” cuadro del pintor francés Alexandre Cabanel. Esta imagen bien podría ser un retrato de su protagonista; un hombre con unas cualidades muy especiales, doblegado por el peso de su propio poder y de sus grandes contradicciones. Siempre entre la brutalidad y la ternura, conocemos su febril viaje a través de los ojos de diferentes narradores. Los paisajes y los lugares también toman protagonismo; desde el calor abrasador de la Argentina rural, con sus extraños templos y enormes distancias, hasta la escena hippy y psicodélica del Londres de los años sesenta. La música también tiene gran importancia en la novela, y en general, en la obra de Enríquez; la demencia y el horror se mezcla con los Beatles y los Manic Street Preachers.

También de 2019, “Ese verano a oscuras” es una obra corta, casi un cuento de hadas. Ilustrado por Helia Toledo en cálidos tonos ocre, narra el verano de 1989 de la protagonista junto a su amiga Virginia. Un verano sin electricidad y en silencio, sin música, sin televisor, sin ventiladores; asfixiante por el calor y por un futuro estrecho, desesperanzador. Buenos Aires se asfixia en su aire estancado, conviviendo con los muertos de la dictadura y los horrores del presente. Es un relato absorbente, con el toque irreverente y punk que caracteriza toda la obra de Enríquez. Igual que el resto de sus cuentos y novelas, “Ese verano a oscuras” tiene algo de nostalgia, de historia de iniciación; la adolescencia y la inocencia perdidas, dañadas e irreparables.

Los rockeros muertos, los poetas tísicos, los amores imposibles, La caída de la casa Usher, Las desventuras del joven Werther tienen algo en común con Enríquez. Beben de la misma fuente en la que rebeldía y fragilidad son dos caras de la misma moneda, cuando la juventud es un destello narcótico, quebrado y hermoso que precede a la muerte. Quedaremos a la espera de lo que nos depare su pluma para el futuro.

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