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"El pontificado en la Edad Media", de Carlos de Ayala Martínez

Editorial Síntesis. 2016
viernes 18 de febrero de 2022, 10:00h
El pontificado en la Edad Media
El pontificado en la Edad Media

Estamos ante otra obra magistral de la editora Síntesis. Elegante, inteligente, y de una rigurosa complejidad argumental, este volumen nos aproxima al mundo de los Sumos Pontífices de los católicos, realizado por uno de los buenos medievalistas de las Españas, el profesor Carlos de Ayala Martínez.

El concepto relativo a que en Roma, y en uno de sus apóstoles, estaba la cabeza de los católicos, está prístino en el Evangelio de San Mateo, capítulo 16 y versículo 18, quien sería el rico publicano, llamado Levi, del telonio de Cafarnaúm. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Este Pedro o Cefas, es Simón el pescador del Mar de Tiberíades. No es el apóstol más listo, pero sí el más comprometido con la doctrina del rabí divino Jesús de Nazaret. La tradición de que Simón Pedro era la cabeza del cristianismo católico está, desde muy temprano en la esencia de los seguidores del Hijo del Dios Hecho Hombre. “Para contestar a esta compleja pregunta es necesario tener en cuenta algunos datos imprescindibles. El primero de ellos es el de la historicidad de la presencia de Pedro en Roma. Pedro pertenecía a una tendencia dentro del más primitivo cristianismo, que veía como una necesidad difundir la ‘buena nueva’ entre los gentiles, es decir, entre los no judíos. A la misma tendencia, aunque con toda probabilidad viviéndola más intensamente, pertenecía también Pablo, a quien se atribuyen numerosas cartas dirigidas a comunidades provenientes del paganismo”.

Ambos discípulos, aunque tienen una concepción muy diferente de cómo se tiene que predicar la doctrina cristiana, uno para los hebreos solamente con circuncisión, y el otro para los gentiles sin ablación genital incluida. Ambos, se estima historiográficamente que estuvieron en Roma juntos, era obvio ya que era la capital del Imperio de Roma, del SPQR o Senatus Populusque Romanus, y era necesario estar allí para realizar las conversiones de los dominadores del mundo conocido. En Roma realizan un importante, riguroso y necesario proselitismo; y por ello serán ejecutados, uno, Simón Pedro, crucificado cabeza abajo en la colina del Vaticano, y al ciudadano romano nato en Damasco se le cortará la cabeza, como era de rigor para un cives romanus. Detrás de esta persecución estará el emperador romano Nerón, el denominado como ‘el Anticristo’, entre los años 64 y 67 d.C.

Existen datos corroborados, sobre la estancia romana de ambos, por testimonios extraevangélicos bastante seguros, entre ellos está la denominada ‘Carta de Clemente a los Corintios’, texto que sería redactado antes de finalizar ya el siglo I d. C. Se estima que, por el rol que ya jugó entre los seguidores de Jesucristo, Simón Pedro debe ser la caput ecclesiae. Pedro estuvo muy próximo a Cristo durante la vida pública del maestro; y poseía un estatuto de preeminencia dentro de la comunidad de los creyentes. Los evangelios lo tienen como centro inexcusable de múltiples pasajes; se le podría calificar como el auténtico interlocutor del Hijo de Yahvéh-Dios Todopoderoso. En el ‘Libro del Hecho de los Apóstoles’ ya es presentado como el auténtico líder de las comunidades nacientes. Parece ser que se puede discutir que él hubiera sido, sensu stricto, el primigenio en la línea sucesoria ininterrumpida de los obispos de Roma. “El régimen de organización monárquico-episcopal no empezó a generalizarse en la Iglesia antes de mediados del siglo II, y no en todas partes por igual. La comunidad de Roma se regía por un sistema colegial en el que varios presbíteros compartían solidariamente las responsabilidades de su gestión”.

En el siglo II d.C. Víctor I (189?-198?) es el primer obispo de Roma del que se tiene una conciencia determinada de existencia, y de actuación socio-religiosa. Los cristianos tienen una gran conciencia de poseer una entidad moral superior, con respecto a las sociedades paganas que les rodean. Los obispos eran los depositarios que garantizaban ser los titulares de la expansión de la fe de Cristo. A partir de esa consciencia cierta de tener una superioridad moral obvia frente al paganismo que les rodea; será en la gran urbe de Cartago donde el primitivo uso de la fórmula mateana de ¡Tu eres Pedro! vinculará claramente a Simón Pedro con una supuesta lista de obispos sucesores. Existe un deseo cohesionado de que se refuercen los lazos de unidad por la emisión de las llamadas ‘cartas de comunión’, que eran “una especie de documento de presentación o recomendación que los obispos redactaban a favor de miembros de su comunidad que, por imperativos de diversa índole, debían marchar a otra; con estos documentos, los emigrantes eran acogidos fraternalmente en su nueva comunidad y se les facilitaban medios para su subsistencia”. Este libro, conformado por unas 400 páginas, tiene una calidad indudable, y yo estimo que es definitivo.

Creo que es una obra absoluta sobre los Papas de Roma en el Medioevo. Y no me puedo resistir a analizar un capítulo en el que son protagonistas dos personajes magistrales, los cuales gozan de todo mi interés y atención. Es el capítulo-9, que se refiere a ‘La Cristiandad del Papa’, con el enfrentamiento entre dos pesos pesados de la Historia del Medioevo; en el lado del papado estará Alejandro III o Adriano IV, y en el del apartado socio-político se encuentra el gran emperador Federico I Barbarroja Hohenstaufen. El primer hecho se produce cuando aquellos dos hombres, de una acusada personalidad, se reúnen en la ciudad de Sutri en junio de 1155, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico llegaba hasta Roma acompañado por mil ochocientos caballeros, la causa es proceder a ser coronado.

El Papa Adriano IV, por miedo o desconfianza o por cortesía, se dirige al hinterland de la urbe capitolina romana. El primer desprecio imperial al Sumo Pontífice se relativa en como el laico se niega a recoger y sujetar las riendas del caballo del que ‘porta las sandalias del pescador’. Cuando el canciller-secretario de Estado, Rolando Bandinelli, asciende al Trono de Pedro, con el nombre de Alejandro III, el emperador tiene claro que le ha nacido la horma de su zapato. Igualmente ocurrirá a este Papa contra Enrique II Plantagenêt de Inglaterra. Análisis que anima a una obra fuera de serie que recomiendo total y absolutamente. ¡Sobresaliente!Eleanore regina anglorum, salus et vita. ET. Regis regum rectissimi, prope est dies domini”.

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