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"PASOLINI", de Miguel Dalmau

Tusquets Editores (2022)
Por José Manuel López Marañón
miércoles 15 de junio de 2022, 17:00h
Pasolini
Pasolini

Tras la lectura de este Pasolini con el que Miguel Dalmau viene de ganar el XXXIV Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias, me reafirmo en decir que en España la biografía literaria pasa por un óptimo momento. Las de Anna Caballé e Israel Rolón-Barada (Carmen Laforet); José Benito Fernández (Leopoldo María Panero, Eduardo Haro Ibars, Rafael Sánchez Ferlosio); Josep Maria Cuenca (Juan Marsé), y –por supuesto– las biografías de los hermanos Goytisolo, Jaime Gil de Biedma y Julio Cortázar, escritas por el autor que hoy nos ocupa, hacen disfrutar a plenitud del placer lector. Para informarnos sobre sus literatos, todos los autores citados comparten un extraordinario manejo de la documentación, un minucioso rigor a la hora de transmitir sus vidas, y ese ritmo narrativo, oportuno y vibrante, que logra sortear cualquier forma de tedio.

Empiezo confesando que, si bien conocía la obra cinematográfica de Pier Paolo Pasolini (Bolonia 1922–Roma 1975), descubrir su faceta literaria (fue un gran poeta y novelista) se lo debo a este libro que Miguel Dalmau ha publicado coincidiendo con el centenario de este artista de estirpe renacentista.

  1. PASOLINI POETA. Durante su adolescencia Pasolini lee a Homero y Carducci y pule su métrica. En el Liceo descubre a Rimbaud y a Antonio Machado, poeta que despierta en él la conciencia civil. En 1942 Pasolini publica Poesía en Casarsa, escrito en dialecto friuliano. Centrado en los paisajes campesinos de la tierra de su madre (el Friuli, noroeste de Italia) el poemario va en contra del ideal urbano fascista de la época. Un importante crítico lo reseña y destaca «la competencia en humildad» del joven poeta. La de Pasolini es casi siempre poesía autobiográfica; un amor no culminado por un adolescente de Casarsa genera el poema «Dolor» (también muchas páginas de su diario íntimo «Los cuadernos rojos»). Terminada la Segunda Guerra Mundial Pasolini, ya profesor rural, enseña a su alumnado a Dante, Petrarca, Virgilio, Leopardi y Ungaretti, y le insta a escribir poesía. Acaba su tesis doctoral sobre el poeta Giovanni Pascoli, que desconfía del proceso modernizador de Italia. Expulsado del paraíso friuliano por un asunto de cariz sexual, ya en Roma, Pasolini percibe su homosexualidad como «una enfermedad», al modo de Oscar Wilde o André Gide, pero, a diferencia de ellos, no escribe sobre su dolencia. El encuentro con el poeta Sandro Penna resulta decisivo en su formación. El poemario Las cenizas de Gramsci está dedicado al pensador marxista desaparecido en una cárcel de Mussolini; su homenaje poético convierte al libro en un clamor por la justicia. La aceptación es enorme y Alberto Moravia dice que Pasolini «es el poeta italiano más importante de la segunda mitad del siglo XX». Alergia recoge ya el temprano desinterés hacia una homosexualidad discreta y elegante. En sus versos siempre existe la dificultad de expresar el sentimiento amoroso por el convencimiento de ser un amante limitado. A principios de los sesenta Pier Paolo publica Poesía en forma de rosa, diario poético de una rabia autodestructiva. El tono profético y doliente del libro, más accesible que Las cenizas de Gramsci, no capta al público y la acogida a uno de los mayores logros de la poesía pasoliniana es de indiferencia. Poemas para una diva recoge un ciclo de poemas en los que se percibe la insalvable divergencia existente entre el amor completo y su realización práctica. L’hobby del sonetto, colección de estrofas con un componente masoquista rayano en la aniquilación, escrito durante el abandono de su gran amor, supone su despedida de la poesía.

  1. PASOLINI NOVELISTA. De los veranos en Casarsa y sus baños en el río nacen los primeros capítulos de Amado mío, autobiografía que completa a lo largo de su vida (en ella tendrá cabida la relación con la madre, el odio al padre y la conciencia de la homosexualidad). El sueño de una casa, su primera novela, describe el ambiente rural de la Italia de posguerra. Instalado en Roma Pasolini escribe Poeta de las cenizas, una novela con aroma neorrealista que recuerda a Ladrón de bicicletas. La preferencia por el extrarradio –la borgota– y sus chicos que se bañan en el Tíber, roban camisetas, frecuentan urinarios o hacen chapas bajo los puentes, hace que su autor se aleje de la Roma burguesa y vaticana. Para Chicos del arroyo resulta clave el futuro director de cine Sergio Citti, un chaval de reformatorio experto en el submundo romano y su argot, que convierte a Chicos del arroyo en una obra con ambientación impecable. El editor exige una severa poda a Pasolini y la calidad mejora eliminando palabrotas, escenas con putas y truculencias. La novela está en boca de todo el mundo y solo el Partido Comunista Italiano, los académicos provincianos y los católicos reaccionarios (sus eternos enemigos) la rechazarán. En 1955 Los chicos del arroyo, «uno de los mejores libros de poesía narrativa aparecido en estos años» según Giuseppe Ungaretti, es secuestrado por contenido obsceno. El Tribunal permite su publicación y el autor, un comunista homosexual, presenta en sociedad «ese tercer mundo dentro del primer mundo». Una vida violenta se ocupa de Tomasso, joven delincuente de arrabal. La novela anticipa escenarios de la película Mamma Roma. La ciudad es mostrada como estímulo permanente, con aquella vertiginosa realidad social y cultural suya poco antes de ser barrida por una modernidad sin categoría. Pero Pasolini no puede evitar nuevos ataques del PCI que lo acusa de no amar a los parias y despreciar a los habitantes de los suburbios romanos (ni siquiera Juan Marsé llegó tan lejos en sus incursiones por las barriadas de Barcelona). La última novela de Pasolini es Petróleo, que redacta durante el último año de su vida. De sus 2.000 páginas previstas solo escribe 600. Este texto –cumbre de la literatura mundial, para Miguel Dalmau– es la Summa de la obra pasoliniana, una reflexión despiadada sobre el Poder. Si hay una víctima del Poder (fascismo, nazismo, PCI, Democracia Cristiana…) ese fue Pasolini. Que esta obra iba a hacer mucho daño lo prueba el hecho de que al día siguiente de su asesinato alguien entró en la Torre de Chia (morada final de Pasolini) y sustrajo el último capítulo…

  1. PASOLINI CINEASTA. En colaboración con Giorgio Bassani, Pasolini escribe el guion de El prisionero de la montaña. El cine le permite mudarse a un piso de clase obrera (más digno que la chabola de Rebibba): sus guiones generan películas de éxito. En 1966 colabora con la directora Cecilia Mangini en un documental que registra las costumbres de lugares arcaicos como las de la región de Salento. Preservar tradiciones y dialectos de Italia (como el fruiliano), que él teme, y con razón, estén en vías de extinción, le preocupará siempre. Pasolini colabora con Fellini en La dolce vita «cediendo» a Sergio Citti para asesoramientos en escenas con prostitutas. A partir de 1960 intensifica su aprendizaje del lenguaje cinematográfico. Con él se expresa mejor que usando esa lengua literaria «oficial» que han unificado en Italia: un idioma depauperado que ha perdido la riqueza lingüística dialectal. Accatone es la primera película dirigida por Pasolini. En ella muestra «Una Roma que no es Roma, donde se ocultan las brasas más ardientes de la vida». El hábitat del subproletariado llama la atención de un realizador que rueda de forma intuitiva con chicos de la calle. Un hermano de Sergio Citti, Franco, es el protagonista. La ambientación en la borgota Giordani y la abundancia de primeros planos «a lo Dreyer» resultan algo novedoso frente a lo que se hace en aquellos años (como pasaba en Francia con Godard). Muchos «actores», tras grabar, van a robar de verdad porque lo necesitan para sobrevivir. El estreno se ve alterado por los altercados provocados por neofascistas que no aceptan una película tan directa y siniestra. Mamma Roma, surge tras el éxito de Accatone y con ella el productor Alfredo Bini busca que Pasolini llegue a más público. Cuenta con Anna Magnani, que interpreta una prostituta que abandona su pueblo en compañía del hijo para abrirse camino en la ciudad. Dirigir a la Magnani resulta complicado, y, aunque ella hace un buen papel, Pasolini no queda convencido. Interviene después, junto a Rossellini y Godard, en una película firmada por los tres directores. Su mediometraje La ricota, protagonizado por Orson Welles, atesora perlas como esta: «Italia tiene el pueblo más analfabeto y la burguesía más ignorante»… La película es secuestrada por su anticlericalismo, pero el Tribunal de Apelación no encuentra delito y puede ser estrenada, resultando un fracaso comercial. El Evangelio según San Mateo –la obra maestra de Pasolini– es fruto del diálogo propuesto por Juan XXIII entre la Iglesia y artistas no católicos. Tras leer el Evangelio de Mateo Pasolini encuentra la belleza absoluta y su identificación con Jesucristo. La adaptación persigue una fidelidad que permita su proyección en los cines italianos. El intelectual marxista, acosado por sus demonios, desencantado, se dispone a cambiar de «bando». La película, sin teologías ni adornos, hace arte con objetos no artísticos, aproximándola mucho al espíritu del Evangelio. La antipatía que hacia el film muestra la izquierda hace que en Venecia se tenga que conformar con el Premio Especial del Jurado. Pajaritos y pajarracos muestra el insólito encuentro entre Toto y Ninetto Davoli, dos escuelas de interpretación frente a frente que logran un curioso film. Con Edipo rey Pasolini aborda el mito griego desde la perspectiva del artista atormentado. Agrestes escenarios sin vestuario ni música, rodajes infernales bajo el sol marroquí y la búsqueda de naturalidad en los actores, dan como resultado una película personal que cuenta con Silvana Mangano para el papel de Yocasta. Teorema es un drama laico que reflexiona sobre la irrupción religiosa en el seno de una familia de la alta burguesía. La película es otra vez secuestrada por obscenidad y rechazada por la Iglesia. Pocilga trata sobre la rebelión contra el padre y la transgresión de la ley. Dos historias paralelas se ensamblan, pero sus burgueses parlanchines y estragados tampoco convencen al público. Pasolini cuenta con María Callas para narrar en Medea cómo ella, por la pasión que siente hacia un hombre, mata a sus hijos. Con «La trilogía de la vida» Pier Paolo alcanza la madurez creativa. En estas películas las relaciones humanas y corporales, vulgares pero reales, quedan retratadas como radicalmente opuestas a esa inautenticidad de las relaciones producidas en la sociedad de consumo. El Decamerón, su mayor éxito comercial, es masivamente denunciado por obscenidad: vuelve a confundirse pornografía con arte. Los cuentos de Canterbury, film pionero a la hora de mostrar de forma sincera la sexualidad femenina, choca con el feminismo radical. Las mil y una noches muestra la primera erección del cine italiano. Saló, o los 120 días en Sodoma, bestial crónica de las aberraciones sexuales que cuatro señores cometen en una mansión con prostitutas y jóvenes de ambos sexos, cierra la filmografía pasoliniana con otro mayúsculo escándalo.

  1. PASOLINI Y EL PADRE. La relación de Pasolini con Carlo Alberto Pasolini, Quinto conde de la Onda (un militar de esos que logran ascensos por méritos en el combate), italiano de pura sangre, orgulloso de su esencia de macho y afiliado al partido de Mussolini, fue muy conflictiva. De niño Pier Paolo contempla una agresión sexual de su padre hacia su madre, algo que troca el amor hacia su progenitor en odio. El inicial apoyo de Carlo Alberto a los escritos de su hijo se convierte en desprecio cuando descubre la homosexualidad en su diario (lo peor que puede pasarle a un fascista). Pasolini deja Casarsa con la madre escapando de un padre cada día más iracundo y alcohólico. Tras pasar años expulsado de la familia, sintiéndose perdido tras el hundimiento del fascismo, Carlo Alberto se refugia en la casa romana de su hijo y mujer, que lo aceptan a regañadientes. Pasa horas en la cocina odiando al mundo pero sin meterse ya con ellos. En 1958, a consecuencia de una hemorragia hepática, muere. Convivir con un padre ludópata, borracho, fascista y homófobo resulta aún peor si cabe durante la agonía. Tras su deceso Pasolini se siente liberado pero, aunque lo desprecie en público (llega a insultarlo en el féretro), el duelo por su progenitor le durará toda la vida.

  1. PASOLINI Y LA MADRE. Susanna Colussi, maestra de escuela, era una mujer de gran atractivo y determinación. Los sufrimientos a ella infringidos por Carlo Alberto Pasolini hacen que Pier Paolo pronto se convierta en un hombre inquieto que se cuestiona su existencia en el mundo. La madre será cálido refugio para esa alma inocente y sensible de neurótico precoz y acompañará al hijo en sucesivos domicilios, desde que ambos huyen de Casarsa instalándose en la casa romana del tío Gino. Susanna encuentra trabajo como sirvienta en una casa burguesa y Pasolini siente en sus propias carnes los estigmas del deshonor, el paro y la pobreza. El siguiente destino es la periferia norte, el barrio de Ponte Mammolo, donde viven en un inmueble miserable. Colaborando Carlo Alberto en la mudanza se trasladan a Monteverde, a un piso de clase obrera. Este nuevo barrio será fuente de vida e inspiración para Pasolini. Con el dinero que gana en el cine logra retirar del trabajo a la madre y darle la vida que ella merece. Tras la muerte del coronel, Susanna se siente liberada y feliz. Las amistades femeninas de su hijo, siempre bellas mujeres con intereses intelectuales, pero por las que él no siente interés sexual, le agradan; por ejemplo adora a Laura Belli, guapa y buena cocinera que llama «marido» a Pier Paolo. Con su madre de nuevo van al Eur, otro barrio creado en la época fascista. Es su primer domicilio propio y ella, en el jardín, se siente tan feliz como en el pueblo. Pero Susanna acaba convirtiéndose en una alargada sombra que no deja vivir al hijo: «Y no quiero estar solo, tengo hambre infinita de amor. / De amor de cuerpos sin alma. Porque el alma está en ti. / Pero tú eres mi madre y tu amor es mi esclavitud». La madre insustituible causa la soledad en Pasolini y hace que no encuentre felicidad en ninguna otra mujer, pudiendo estar aquí para Miguel Dalmau el origen psicológico de su homosexualidad. Tras diez años juntos desde su huida de Casarsa se ha establecido una mutua servidumbre. Susanna debuta en el cine haciendo de madre de Cristo. Sobrevivirá al hijo asesinado y vivirá hasta 1981, fecha de su fallecimiento en Udine.

  1. LA HOMOSEXUALIDAD. Pasolini nunca fue un homosexual discreto y retirado al modo de un Luchino Visconti. Él amaba el bajo fondo, los chicos del arroyo y sus razzias nocturnas romanas a la búsqueda de relaciones de una noche, o, si estas no fructificaban, de chaperos de ultimísima hora. Ya en el Friuli había sentido pulsión por los efébicos cuerpos de campesinos (un escándalo con menores aceleró su partida hacia Roma con su madre y sin decir nada al padre). Expulsado del paraíso, centrado en ragazzi di vita de los arrabales romanos, Pasolini establece relaciones alegres, en lo posible no mercenarias, sobre las que subyace el interés humano. Miguel Dalmau apunta cómo, tras la satisfacción física, le asalta la necesidad de nuevas compañías, noche tras noche, y eso lo condena a un erotismo limitado y a una angustia casi perpetua que asedia su inteligencia. Durante el rodaje de La Ricota Pasolini topa con el gran amor de su vida, Ninetto Davoli, un calabrés de la borgota al que encuentra «bárbaro, puro, inocente, y con la comicidad y vitalidad del campesino». Se enamora de este chaval de quince años como padre, como amigo, como hombre, en lo que supone un amor de redención. La relación termina cuando Davoli decide casarse y tener hijos. Es el golpe más duro en la vida de Pier Paolo, que cae en un pozo del que nunca saldrá. Nada partidario de guetos gay ni de mafias rosas, tampoco le gustaban los cuartos oscuros; él es un homosexual clandestino que vive su diversidad como algo propio. Su muerte en Ostia a manos del chapero Pino Pelosi nunca resultó clara. Miguel Dalmau profundiza en las semanas anteriores al crimen, consulta documentación inédita y entrevista a algún testigo presencial para llegar a conclusiones casi irrebatibles sobre esta tragedia que estremeció al mundo. Enterarse de qué sucedió aquel 2 de noviembre de 1975 en una estación de hidroaviones en Ostia (que es donde apareció el cuerpo de Pier Paolo Pasolini con el rostro desfigurado a golpes de palo), es otro de los atractivos para disfrutar con este libro doloroso pero imprescindible.

Estas últimas palabras en las que se advierte el carácter profético que siempre acompañó a Pier Paolo, son una buena forma de cerrar la reseña:

«Quiero decirlo con todas las letras: desciendo al infierno y veo y conozco cosas que no alteran la paz de los demás. Pero tened cuidado. El infierno está saliendo de vosotros. Es cierto que llega con máscaras y banderas distintas; es cierto que sueña su propio uniforme y su propia justificación. Pero es verdad, también, que el deseo de ese infierno de dar palos y agredir, de matar, adquieren hoy más fuerza y se extienden a todas partes».

Puedes comprar el libro en:

9788411070867
Miguel Dalmau
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